«Somos una especie de náufragos en La Pampa»

El cineasta santanderino, Jesús Garay, junto a su mujer, Susan, están atrapados en Argentina. Afectados por una doble cuarentena, la obligatoria para extranjeros llegados de zonas de riesgo y la decretada para el conjunto de la población, esperan a que el Gobierno les facilite un vuelo de regreso
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El cineasta santanderino Jesús Garay, del Río de la Pila para más señas, lleva toda una vida afincado en Barcelona. El día 10 de marzo se subió junto a su mujer, Susan, a un avión con destino a Argentina, para unas vacaciones de una semana en La Pampa. Tenían que haber regresado el día 19, pero se han precipitado los acontecimientos a nivel mundial de una manera que ahora están atrapados, con cada vez más dificultades por las restricciones decretadas en aquel país.

Se encuentran a merced de la buena voluntad de sus vecinos argentinos, que les ceden conexión a Internet o, como ha hecho un taxista, les cambian dólares por pesos, porque empiezan a tener dificultades para sacar dinero del cajero. La situación empieza a ser crítica, porque al confinamiento se suma el desabastecimiento y la inflación en los supermercados. «Somos una especie de náufragos en La Pampa», explica en una entrevista con EL FARADIO de ARCO FM (103.2).

Cuando salieron de España, en la madrugada del 10 de marzo, recuerdan que «el país estaba aparentemente tranquilo y normal», pero cuando aterrizaron en Buenos Aires ya había «una gran paranoia» con los viajeros que venían de «zonas de riesgo», y les recibieron «con el termómetro en la frente nada más poner los pies en tierra Argentina».

De hecho, a los tres días de su estancia, mientras escuchaba un partido de la Liga Argentina de fútbol por la radio, escuchó como se interrumpía la retransmisión para ofrecer un discurso del presidente de la nación en el que ya se decretaba la cuarentena para los extranjeros procedentes de esas zonas de riesgo.

Así que Jesús y Susan encadenan ahora su segunda cuarentena, la primera por viajeros españoles, y la segunda por el decreto que afecta ya a toda la población argentina, en un país que ha mirado en esta crisis con mucha atención, por sus vínculos, por sus antepasados, tanto a Italia como a España.

Tenían cerrado e impreso un vuelo de vuelta para el 19 de marzo con Level pero «sin ninguna explicación fue suspendido» y se han quedado allí «varados». Ahora no saben cuándo podrán volver, cuando la Embajada «tenga a bien comunicarnos un vuelo y se acerque algún país de nuestro país a recogernos».

«Los consulados están blindados, todo se remite a la red y prácticamente no hay ninguna interlocución», y explica que se registraron para ser tenidos en cuenta para la repatriación, aunque, de nuevo, lamenta que «los consulados son lugares herméticos» que «no han estado a la altura de las circunstancias como esta, en que la gente quiere comunicación y alguna información que les saque de esta enorme ansiedad que provoca la situación del mundo en generar y estar en una especie de destierro absurdo y surrealista».

LOS QUE SÍ CONSIGUEN REGRESAR

Hace ya muchos días que contactamos con Jesús Sánchez Ferrero, un cántabro, de Suances, que se marchó con dos paisanos suyos de vacaciones a El Salvador, y practicar allí unas de sus aficiones preferidas, el surf. Se marcharon el 1 de marzo, cuando todavía no estaban encendidas las luces de alerta en España, pensando en volver el 17 del mismo mes. Ya antes decidieron que querían volver, viendo la evolución de los acontecimientos. Pero Iberia no les daba avión, canceló sus billetes y les devolvió el dinero.

Tras mucho hablar con la Embajada, acabaron logrando que el Ministerio de Asuntos Exteriores pusiera un avión que trajera de vuelta a españoles que estaban en Guatemala, El Salvador y Honduras. Los tres están ya en residencia habitual, aunque en el caso de Jesús, aún no puede estar con su familia. Su mujer y sus hijas se marcharon a casa de los padres de ella, en la provincia de Alicante, y ahora no pueden regresar a casa. Deberán esperar a que termine el confinamiento para reencontrarse.

Otro caso es el de Francisco Javier Gómez Pando. Es buzo y trabaja en Perú, pero no se sentía del todo seguro allí. Temía que pudiera contagiarse de Coronavirus en un país donde la atención sanitaria no ofrece muchas garantías. Él pertenece al grupo de riesgo de esta enfermedad, por tener 61 años y tener asma y bronquitis. Por eso prefería regresar a Cantabria y estar junto a su familia. Tanto él como su madre, de 86 años, hicieron sendos llamamiento en Facebook.

Su historia también tiene final feliz. Este miércoles lograba coger un avión hacia Madrid, por lo que estará con los suyos en cuestión de horas.

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