¿No soy un robot?

Tiempo de lectura: 5 min

Suena el despertador. Alargas la mano, lo apagas. Te frotas lo ojos, separas  la colcha de tu cuerpo por el mismo pliego que cada mañana. Es como si la marca de tantos madrugones fuera tan profunda que se coloca así por inercia, esa inercia que se crea por repetición. Te incorporas sobre la cama, el pie derecho primero, luego el pie izquierdo. Sonámbulo te diriges al baño. Levantas la tapa, una meada, te la sacudes y te salen tres gotas, ni una más ni una menos. Y ahora el lavabo. Abres el grifo, colocas tus manos en forma de cuenco y te lavas la cara. Coges la toalla que tienes a tu derecha, doblada siempre por el mismo pliego. Te secas la cara. Ya no notas el roce de su textura, de tantas veces. Se confunde con tu incipiente barba. Es curioso como hay gente que le sale la barba tan rápido y otros pueden estar días con esa apariencia de recién afeitado. Para tu desgracia eres de los primeros. Pero hace tiempo que ya no te paras a pensar en eso, hace tiempo que ya no te paras a pensar en nada. Dejas la toalla apoyada en la silla para que se seque. Como cada día. Una ligera marca de humedad marca el contorno. Como cada día…

Como cada día la cafetera echa andar, café cortado, un bollo y el sonido de la radio que se activa de forma mecánica un cuarto de hora después de que suene el despertador. La emisora que suena la elige de manera aleatoria un programa de ordenador. La idea del anunciante era que rompiera la monotonía y que cada día fuera distinto. Fue un éxito en ventas. Pero a ti todo te suena igual. Dos cucharadas de azúcar en el café, ni una más ni una menos. Masticas diez veces para tragar bien, ni una más ni una menos. Te levantas de la mesa recoges el desayuno y lo metes en el lavavajillas. Pones el programa de lavado; y otra máquina echa andar. En el baño te cepillas los dientes frente al espejo, sin parpadear. Diez veces por cada lado, ni una más ni una menos, te enjuagas la boca y escupes. Ha pasado media hora desde que te levantaste. Ni un minuto más ni un minuto menos. Te sobran, como siempre,  diez minutos para ver un video porno y hacerte una paja. Cuando acabas te pones la camisa, el pantalón, los calcetines, primero el derecho y luego el izquierdo y te calzas los zapatos. Siempre en el mismo orden.

 

No soy un robot ¿Estás seguro?

 

Recoges las gafas del recibidor y te las pones. Te las han graduado para que lo veas todo de color de rosa, pero en la tienda se debieron de confundir, pues parecen defectuosas. A tu alrededor todo está lleno de diferentes tonalidades de grises. Te quitas las gafas, las dejas en el cajón y sacas las de repuesto. Siempre hay un plan de reserva. Ahora sí. Conectas la alarma y cierras la puerta. Llegas al ascensor y te encuentras con ellos, como cada mañana: Buenos días, buenos días responden al unísono, parece que hoy también vamos a disfrutar de un día perfecto. Todos sonríen con el mismo ángulo en la comisura. De esos ángulos que se esconden tras el ángulo muerto del suicidio aplazado.

Justo tres cuartos de hora después de levantarte, estás cogiendo el autobús de camino a tu puesto de trabajo. Recorres las escaleras, sacas tu billete y te sientas a esperar. El autobús llega con retraso, como siempre. “Conectados a tu tiempo” pone en una de las marquesinas. Te acercas a la línea roja de seguridad y te colocas justo sobre ella.  Como siempre llega con diez minutos de retraso. NI uno más ni uno menos. Al entrar reconoces cada una de las caras. El mismo asiento de cada día. El mismo periódico de cada día. Solo cambia la fecha, las mismas noticias. Guerras, corrupción, escándalos, violencia, operación salida, operación llegada….Las mismas noticias cada día.  Y otra máquina echa andar. Una joven te mira desde su asiento. Te mira tan fijamente que te atraviesa por un instante. Su cara se refleja en tu parte del cristal. No te resulta conocida. Te quitas las gafas, para limpiarlas. Las ajustas de nuevo y todo vuelve a encajar. La chica ha desaparecido. “Próxima parada…” esta es la tuya. Te levantas y sales del autobús. La línea roja no se ha movido de su sitio. Ha pasado una hora desde que sonó el despertador. Te bajas del autobús y caminas los cien metros que te separan de la oficina, ni uno más ni uno menos. Saludas a la entrada: Buenos días,  vaya tiempo. En las paredes el slogan de vuestra última campaña publicitaria: “Conéctate a tu tiempo”. Te acercas al control de seguridad. Hace años que incorporaron el sistema nuevo de identificación de datos. No recuerdas si quiera el motivo. No te da tiempo. Llega tu turno. Por un instante dudas si marcar o no la casilla. Pero lo haces,  de forma mecánica. Como cada día. Y otra máquina echa andar.

No soy un robot   (reCAPTCHA. Privacidad-Condiciones).

Captcha o CAPTCHA son las siglas de Completely Automated Public Turing test to tell Computers and Humans Apart (prueba de Turing completamente automática y pública para diferenciar ordenadores de humanos). Este test es controlado por una máquina, en lugar de por un humano.

 

Nota: Artículo escrito en colaboración con María Castillo. Gracias María por la idea y las correcciones. Y por la idea para un próximo artículo para darle una vuelta más a este.

 

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2 Comentarios

  • Manipulador de Alimentos
    14 de agosto de 2018

    La verdad es que en unos años será difícil distinguir a las personas de los robots. Cada vez somos más biónicos. Y no quiero decir que sea algo malo. Supongo que es parte de la evolución, aunque no lo parezca.

  • Antonio De la Mora
    19 de agosto de 2018

    Lo que más me ha gustado es que al final aparezca el captcha pidiéndote que confirmes que no eres un robot. Por lo demás, me parece bastante simplón y gracias a mi, no me reconozco demasiado, aunque en mi vida hay rutinas, claro. Ahora por ejemplo, estoy cagando en lanbaza de baño, cómo siempre, he abierto la puerta, he mirado lanbaza y levantado la tapa, las nalgas se me han acoplado perfectamente y la piernas se me van durmiendo paulatinamente…

    En la revisión de la que habláis, podríais hacer algún guiño a la rutina de unaujer, o escribirlo de tal forma que no solo los hombres pudieran reconocerse… Sobre todo ya que lo escribís en colaboración un hombre y una mujer.

    Creo que es un tema interesante, pero le falta una vuelta de tuerca a algo escrito y leído mil veces. Podría incluirse leer este artículo dentro del propio artículo.

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