Centro Botín

‘Arte y arquitectura: un diálogo’, en el Centro Botín

La muestra entabla un diálogo con el edificio del centro de arte de la Fundación Botín en Santander, mientras aborda la relación que los artistas mantienen con el espacio en el que presentan sus obras.
Tiempo de lectura: 6 min

El Centro Botín presenta ‘Arte y arquitectura: un diálogo’, una exposición que entabla una conversación con el edificio de Renzo Piano, convertido desde su apertura en icono y punto de referencia del Paseo Marítimo de Santander, que aborda la relación que los artistas mantienen con el espacio en el que presentan sus obras, cómo se apropian del espacio expositivo y arquitectónico, indagando en la influencia mutua entre la arquitectura y el arte, ofreciendo reflexiones sobre cómo la arquitectura conforma nuestras propias vidas y articula la interacción social.

‘Arte y arquitectura: un diálogo’ permanecerá abierta al público del 10 de octubre de 2020 hasta mediados de marzo de 2021, y reúne una selección de obras de artistas que en su día dirigieron un Taller de Artes Plásticas de la Fundación Botín y expusieron sus trabajos en Santander, junto con piezas creadas por antiguos beneficiarios de la Beca de Artes Plásticas que concede la Fundación.

Así, podemos ver obras de Leonor Antunes, Miroslaw Balka, Carlos Bunga, Martin Creed, Patricia Dauder, Fernanda Fragateiro, Carlos Garaicoa, Carsten Höller, Julie Mehretu, Jorge Méndez-Blake, Muntadas, Juan Navarro Baldeweg, Sara Ramo, Anri Sala y Julião Sarmento, artistas todos ellos para los que la arquitectura forma parte de sus preocupaciones, al punto de afectar en algunos casos a la definición formal de sus investigaciones plásticas.

Según Benjamin Weil, director artístico del Centro Botín y comisario de la muestra, “Si el propósito inicial de los edificios era dar techo a los seres humanos y animales domesticados, hoy funcionan también como ágoras en los que se desarrollan un amplio espectro de funciones sociales, que van de lo comercial y lo administrativo a las actividades profesionales o los espacios culturales, como es el caso de los museos”.

RECORRIDO EXPOSITIVO

La exposición se sitúa en la segunda planta del Centro Botín y se divide en dos espacios separados por una pared abierta, diáfana, que crea el ritmo expositivo.

Mientras en la primera sala encontramos obras en dos dimensiones, en la segunda lo hacemos en tres, reflejando así la idea de la arquitectura como objeto y como sujeto, aunque la frontera en muchas de las piezas expuestas es difícil de delimitar.

Es el caso de Seven Sliding Doors Corridor (2016), de Carsten Höller, que se vale de materiales y de mecanismos electrónicos para generar una experiencia física prototípica de la modernidad que combina referencias a la arquitectura corporativa y a la de la ciencia ficción. Así, la pieza consiste en un pasillo de quince metros de longitud con siete puertas correderas y una superficie de espejo en varios niveles de opacidad o transparencia, pudiendo así ver de dentro a fuera o de fuera a dentro.

La sala también alberga No Window No Cry (Renzo Piano & Richard Rodgers, Centre Pompidou, Paris) (2012) de Anri Sala, que consiste en una réplica a escala real de un ventanal del famoso museo parisino en el que se presentó inicialmente esta pieza. Colocada delante del ventanal del edificio, establece una relación entre el ventanal del primer museo diseñado por Renzo (Centre Pompidou) y uno de los más recientes (Centro Botín), haciendo aflorar un cierto grado de continuidad formal entre ambos edificios a pesar de los cuarenta años que los separan.

Por su parte, Miroslaw Balka escucha la arquitectura de los lugares en los que expone sus esculturas desde los primeros años noventa. La pieza que se expone, 196 x 230 x 141 (2007), consiste en una estructura hueca de forma triangular que sugiere la entrada a otro espacio o dimensión espaciotemporal, a una mina, acaso, con la bombilla desnuda que ilumina su interior apagándose en cuanto el visitante se aproxima para introducirse por un pasillo que se estrecha.

La obra de Jorge Méndez-Blake recurre a ladrillos en Desde el fondo de un naufragio (2011) para edificar dos estructuras en forma de torre, que aluden a la arquitectura de las primeras construcciones industriales al tiempo que escenifican con teatralidad una antología de versos del poeta simbolista francés Stéphane Mallarmé, funcionando, de algún modo, como una especie de desproporcionados sujetalibros o sugiriendo las paredes de una biblioteca.

Para Benjamin Weil, director artístico del Centro Botín y comisario de la exposición, “hay artistas que eligen crear sus esculturas inspirándose directamente en la estructura lingüística de la arquitectura; otros, en cambio, optan por abordar temáticas que pertenecerían más bien a lo ornamental, planteando con ello quizá una reflexión sobre el estatus de la obra de arte en el edificio”. De hecho, aunque a menudo los propios arquitectos asumen el acabado de sus construcciones, dichos acabados son, en ocasiones, fruto de la colaboración con artistas de artes plásticas o decorativas.

Por ejemplo, Carlos Bunga en Intento de conservación (2014) ha elegido albergar una pintura tridimensional sobre cartón en una vitrina empotrada en la pared de la sala, mientras Sara Ramo hace una referencia directa a la arquitectura con dos obras que aluden formalmente a las artes decorativas: Intratable (tributo a Ivens Machado) (2019), una columna de proporciones monumentales; y Hendija (2019), que consiste en una ranura en la pared donde la artista inserta objetos coleccionados por ella misma.

La pieza mural de Martin Creed, Work No. 2696 (2016), genera una distorsión perceptiva del espacio mediante pintura de colores y espejos, dos materiales tradicionalmente utilizados en las artes decorativas. Aunque ocupa el espacio de forma minimalista a nivel visual, esta pieza es muy impactante por la doble presencia de la pintura en sí y su reflejo en el espejo.

Para crear All of a Tremble (Encounter I) (2017), Anri Sala se inspiró en la producción semi-industrial de papel pintado para fabricar un instrumento musical, realizado de hecho con unos cilindros de impresión como los que antiguamente se empleaban para crear los diseños de los papeles. La pieza es una pared cubierta de papel pintado que obstaculiza la visión de la ciudad.

La estructura diáfana y suspendida del entramado de metal de la obra Discrepancies with Oaxaca textile II (2018), de Leonor Antunes, se inspira en diseños de tejidos tradicionales de Oaxaca (México). Aunque es un elemento decorativo, al mismo tiempo tiene una presencia arquitectónica muy fuerte.

Por su parte, la pieza de Patricia Dauder, Floor (2018), consiste en un conjunto de noventa piezas desgastadas de pavimento de parqué, situadas sobre el suelo del espacio expositivo formando un rectángulo sobre el que la artista ha colocado una obra sobre papel aparentemente quemada. La pieza se relaciona directamente con la arquitectura del espacio y reflexiona sobre la memoria atrapada en elementos arquitectónicos.

 

 

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