Cabezas rapadas

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Es un tiempo con relojes de alambrada, tras cortinas de silencio, preámbulo de náuseas y esperanza en cada chute de quimio.

Es un  tiempo construido con pedazos sueltos de mañanas imprevisibles, de humores cambiantes, de noches sin dormir.

cabezas rapadas

Porque la belleza está en los ojos que miran

De llenar el vacío de la sala de espera con algo más que la duda del que pasará. De intentar buscar lo que queda de una sonrisa para hacerla más y más grande hasta parecerse lo más posible a aquella que, despreocupada,  llegaba sin avisar.

Ahora hago un esfuerzo para rescatarla cada día, para que vuelva, se quede un rato, como si nada de esto hubiera pasado, como si, en lugar de poner carcinoma ductal infiltrante,  hubiera leído, tras la vista nublada y tanta letra borrosa, algo así como: tranquila, todo está bien, sigue con tu vida.

Aunque mi vida seguía siendo mía, aún lo es, algo cambió. Sentí el vértigo de palabras que antes solo conocía de oídas: cáncer, muerte, miedo, rabia.

Pero aparecieron otras: fuerza, coraje, determinación, esperanza, en minúscula. Con la minúscula de luchar día a día, de pelear  cada momento para salvar el pellejo en una guerra sin trincheras donde los pañuelos sustituyen a los cascos, donde la silla de ruedas hace las veces de carro de combate, donde el toque de diana lo marca la hora de la próxima sesión.

Y donde la sombra de los “caídos en combate” acompaña cada revisión, cada nudo en el estómago, cada indicador de leucocitos, cada mechón de pelo perdido por el soplo de una vida que te pone a prueba.

Puto cáncer…por qué yo, por qué a mí…

Insumisa a la dictadura del espejo decidí dejar de verme a través de las miradas de otros y, con la cabeza rapada, caminé por los pasillos  de este hospital dispuesta a que la cuarta planta deje de ser búnquer de miedo y compasión para convertirse en trinchera de Resistencia, de Victoria, de Libertad. De aprieta los dientes para llorar, para reír, para gritar, para sentir, para vivir, para salir corriendo, para parar, para coger aliento, para respirar, para continuar un paso más, otro paso y otro…

Y así, con el gotero supurando, gota a gota, cada uno de mis pensamientos, llego a mi habitación. Empujo la puerta, avanzo despacio. La luz de la media tarde se filtra por las cortinas medio echadas. Un hilo de aire se cuela por la ventana. Noto la garganta reseca. Bebo agua, aunque no tengo sed. Me siento sobre la cama. Enciendo la tele. No dan nada, hace tiempo que ya no dan nada. Apago la tele. Se me cierran los ojos y me quedo entresueños. Es una sensación que me gusta, la prolongo, intento alargar ese punto de irrealidad donde todo es posible, donde Yo decido lo que sucede. En este mini universo,  hecho de sopor y algo de agotamiento, Yo pongo las reglas. Noto como la medicación va haciendo su efecto y me acuesto un poco. Me avisaron de que habría efectos secundarios. Intento no pensar en ellos. Creo que estoy dormida y sonrío. Nadie dijo que sería fácil. Nada lo es. Y aun así, sigo aquí. Respiro hondo. Sigo aquí, aquí, aquí….

Ya han pasado seis meses desde la primera sesión de quimio y mi estética de valquiria posmoderna se va suavizando con unos insurgentes caracolillos empeñados en convertirme en la referencia de la moda afro para internas de colorblanco. Sonrío.

Y, quizás, por el empuje de esta nueva imagen proyectada en tu retina, mis pasos son un poco más ligeros. Ya no arrastro los pies. Todo pasa, pienso, todo pasa…Nadie dijo que fuera fácil y nada lo es. Pero sigo aquí, sigo aquí, me digo mientras la yema de los dedos se entretiene descifrando las espirales de mi pelo. Sigo aquí. Soy consciente de que esto acaba de empezar, de que ha sido un paso. Pero así es como se empieza, paso a paso. Así es como se avanza, paso a paso…

Al otro lado de la puerta todo parece estar como lo recuerdo. Listo para las nuevas “visitas”. Ojalá todos lo consigan, me digo. Ojalá…Y sonrío, no demasiado despreocupada, pero lo justo como para no renunciar a nada.

Porque, a veces, los sueños, los que importan de verdad, los que se escriben con la minúscula del día a día, del dolor y los sinsabores, de la duda, el miedo, la alegría, los vómitos,  la fuerza, el desahogo, el malhumor y la risa -todas esas emociones mezcladas-,  se hacen realidad. Y sonrío, de nuevo, al recordar el monstruo de las emociones, un cuento para peques que le acabo de comprar a mi hijo para que aprenda a ordenarlas y así ver que son tan normales como respirar.

En realidad, os confieso, es un cuento para todas las edades, ahora me doy cuenta. Y tampoco pasa nada si a veces están un poco desordenadas. Es normal. Es la Vida. Y sonrío mientras lloro, de alegría, porque sigo aquí, aquí, aquí…

Por mí, por todas; por las que siguen y, sobre todo, por quienes se fueron. Porque una parte de ellas sigue aquí, aquí, aquí…para SIEMPRE.

 

(La Asociación Luchamos por la Vida, que atiende a enfermos de cáncer y familiares, acaba de dar el paso de denunciar ante la Fiscalía anomalías en el Hospital Valdecilla derivadas de las obras y mantenimiento del centro por parte de las empresas concesionarias de los servicios),

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