Riveritas on fire

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||por MIGUEL SARO, portavoz de Izquierda Unida en el Ayuntamiento de Santander||

Los concejales del partido Ciudadanos en Santander piden en comandita el reproche de todos los santanderinos por un concierto organizado por un promotor privado en una deficitaria infraestructura pública (Escenario Santander) en el que se tocarán temas de La Polla Records, Eskorbuto y Kortatu, grupos encuadrados bajo la etiqueta comercial “Rock Radical Vasco”.

La policía de la moral cae sobre Santander, encarnada en un partido cuyo candidato al Congreso por Cantabria equiparaba el aborto con la violencia de género.

Sus dos concejales son conocidos por su entrega a los mandatos del equipo de gobierno del Partido Popular municipal en Santander hasta el punto de interpretar un canto a la coprofagia comiéndose su propio programa electoral en mitad de un pleno municipal, -cual Divine en “Pink Flamingos”-, por no contradecir las directrices del PP.

Los Monty Python

Los Monty Python

La música que se escuchará en el concierto objeto de censura es una expresión cultural surgida en un momento histórico muy concreto; las consecuencias socioeconómicas de la reconversión industrial y el paro, la frustración resultado de una transición política negociada “por arriba”, la represión policial producto del plan “Zona Especial Norte” diseñado por el Ministerio de Interior en 1983, o los efectos del estallido punk de finales de los 70, fueron el caldo de cultivo en el que surgieron muchas bandas, que de forma oportunista y con objetivos comerciales fueron calificadas como “Rock Radical Vasco”.

Los necios concejales de ciudadanos hubieran igualmente pedido un castigo ejemplar de escuchar la canción Nkosi Sikeleli Afrika antes de 1991 -actualmente himno nacional sudafricano-, o sobre Bob Marley por su “Get up, stand up” en 1973 o John Coltrane por componer “Alabama” diez años antes. Son composiciones críticas que pretenden alterar el orden establecido desde géneros musicales diversos que alteran el “contínuo” de lo normal o dominante en cada época.

La palabra `radikal´ ha bastado en este caso para activar su extremadamente sensible sónar meapilas y pacato vigilante de las buenas costumbres que imperan en el sentido común nacional-riverista.

Las bandas homenajeadas y las demás pertenecientes a esa etiqueta, decenas de ellas, eran muy críticas con el contexto político que vivían, pero sólo unas pocas tuvieron una actitud “militante” dentro de la izquierda abertzale, posiciones políticas perfectamente legales, aunque la mayoría sufrieron intentos de instrumentalización por parte de aquella, que asumió el protagonismo en la mayor parte de los movimientos sociales en el País Vasco tras la transición.

Lo que sí compartían todas las bandas era una actitud crítica y resistente a la ideología dominante desde diversos puntos de vista, desde el “anti-todo” de Eskorbuto a la militancia nacionalista de Kortatu.

El mito del consenso de la transición es uno de los preferidos por los soldados riveritas, nacidos para mantener el statu quo político en las instituciones políticas, y consecuencia de este culto, cualquier recuerdo crítico o revisión de esta construcción ideológica debe ser perseguida con ahínco.

Y esa persecución, representada en la fatwa de sus concejales santanderinos al cartel de un concierto cuyos organizadores han corrido a blanquear a la primera crítica, responde también a la visión de Ciudadanos típica del enfoque ultranacionalista, que cuando recibe una crítica considera que el crítico tiene un enfoque, como él, particularista (nacionalista español) pero de sentido contrario.

No quiero engañarles: toda expresión cultural nace y es consecuencia de la realidad social en la que surge y vive, y es esencialmente política.

Es un elemento esencial de la participación pública, y los gestos contraculturales enfrentadas a las corrientes culturales hegemónicas no son otra cosa que una manifestación de buena salud, por lo que los gestos represores y censores son un elemento autoritario y un síntoma de enfermedad si son aceptados mayoritariamente.

Invito a los concejales riveritas a acudir a los tribunales a gastar su tiempo y esfuerzos en caso de creer que los organizadores del concierto comenten algún delito, o mejor aún, a aumentar su erudición superando la Wikipedia y leyendo algunos interesantes artículos sobre las manifestaciones culturales musicales del País Vasco y el resto del estado en los años 80.

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