Por Mayoría Absoluta

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“[…] Porque, si me matáis, difícilmente encontraréis otro hombre como yo, a quien el dios ha puesto sobre la ciudad, aunque el símil parezca ridículo, como el tábano que se posa sobre el caballo, remolón, pero noble y fuerte, que necesita un aguijón para arrearle. Así, creo que he sido colocado sobre esta ciudad por orden del dios para teneros alerta y corregiros, sin dejar de estimular a nadie, deambulando todo el día por calles y plazas.

Un hombre como yo no lo volveréis a encontrar, atenienses, por lo que, si me hicierais caso, me conservaríais. Si, enojados y como sobresaltados por el aguijón de un molesto tábano, dóciles a las insinuaciones de Anito me matáis impulsivamente de una fuerte palmada, pasaréis el resto de vuestra vida tranquilos sin que nadie perturbe vuestros sueños, a no ser que el dios, preocupado por vosotros, os mande a otro como yo[…]”, el Sócrates de Platón.

Hemos conocido que la jugada maestra del Ayuntamiento de Santander para salir de la crisis es poner encima de la mesa 25 millones de euros repartidos en 167 medidas, algunas de ellas, según parece, ya presupuestadas con anterioridad pero vendidas como nuevas. Lo presentado por la coalición de gobierno se ha votado a favor con casi la unanimidad de todos los partidos consiguiendo una amplia mayoría. Lo cual no implica que sea lo adecuado, también la politización del sistema judicial está apoyado por casi todos los partidos y es una aberración democrática que mina la separación de poderes.

El problema de las empresas y autónomos en Santander (y en cualquier rincón de España) es de reducción de ingresos y la existencia de gastos excesivos que reducen su liquidez. Para conseguir aumentar lo primero necesitan antes que no les ahogue lo segundo. Se trata de sobrevivir a la quiebra. Podrían haber optado por eliminar el IAE en lugar de sólo reducirlo un 25%. Podrían haber bonificado la cuota de autónomos que el Gobierno central no ha querido perdonar. Podrían haber eximido los impuestos que han decidido simplemente demorarlos. Sin embargo eso hubiese implicado para los gobernantes disponer de menos dinero de los gobernados para repartir discrecionalmente, especialmente para meterlo en obra pública, o en otros sectores amigos. Porque hacer algo por mayoría no significa tener razón.

Luego está la parte contratante de la primera parte. Todo el mundo demanda dinero para sí. Empresarios, autónomos, colectivos, asociaciones culturales, ciudadanos, funcionarios, servicios públicos. Todos piden dinero y la deuda en máximos. Ajá. Y ahora, ¿quién detiene al Leviatán?

Los políticos nos han educado durante años con el “quien no llora no mama” y el “¿qué hay de lo mío?”, por no hablar del “hoy por mí y mañana por ti”, que se deja entrever en los contratos analizados en su herramienta informática por el ciudadano Jaime Gómez-Obregón con contratos a dedo para correligionarios políticos. Así nos hemos dejado embaucar por estos trileros de la propaganda, supuestos representantes públicos, que con sus mayorías de rodillo partitocrático han impuesto una sociedad completamente supeditada a las decisiones políticas de turno. Nuestros empleados se han hecho a sí mismos imprescindibles para todos los que les mantenemos con nuestros impuestos, arrogándose el poder de decidir dónde o en quién usar el dinero que es de todos, menos de ellos.

Así nacen esos grupos de poder que trampean un sistema corrompido por los tratos de favor, el ayudar a una empresa mientras diez o veinte autónomos se mueren de inanición financiera por el retraso de la Administración en el pago a proveedores; o el bajarle el IVA a un sector por ayudar a que su producto sea consumido mientras ese mismo discurso no aplica para el resto de productos.

A finales de la semana pasada se nos vino encima el llamado día de la Liberación Fiscal, es decir, el momento del año en el que dejamos de trabajar para los políticos y pasamos a hacerlo para nosotros mismos. Desde una perspectiva anual, hasta estos días finales de junio todo nuestro salario se ha ido en impuestos. La mitad de nuestra vida. Todo por mantener un sistema hipertrofiado a base de redes clientelares del que ni siquiera podemos elegir los servicios que nos ofrece por mucho que los paguemos. Curiosa forma de entender la libertad.

Es más que posible que si este día de la Liberación Fiscal estuviese en febrero en lugar de junio, la liquidez de negocios y familias no sería tan precaria. Que la responsabilidad individual creciese en nosotros fomentando el ahorro en lugar del sobre-gasto y la deuda crónica, empujándonos al asociacionismo entre nosotros en lugar del lobbismo para ablandar al político. En definitiva, alejando del subconsciente el “que me ayude papá Estado”. Porque lo siento, estimados y abnegados contribuyentes, papá Estado es un caprichoso egoísta que sólo buscará su propio beneficio. Si no se fían de la intencionalidad de un anuncio en los medios porque saben que es interesado, no debieran fiarse de la promesa de unos políticos que necesitan ser elegidos para seguir ejerciendo el poder a nuestra costa. No se fíen de ellos, incluso aunque lo que hagan lo hayan aprobado por mayoría absoluta. Busquen el tábano que les mantenga despiertos

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