Amnistía Internacional publica la segunda entrega de ‘Mujeres contra el coronavirus’

Paz (en la foto) cuenta la historia de su amiga María, auxiliar de clínica en un hospital de Andalucía
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María, una mujer risueña y con una sonrisa permanente, como la describe su amiga Paz, es auxiliar de clínica en un hospital de Andalucía y junto a otras tantas sanitarias y sanitarios interinos ha tenido que trabajar durante esta pandemia en la planta más solicitada, con los infectados de coronavirus, y es en esta área en la que conoció a Antonia, una paciente que le ha dejado una huella especial en estos días tan difíciles.

Antonia estaba interna en una Residencia de Mayores donde como tantas otras personas se infectó del virus. A pesar de que cuando entró en la planta de enfermedades infecciosas del hospital su estado era muy crítico, a lo largo de la tarde mejoró y María pudo asearla y entablar conversación con la mujer. Así María pudo saber que Antonia había pasado gran parte de su vida en un pueblo de la Sierra de Cádiz, donde se dedicaba al pastoreo de las cabras y hacer queso en su juventud, contándola al mismo tiempo, que lo que mas añoranza le daba en esos días con la enfermedad, es la falta de aire y soledad, algo que nunca le había faltado hasta ahora, hecho que le causó una gran impresión a María.

En las horas siguientes a su charla Antonia empeoró y no la pudieron ingresar en ‘UCI’ debido a su delicado estado de salud, como así lo decidió el equipo médico.

Cuando al día siguiente ‘María’ volvió a trabajar al hospital, se la informó que la paciente Antonia había fallecido al amanecer, y que su único hijo al pertenecer a una familia de pocos recursos económicos había tenido que trasladarse a Alemania en busca de una oportunidad de empleo, por tanto, no tenía posibilidad de poder acudir a enterrar a su madre. Los problemas crecen cuando Antonia no dispone de un seguro de decesos, y tienen que velar su cuerpo durante casi 13 horas hasta que los servicios municipales pueden hacerse cargo de ella.

María estuvo preparándola con los escasos medios disponibles para ello, hasta que al finalizar la tarea pasó a desinfectarse, cambiarse de ropa en el vestuario y finalmente, derrumbarse por la pérdida, la soledad y el aire que su última paciente había deseado y por la carga física y mental, que tanto ella como el resto de personal sanitario tienen que soportar en estos días tan duros de pérdidas, incertidumbre y angustia.

Como el tiempo no para María se esforzó por sacar una sonrisa reflexionando en como le podía afectar de manera tan profunda la perdida de Antonia, cogió fuerzas, y se dirigió a saludar a su nueva paciente.

Una historia de vida con la que conviven miles de personas que trabajan en el sector sanitario a diario, la lucha por salvar vidas y el valor de seguir adelante tras la pérdida de las mismas, un mérito que camina de la mano de la esperanza.

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