Esperando a Trump

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||por OSCAR SAN EMETERIO, periodista||

Sigue la escalada verbal respecto a las aviesas intenciones de Rusia respecto a Europa, Siria y la Humanidad en general. Lo leía estos días en elmundo.es, un relato “aterrorizante” sobre el despliegue de misiles rusos en el enclave de Kaliningrado, los cambios en la estructura de su ejército, y recordatorios sobre lo ocurrido en Georgia hace varios años, o lo de Ucrania, más reciente en el tiempo.

Básicamente nos siguen calentando la cabeza con que Rusia trama algo, y que por eso gasta cada vez más en defensa, coloca misiles apuntando al corazón de Europa y apuntala sus fronteras, en especial todas las que lindan con el antiguo Pacto de Varsovia, hoy en su mayoría territorio OTAN.

Donald Trump

Donald Trump

Y yo no salgo de mi asombro. No es tanto que nos quieran tomar por tontos como el hecho de que quizás no acaban de ver a la gente corriendo a los supermercados a comprar provisiones, y construyendo refugios para guarecerse del “invierno nuclear” que nos espera. Yo creo que no acaba de calar ese mensaje, y no será porque se insiste sobre cuatro o cinco cuestiones de manera machacona, a saber, Georgia, Ucrania, los misiles, vamos, eso que contaba más arriba.

¿El huevo o la gallina? ¿Quién empezó todo? ¿Estados Unidos o Rusia? Yo tengo la respuesta clara, al menos desde la caída del Muro de Berlín. Cautivo y desarmado (bueno, eso no tanto) el gigante rojo se dedicó al pillaje dentro de sus fronteras, cayendo en la irrelevancia internacional.

Eran los buenos tiempos de Clinton, nuestros amigos los talibanes (otrora héroes que se cepillaron a los soviéticos en Afganistán), atentados aislados (pero contundentes) del entonces desconocido Bin Laden y su entorno, la primera guerra de Chechenia. Era otro mundo, uno que ya nos queda muy lejano en el tiempo. ¿Se acuerda alguien de Yeltsin? En Youtube hay unos vídeos muy cachondos de un presidente que tuvo de inicio muy buenas intenciones pero al que quizás le vino muy grande el encargo. Bueno, y quizás también le sobró algo de vodka por el camino.

En la pasada década cambiaron unas cuantas cosas. Tras las Torres Gemelas el mundo ya nunca volvió a ser lo que era, y el tradicional caos en Oriente Medio es hoy en día mucho más caos aún.

No me voy a extender más en el tema porque todos tenemos muy presentes al Estado Islámico, la tragedia siria, o la iraquí, inestabilidad en Yemen, Libia, el enfrentamiento soterrado (o no tanto) entre Irán y Arabia Saudí, y un largo etcétera de conflictos sociales, económicos y religiosos en esa parte del mundo.

Y en todo este monumental embrollo Estados Unidos ya no está sólo. China más en la distancia aunque siempre vigilante, y la nueva Rusia de Putin, intentan hacer de contrapeso a la política exterior estadounidense, que en la administración Obama, con Hillary Clinton en una parte de ella al frente de la Secretaría de Estado, ha sido errática, siendo generosos, o un desastre, obviando todos los matices.

¿Y qué trama Rusia? Recordemos que desde que Estados Unidos, sí, sí, nuestro gran aliado, agitó el avispero ucraniano, se intentó mandar a Putin al rincón de pensar con sanciones ciertas, y otras amenazas más inciertas a las que el mandatario ruso respondió con soldados y determinación. No es menos cierto que a nivel económico Rusia no está preparada aún, no sé si lo llegará a estar alguna vez, para aguantarle el pulso a Occidente. Ahora que el precio del petróleo se recupera, quizás respiren un poco más en el Kremlin.

Pero la actitud rusa no ha sido la de responder a esta o aquella provocación, como ocurrió en Ucrania, con consecuencias fatales para el pueblo ucraniano que sigue sumido en un laberinto político en sus estructuras de poder, mientras que el futuro de las provincias del este rebelde sigue siendo incierto. Ahí tenemos un conflicto casi olvidado, que aún está lejos de cerrarse, pero sobre el que ahora no hay el foco mediático que sí hubo en su momento. ¿Crimea? Ahí sigue, bajo administración rusa, aunque con muchos problemas para recuperar la normalidad, sin conexión física con el resto de Rusia, y sin reconocimiento internacional que desbloquee su situación respecto a Ucrania, que le crea no pocos problemas a sus habitantes en temas tan cotidianos como el suministro eléctrico, que por ahora viene de… Ucrania.

Como decía, la actitud del Kremlin no ha sido solamente la de responder puntualmente, sino que están metidos en una estrategia global de cambiar las reglas del juego, y no les está yendo mal.

Al final son las urnas las que han puesto a Trump, las que han provocado el Brexit, y las que pueden seguir aupando en los gobierno a los ultra-nacionalistas, pero hablan las malas lenguas también de dinero y hackers al servicio de la causa puestos por ¿Rusia? Eso parece. Como digo, al final están siendo las urnas las que hagan ese trabajo sucio. Ya ven, la democracia al servicio de un tipo que no es que sea su mayor fan.

Por desgracia, Europa ha olvidado de dónde venimos y a dónde nos puede llevar tanta intolerancia, pero no es menos cierto que esto es lo que hay, y que en este terreno un ultra-nacionalista de tomo y lomo como es Putin, se va a mover como pez en el agua.

Yo no sé qué tiene Trump en la cabeza, nadie lo sabe porque esto a veces depende de cómo se haya levantado por la mañana y de cómo le hayan sentado las menciones en Twitter. Ahora bien, como vengo diciendo desde hace tiempo, en el corto plazo es bueno que Trump quiera llevarse bien con Putin. Y digo en el corto plazo porque después se abren muchas incógnitas, como por ejemplo en el terreno económico, donde que tú seas proteccionista está muy bien si los demás no lo son, sin embargo los problemas vienen precisamente cuando todos empiezan a levantar esas barreras y aranceles que parecían olvidados.

Si las cosas se relajan entre Estados Unidos y Rusia, como parece en principio, dudo que volvamos a leer en una temporada artículos como el que citaba más arriba. Yo creo que Rusia lo único que trama es lo que ha tramado siempre, que si alguien vienen a buscarles les encontrarán. Y eso es malo para todos.

 

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