Chequeo a las paranoias

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Todo es una cuestión de grados. En cuanto a lo que se refiere a miedos, fobias, inseguridades, y otros traumas del espíritu, también. Los grados pueden llegar a ser tan extremos, que miedos y fobias se transustancien en pánico y espanto, poniendo a sus depositarios en estado de paranoia. A esos espacios invivibles han llegado los personajes de “Inestable”, función, con la que la Compañía argentina Sutottos han participado en la 30 Muestra Internacional de Teatro Contemporáneo UC, el día 22 de noviembre, en la Sala Medicina.

Andrés Caminos y Gadiel Sztryk son los actores, que representan a unos personajes poseídos por miedos y fobias en grado extremo, que por momentos apelan a la nostalgia de los tiempos supuestamente menos traumáticos de la infancia, por si así los exorcizaran.

Pero, no, pues la paranoia ha ido horadando sus almas desde el polvo acumulado del pasado, a los lodos del presente, en los que se revuelven dos personajes que, si no de exorcizar, sí pugnan por mitigar sus efectos sobre sus vidas, con escaso éxito, compadecidas las paranoias del uno con las del otro, que vienen a ser las mismas.

Todo el desarrollo de la función es un continuo chequear una sucesión de circunstancias, generadoras de un conjunto de paranoias irreversibles, desde las que provocan manía persecutoria, con peligro de muerte, hasta la amenaza de una mancha de humedad en la pared, que pudiera extenderse hasta inundar el piso, pasando por la relación con nuevas amistades, sospechosas de albergar malas intenciones.

Son varias y variadas las situaciones “peligrosas”, que acechan a la tranquilidad de los personajes, que tratan de chequear compulsivamente, incluso ensayando la posibilidad de ir de “buen rollo”, buscando el lado positivo de las cosas, lo bello de todo lo terrible, que puebla sus existencias.

Lo dicho hasta aquí remite a un drama existencial de alcance considerable, que pone al espectador frente al drama de sus propias paranoias, no importa cuál sea su grado. Y lo es, pero los de Sutotto, sin llegar a convertirlo en comedia, aplican el antídoto del humor, que expresan sus rostros, pasmados, a veces; a veces, asustados. Y sus miradas, desconfiadas, a veces; a veces, desencajadas. Y sus movimientos, pausados, a veces, pocas; a veces, dislocados, casi todas.

Y en su dicción, tan exagerada y reiterativamente cómica, que en algún momento llega a cansar el oído. Una actuación de clown, sin nariz roja, en cualquier caso impecable, que desdramatiza los efectos nefastos de las paranoias, para las que, antes, mientras y después del chequeo prescribe la risa como tratamiento. Y la gracia está en que ellos no se ríen. O eso parece.

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