2, 3, 4

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Empezamos la segunda semana después del cumpleaños en el que cambié el dígito de las decenas; la tercera de la primavera, con aires descaradamente veraniegos y la cuarta de encierro. De ese, con suerte, estamos en la mitad. Pero con los miles de conciudadanos que no van a ver el final, no es terreno para frivolidades. En mi opinión, tampoco para quejas. He estado a punto de titular en alemán y me he acordado del 1, 2, 3, de Billy Wilder. Berlín con muro y Coca Cola… Después de cinco años he retomado el estudio de esa lengua. Ha sido un ahora o nunca. El tiempo libre  no es escaso. El lunes pasado tuve que salir al centro de salud y aproveché para comprar en el centro comercial de al lado. Impresionantes ambos lugares pero al fin, en esta casa que no fuimos acaparadores, hemos conseguido rollos de papel del necesario…

Esa noche, o la anterior, tuve un sueño. No suelo recordar lo que sueño, pero en este caso me duraba la risa al despertar. LO cuento porque me puede leer algún psicólogo y ayudarme a descifrarlo. En escena, un cuerpo de baile vestido como los derviches o aquellos Locomía de los 80. La música era el Resistiré de Manolo y Ramón, que danzaban escoltando a Ana Botella, la primera bailarina. Días más tarde me entero de que, si no es uno de los miles de fakes que circulan, esa letra la escribió el hijo de un preso condenado a 17 años de cárcel por militar en el PCE. Poca broma si es cierto.

Voy engordando la lista de todo lo que me callo porque no me parece momento. Lo que no escribí, puede llegar a ser un libro más gordo que aquel famoso libro gordo. Le debo mucho a la obra de Galbraith sobre el crac del 29. Con 31 años, cierta crisis existencial y un ERTE en mi empresa; con un intento de golpe de estado aquel mes de febrero; con un hijo a punto de cumplir su primer año de edad…hace casi cuarenta años decidí que seguía preparando unas oposiciones a lo que hoy se llama Profesores de Secundaria. Llegué a conocer bien la obra de Galbraith y tuve la suerte de que fuera la opción que me tocó en el ejercicio definitivo.

Ahora que las políticas keynesianas pueden volver a ser apreciadas para salir de agujeros del tamaño del que nos ha excavado el virus del demonio, esa salida no puede estar muy lejos de un nuevo plan Marshall. La traducción que acabará imponiéndose aquí, un nuevo pacto de la Moncloa, no me parece acertada. De esta no salimos solos, o sale Europa entera, o esa vieja construcción inacabada quedará condenada al derribo o al colapso. Nuestra derecha no parece muy dada al pacto. Además, la controversia sobre lo que significaron aquellos pactos puede erosionar la frágil unidad del gobierno de coalición. Curiosamente ahora serían los herederos de quienes empujaron más, desde el lado de la izquierda, los que pudieran aparecer como más críticos, mientras que los herederos del tibio PSOE desnortado del otoño del 77, serían sus máximos defensores.

Si no recordamos la contrapartida política que significaron aquellos pactos. Si nos quedamos en medir IPC,s y otras variables macroeconómicas, olvidamos lo que significó la Constitución del 78 respecto al franquismo. Un nuevo Pacto de la Moncloa, para poder compararse con aquel, debería poner sobre el tapete todo. Incluyendo forma y organización del Estado. Y no creo que haya mucho defensor de esa posibilidad fuera de los grupos parlamentarios nacionalistas y de Unidas Podemos.

Hoy, lunes Santo, debería subir por la Alameda la Virgen de la Esperanza camino de Valdecilla. No va a salir. Otros han sacado ya, en semanas poco santas, la Amargura, las Angustias y la de los Dolores, aunque haya sido en la versión virtual. Las tres muy queridas por el sector triste de de este pueblo, que antes de ser de derechas o de izquierdas es, triste. Después, individualmente, además, algunos son muy malos y muy malas. Machado pudo dirigirse a ese sector: Mala gente que camina y va apestando la tierra…

 

 

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