“La música hace cosas en el cerebro que no se consiguen de otra manera”
Ojalá el cáncer fuera sólo el cáncer. Es decir, una enfermedad, con un tratamiento, duro: el pelo, las uñas, los dientes, el vómito. Pero hay un momento, y es prácticamente al minuto después del diagnóstico, en el que el cáncer se convierte en algo más: prácticamente es tu trabajo. Y se mete en tu casa todo el tiempo, luego es una presencia constante, uno más de la familia. Afecta a las relaciones, a la pareja (como recuerda el libro ‘En el amor y en el cáncer’ de la Fundación Más Que Ideas) y a todo lo que se pasa por tu cabeza. Es decir: la memoria, el sueño, la ansiedad (por ti, por los tuyos…), el ánimo, ese pasar de la alegría por un buen día al miedo tras una mala sesión… Lo que se conoce como chemo brain es, también, agotador.
La idea ya había sonado antes, unas clases de piano a través del ordenador que permitían ejercitar el cerebro, la memoria, y que Método Sancal estaba aplicando a pacientes con enfermedades neurológicas, personas mayores o a afectados por deterioro cognitivo.
A partir de ahí, un grupo de oncólogos, que palpaban en su día a día los problemas de sus pacientes, se planteó aplicar ese método para ayudarles, tal y como recuerda Javier Anchuelo, médico en el servicio de Oncología Radioterápica e investigador principal de este estudio, junto con Ana De Juan.
Una beca de investigación del IDIVAL, el Instituto de Investigación Marqués de Valdecilla, permitió conformar el equipo, con profesionales de oncología médica y radioterápica, hematología, neurología, ginecología o la psicooncología, , en colaboración con la Asociación Española contra el Cáncer, además de un experto en análisis de datos y el Ayuntamiento de Santander.
Y seleccionaron a una veintena de pacientes que habían tenido cáncer, de los hospitales de Valdecilla, Sierrallana y Laredo. Sin tumores activos, y sin conocimientos previos de piano.
Durante siete meses, realizaban ejercicios todas las semanas, además de una clase con un profesor durante 45 minutos. Se trata de ejercicios a través de una plataforma virtual, con una herramienta que permitía simular que se toca el piano, mientras por la pantalla se invitaba a reproducir una melodía, entre otras prácticas, que invitan, por ejemplo, a alternar el uso de las manos o recordar las combinaciones de teclas, combinado con el factor de la distinta duración de las notas que en el mundo de la música imprimen, por citar un caso, las corcheas.
“Medimos la depresión, la ansiedad, la memoria y la concentración”, describe a EL FARADIO Javier Anchuelo, que coordinaba un estudio que partía de la dificultad añadida de la inexistencia de estudios previos.
Los ejercicios variaban su dificultad en las distintas partes del proceso, y ahí fue cuando detectaron que todos los pacientes mejoraron en variables que estudiaba el equipo, como la memoria o la ansiedad.
Para ellos, el resultado fue una “sorpresa”, porque no esperaban “tanta mejora”. “La música hace cosas en el cerebro que no se consiguen de otra manera, recalca Anchuelo, quien explica que con los ejercicios se generan unas rutinas “que implican que estás muy concentrado”, lo que lleva a “ejercitar y mejorar el cerebro”. Además, dentro de la música, el piano resultó un ejercicio “muy completo” a la hora de trabajar la concentración.
Los resultados se han enviado al Congreso Europeo de Cáncer de Mama y al Congreso Nacional de Neurología, y se está trabajando en un artículo científico que recopile las conclusiones de un estudio que para terminar de comprobar todo su potencial y su implantación como tratamiento requeriría una fuerte inversión.
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