La madriguera IX. «Aplaudimos»

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APLAUDIMOS

Maria Angeles Solar Joaquín

 

El reloj marca las ocho. Ha dejado de oscurecer y detrás del cristal, languidece un día moribundo. En ocasiones, nos identificamos con ese desvanecimiento paulatino. Las terribles noticias, los miles de personas afectadas por esta pandemia, las muertes…todo ello suma para apagar nuestros ánimos e identificarnos con ese día marcado por las ocho de la tarde cuya luz se debilita más allá del horizonte. Insisto «a escasos minutos» pero aún no es un hecho. Aunque creamos que todo lo que gira en torno a nuestro presente representa una constante penumbra, siempre habrá luz al final del túnel y volveremos a aplaudir todos los días a las ocho, a esa hora mágica en la que se cree que todo está perdido pero no es así, más bien todo lo contrario. Hay muchos motivos para albergar esperanzas.

Y, entonces, ¿Por qué aplaudimos?

 

Aplaudimos porque cada día a las ocho, como ya ha sido estipulado, rendimos un particular homenaje a todos esos sanitarios que se han convertido en héroes con batas. Lo que realmente salva vidas en este país, no son los ejercicios de retórica que tanto entretienen a los políticos sino las medicinas y los conocimientos médicos que emplean el personal sanitario para atender a todos los infectados por este  maldito virus.

Aplaudimos porque las adversidades suponen un motivo más para aprender. Últimamente experimentamos un apego innegable a las redes sociales y la consecuencia directa, supone un desapego al contacto con las personas. ¡Es curioso! Antes, cuando podíamos hacerlo, no éramos capaces de valorar la importancia de dedicar una sonrisa a la vecina del cuarto. ¡Si! Esa señora regordeta que siempre bajaba las escaleras con una bandeja de rosquillas. Ahora, ¡Cuanto valoramos que se haya dedicado a coser mascarillas para cada uno de nosotros!

Aplaudimos porque este virus ha generado sentimientos más puros y nobles en nosotros: humanidad, solidaridad, empatía. Esos sentimientos que últimamente veíamos recogidos en las agendas o cuadernos de «Mister Wonderful» y ahora se han convertido en  una continua sucesión de ejemplos a diario. Todos nos movemos en el dolor. No podemos evitarlo. Siempre vamos a conocer a una persona afectada; otra persona alejada de sus padres que presentan alto riesgo por ser contagiados; otra persona con familiares en estado crítico…y esto es sólo una síntesis de los dramas que se entrecruzan a diario. Ante esta oleada de sinsabores, siempre está la chica que graba videos para hacer yoga y evitar pensar en todos esos pensamientos negativos que generan pesar; siempre nos encontramos al muchacho o muchacha que a través de tic toc, facebook, instagran…se dedica a contar chistes para provocar una sonrisa en los demás; tampoco nos olvidamos de la gran cantidad de personas que comparten sus experiencias, su arte y sus habilidades de todo tipo para mantener esas mentes ocupadas y evitar el sufrimiento en medida de lo posible. A todo eso, lo llamo humanidad, empatía, solidaridad.

Aplaudimos porque este dichoso COV-19 es la oportunidad perfecta para plantar cara a nuestros miedos, a nuestras limitaciones. Así lo hace la eterna muchacha que tiene miedo a sufrir por amor y decide apuntarse en el tinder con la extraña previsión de haber encontrado un posible pretendiente. Este es el caso de los temerosos, aquellos que se identifican como «seres sociales» que se les «cae la casa encima» y aprenden a descubrir que dentro de ellos mismos hay un mundo por descubrir que aún les resultaba ajeno y desconocido.

Aplaudimos para recordar a quienes no pueden aplaudir, a quienes no tienen esa posibilidad. Aplaudimos para reivindicarlos, para recordarlos, para visibilizarlos y, a partir de este punto de inflexión o prueba a la que nos ha retado el destino llamada “coronavirus”; no ignorarlos cada vez que se sienten a dormir en un banco del parque o supliquen por obtener un poco de alimento.

Aplaudimos para aprender a agradecer por todas estas comodidades con las que hemos sido obsequiados. Aplaudimos a nuestros mayores, a todas aquellas personas ahora catalogadas como “alto riesgo”. Aplaudimos desde nuestras casas porque la mejor manera de protegerlos es esta: el más absoluto confinamiento. Los protegemos porque nuestras comodidades nacieron del sudor de su frente. Esa España que hicieron resurgir de la nada con dedicación y trabajo. Ese cobijo que nos dieron en los tiempos duros con sus pensiones. Aplaudimos por ellos.¡Sí!. Aplaudimos porque se merecen el más grande de nuestros respetos.

Aplaudimos porque esta pandemia representa una batalla colectiva y simbólica que refuerza nuestros lazos, nuestra unión como pueblo. Cada día que descubrimos no tener síntomas mientras nos quedamos en casa, es una batalla ganada. Una suma, Un día más que hemos vencido al enemigo y un día menos para reunirnos con nuestros seres más queridos.

 

Imagen cedida por su autor Carlos San Vicente

Nota: Para publicar en “La madriguera” podéis seguir enviando vuestros textos, poemas, reflexiones etc…a Jose Elizondo: granmeaulnes@hotmail.com

 

 

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