Ghostbusters

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Estaba cantado. Los guionistas de este apocalíptico 2020 no podían defraudarnos. Trump ha pillado el bicho y el virus, evidentemente, ha mutado en espectáculo. En eso, aunque nuestra clase política últimamente ande comprando boletos a lo loco, los norteamericanos nos llevan décadas de ventaja. El mensaje que se nos traslada desde Washington es evidente: Trump ha superado la enfermedad ergo América ha vencido la batalla. Banderitas, proclamas patrióticas, unos cuantos USA entonados a coro a la puerta del hospital y vuelta a la Casa Blanca en helicóptero militar, que todavía estamos en campaña. Mr President tiene alma de payaso, en el sentido más peyorativo del término, y estómago de vaca; es decir, te rumia un virus y te regurgita una batería de tuits cada cual más vergonzante y unas imágenes de un surrealismo tan exacerbado que sonrojarían al mismísimo Luis Buñuel.

Con las elecciones presidenciales a la vuelta de la esquina, más de uno se ha planteado que quizás haya gato encerrado en este asunto, todo sería mirar debajo de la peluca del mandatario. Bien es cierto que, sea por irresponsabilidad o justicia poética, el tipo se ha ganado a pulso un coronavirus de al menos 5 Jotas (no confundir con 5G). Por otro lado, su contrincante, Biden, a estas alturas ya no sé sabe si se frota las manos ante la calamidad o no le llega la camisa al cuello. Donald, como todo buen majadero, es imprevisible. De todas formas, en la oposición tampoco parece que haya mucho que rascar ¿Les suena de algo? Para darle otra nota de color a la paleta, los mensajes de ánimo de la mayoría de sus archienemigos no se han hecho esperar. Fair Play lo llaman, otra cosa es creérselo.

Trump, más allá del físico, que también, siempre se me ha dado un aire al Hombre de Malvavisco de Cazafantasmas. Pongo a los lectores en situación; en la famosa película de 1984, después de haberse cargado a un buen puñado de entes y espectros, los cazafantasmas se enfrentan al último y más peligroso de sus adversarios: un gigante algodonoso, orondo y sonriente que, cual Godzilla, se abre paso entre los rascacielos de Manhattan aterrando a la población. Bajo esa apariencia de torpe y simpático monstruo se esconde el Hombre de Malvavisco (Stay Puft en el original), el cual ha surgido directamente del recuerdo infantil de uno de los cazafantasmas, el que interpreta Dan Aykroyd, si no me falla la memoria.

Y aquí entra Donald de nuevo. Trump es tan maleducado y grotesco que uno a veces ha de propinarse un par de bofetadas para acabar de creérselo. Pero no, el personaje es real, de carne y hueso, por decir algo. Trump es presidente porque fue votado por 63 millones de estadounidenses, que se dice pronto. No hay que olvidar que si ancha es Castilla, mucho más ancho es Texas. El fantasma naranja usa a sus contrincantes como combustible para empoderarse aún más y todo lo soluciona con represión, insultos, muros kilométricos, meadas fuera del tiesto e himnos. A Trump nos lo hemos imaginado y aquí está, multiplicado por mil, hijo de su tiempo, nuestro Hombre de Malvavisco; ‘’Ese oscuro objeto de deseo’’, volviendo a Buñuel. Y, ojo, no es el único en su especie, que aquí también gastamos de eso y lo que te rondaré morena.

Vale que el personaje, tarde o temprano, desaparecerá del mapa político, si no es en esta legislatura será en la siguiente (otros cuatro años de Donald, imagínense). Pero su estilo desafiante y demencial, a buen seguro, dejará poso. La veda se ha abierto: la política-espectáculo, el echar balones fuera continuamente, la mezquindad, la mentira como arma arrojadiza, la censura, el control y la represión tiene pinta de que han llegado para quedarse.

Por cierto, ¿saben cómo terminaron los Cazafantasmas con el Hombre de Malvavisco? Se lo cuento: cruzando sus rayos de protones en dirección al portal tridimensional y haciendo que este se invirtiera. No parece difícil. Aunque, a decir verdad, los guionistas de antes eran bastante mejores que los de ahora. Siempre nos quedará la banda sonora de la película. Póngansela en casa, suban el volumen y bailen sin pudor. Hagámoslo mientras nos lo permitan.

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