La historia de las paredes de la Casa Blanca que puedes ver en Santander

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Cada presidente estadounidense busca dejar un legado del que sentirse orgulloso, aunque pocos lo consigan. Cada vez que el despacho oval acoge un nuevo inquilino, más o menos cambios se suceden, también de puertas adentro.

Son las primeras damas “las encargadas” de decir la última palabra en un escenario profundamente patriarcal. Hablamos, por supuesto, de las remodelaciones en la residencia presidencial.

Tal y como relata la propia Casa Blanca en su apartado histórico, después de la destrucción de la Casa Blanca por parte de los británicos en 1814, ésta fue reconstruida con una sala de servicio directamente debajo del despacho oval. En 1837, el presidente Marten Van Buren convirtió el espacio en una sala de hornos para proporcionar calor al edificio.

Años más tarde, con Theodore Roosevelt, la habitación, llena de tuberías, conductos y yeso astillado, sufrió un nuevo cambio para convertirse en la tercera sala ovalada, complementando así la sala azul del piso superior y la amarilla en el segundo piso.

El arquitecto Charles F. McKim y su equipo adecuaron el nuevo salón de recepción para diplomáticos y altos dignatarios combinando tecnología arquitectónica moderna y diseño histórico.

El mural de la Casa Blanca

En 1961, con John F. Kennedy ocupando la presidencia y Jackeline Kennedy ocupándose de la casa, una nueva remodelación llegó a la habitación: papel pintado francés con motivos escénicos que incluían escenas panorámicas de Nueva York, West Point, el Puente Natural de Virginia y el puerto de Boston, bajo el título de Vues de l’Amerique du Nord (Vistas de América del Norte).

Es aquí, con el puerto de Boston representado, cuando damos un salto en el tiempo y el espacio para llegar a los años 50 del pasado siglo y a una ciudad de provincias como era Santander, concretamente, a una casa señorial cerca del Sardinero.

Entonces, el diseñador Paco Muñoz, del estudio Casa & Jardín, escogió el mismo papel para decorar una de las estancias de aquella casa que hoy conocemos como el restaurante DeLuz, uno de los establecimientos del grupo de restauración fundado por los hermanos Zamora donde se puede comer teniendo de fondo los mismos dibujos que en la residencia del político más poderoso del mundo.

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