Que es el rey, coño

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Estamos asistiendo a un culebrón este verano de los que hacen época, el enredo del Rey Juan Carlos I, “El Campechano” y todas las reacciones que vemos estos días a través de los medios de comunicación. Unos intentan defenestrar al rey emérito y otros justificarlo y para ello se utiliza todo un argumentario que en muchos casos provoca sonrojo e incluso risa.

Veamos los hechos conocidos. Nos enteramos de que Juan Carlos I ha mantenido una relación extramatrimonial con una señora alemana a la que no ha puesto un piso, como es rey, la ha puesto un palacio, el del Pardo, que es del Patrimonio Nacional. Por otra parte, sale a la luz que el susodicho rey tenía cuentas en Suiza con muchos millones cuyo origen no está muy claro: donaciones, comisiones, regalos de otras monarquías. Hasta aquí, me parece todo normal teniendo en cuenta que estamos hablando del Rey, ¿por qué no va a poder poner un palacio del Patrimonio Nacional a su amante y recibir regalos en forma de millones?, coño, que es el Rey.

Siguiendo con los hechos, para evitar que nos enteráramos de las cuentas en Suiza, el rey puso parte de los millones en la cuenta de su amante, Corinna de nombre, unos 65 millones de euros, para que se los guardara y ahora la muy lista dice que fue un regalo por amor y que “Santa Rita, Rita, Rita, lo que se da no se quita”, o como sea el dicho en alemán. Parece ser que la justicia suiza, a pesar de su permisividad con esto de las cuentas y los dineros, está investigando los ingresos de la señora Corinna y se ha destapado todo el asunto con la complicidad de un antiguo comisario, el señor Villarejo, que forma parte de las llamadas cloacas del Estado y que se encuentra en prisión por utilizar los recursos públicos en beneficio propio.

Lo último del culebrón veraniego es que, como ciertos sectores estaban criticando al Rey Emérito por estos hechos, D. Juan Carlos, despechado con tanta crítica ante hechos tan insignificantes, se va de España. No sabemos dónde, nos desprecia con el látigo de su desprecio e indiferencia y se nos va, dejando al pueblo sin su Rey Emérito. Lo más sorprendente es que no deja de ser Rey, solo se emite un comunicado para anunciar que se va de España … pero si nunca hemos sabido dónde estaba o ¿acaso nos comunicó cuando se fue a Botsuana a cazar elefantes?

Hasta aquí los hechos y a partir de aquí se han desatado todo tipo de reacciones. Unos dicen que debería ser investigado y juzgado por presuntas irregularidades fiscales, por el cobro de comisiones, por utilizar su cargo para beneficio propio, etc. Otros dicen que no es para tanto y además su figura es inviolable y no puede ser juzgado y habiendo sido rey tantos años y tan campechano él, pues que le dejemos en paz. ¡Coño, que es el Rey!

Estamos en una Monarquía. Quiere esto decir que la Jefatura del Estado está en manos de una familia. Esto se justificaba tradicionalmente por su origen divino, hoy, en pleno siglo XXI, como nadie se lo creería han sustituido la divinidad por la Constitución, que muchos adoran como si fuese Dios. Solo puede ser rey o reina el descendiente mayor de esa familia “con preferencia siempre del varón sobre la mujer” (art. 57 de la Constitución). El resto de los 47 millones de españoles estamos excluidos de la posibilidad de ser el jefe de nuestro estado. Si aceptamos esto ¿por qué no vamos a aceptar que el Rey está por encima de las leyes?

Me parece normal que el Rey, dada su prerrogativa, viendo además su cara en todas las monedas, considere que está por encima de las leyes, que las monedas sean suyas y que se indigne ante las críticas por su comportamiento. Para eso es el Rey, aunque sea emérito, pero como la canción “sigue siendo el Rey”.

Durante los últimos cuarenta años la élite política y los medios de comunicación de este país han estado ocultando a la opinión pública española el comportamiento de Juan Carlos I, ensalzando siempre la labor del monarca, su entrañable vida familiar, su supuesta campechanía, su supuesta defensa de la democracia, etc. Esta manipulación de la figura del monarca hizo que la mayoría de este país, que no era monárquica, se hiciera “juancarlista”. En la actualidad, que no se considera juancarlista ni su hijo, esos mismos poderes quieren convertirnos en monárquicos, intentando separar las actuaciones del rey emérito de la institución monárquica y ensalzando la figura de Felipe VI. Déjense de maniobras, desacralicemos la Constitución y decidamos libremente la forma de gobierno que queremos.

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