Carta abierta al concejal Javier Ceruti en relación a la supresión parcial del carril bus del Paseo Pereda de Santander
Imagine nuestra ciudad en veinte años. ¿Cómo querría que fuera? ¿Un lugar donde los niños puedan jugar seguros?, ¿donde el aire sea limpio?, ¿donde se pueda ir de compras caminando?, ¿con muchos parques y espacios verdes?, ¿donde los negocios puedan prosperar? Pero, ¿cómo llevar a cabo esa visión? La planificación es una tarea compleja, y los equipos que toman las decisiones sé que se encuentran ante la difícil tarea de -a la vez- suplir la demanda de mantener la calidad de vida y crear un entorno para que los negocios prosperen, de restringir el tráfico en ciertas áreas y no afectar al movimiento de bienes y personas. Además, se hace imprescindible tratar temas más amplios como la salud pública, el cambio climático, el ruido o la polución.
La planificación tradicional del transporte se ha centrado en el tráfico con el objetivo de garantizar su fluidez y la capacidad. Además, los ingenieros de transporte han dominado la toma de decisiones, junto a expertos que diseñan las estrategias. Sin embargo, es preferible abogar por una planificación más sostenible. En ésta, los documentos se centran en las personas con el objetivo de garantizar la accesibilidad, la sostenibilidad, la viabilidad económica, la equidad social y la salud. Los equipos participantes son interdisciplinarios y, más importante, se cuenta con los vecinos a través de jornadas de participación pública.
En la ciudad de Santander se hizo un intento -por todos conocido- de implementar un nuevo sistema de transporte público colectivo -a diferenciar del transporte público no colectivo, que sería el taxi-. Este sistema reorganizó las líneas de autobús y les otorgó cierta prioridad puntual frente al transporte privado. Una parte de este nuevo sistema tuvo contestación social y fue suprimido -quizás le faltó la planificación sostenible por la que abogo en las líneas anteriores-.
La otra parte sigue formando parte de la ciudad -de momento-. Consiste en un carril bus -con priorización semafórica incluida- que recorre la arteria principal de la ciudad y una pequeña zona del área del Intercambiador del Sardinero. El día de nochevieja de 2019, la movilidad sostenible en la ciudad no tenía nada que celebrar. Se daba luz verde a la supresión de casi el cuarenta por ciento de ese carril bus, que afectaría a uno de los tramos de mayor congestión -o tráfico lento-.
La creación de ventajas comparativas para el uso del transporte público debería ser la principal tarea de las autoridades públicas. Esto no se consigue eliminado medidas que ayudan a reducir los tiempos de viaje. Es más, produce un efecto indeseado en la tan ansiada eliminación de la congestión -que ya digo, lo que se produce son situaciones de tráfico lento-. Expandir la infraestructura -en este caso a través de la dedicación de un carril más a los coches- tiende a estimular el tráfico generado y la demanda inducida. Éste término debería estar presente en sus futuras tomas de decisiones.
No es mi tarea definir este término ni darle las soluciones para que el sistema de transporte público de Santander mejore. Primero, porque ésta carta no tiene este fin y, segundo, porque sería más conveniente dirigirla al concejal de Movilidad -sostenible-. Sin embargo, mi tarea sí que es advertirle que tomar decisiones sin tener en cuenta las teorías del área del transporte y la planificación supone una grave irresponsabilidad. Le aconsejo que reconsidere la eliminación del carril bus y -lo que es más relevante-, que sus equipos de trabajo y los del Ayuntamiento avancen hacia un proyecto de ciudad en la que dentro de veinte años podamos sentirnos orgullosos de su transporte público.