De la condición femenina

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Franca Rame y Darío Fo escribieron ocho monólogos, en los que la atención está puesta en la condición femenina, bajo distintas situaciones de la vida individual, familiar, laboral, social…, que tienen de común la posición de inferioridad, a la que la mujer ha estado sometida en las sociedades de todos los momentos de la historia.

Con el título de “Mujeres que hablan de ti”, Arte en Escena ha ofrecido la representación de dos de esos monólogos, en la tarde-noche del día 16 de octubre, dentro de la VI Muestra de Teatro MUJERES QUE CUENTAN, programada por La Teatrería de Ábrego. Dos actrices, Lydia Ruiz y Marta López Mazorra, que también dirige la función, interpretan a “una ama de casa” y a “una puta en el manicomio”, respectivamente. Casa, en la que está prisionera, la primera, teniéndolo aparentemente todo; manicomio, que la segunda tiene por casa, despojada de sí misma, arrebatadas la dignidad de ambas. En clave de farsa, los dos monólogos tienen mucho de dramático, cuando no todo, a pesar del tono.

De lo que hablan hablan estas mujeres, hablando de ellas mismas, es de la sociedad, en la que son los hombres quienes han venido estableciendo las reglas, que rigen sus relaciones, la mayoría de ellas en perjuicio de la mitad del género humano, que ha visto limitada, cuando no anulada, su capacidad para expresarse y actuar libremente.

En la soledad y en el desamparo coinciden las dos mujeres en sendos monólogos. La ama de casa aturde su indefensión con músicas, que rayan con el ruido, y la refugia en el recuerdo de un momento dichoso, que está pagando con una muerte en vida. La puta ahoga su desolación con el grito acusatorio contra quienes la llevaron, impunemente donde no se la puede oír, por más que grite.

Lydia Ruiz da voz a la mujer, a la que no le falta nada de lo inventado, para entretenerse en casa lavando, planchando, cosiendo, limpiando, y hasta con un cuñado, tullido y lascivo, al que atender. Solo le falta la libertad para poder salir de la casa, en la que el marido la tiene encerrada, bajo llave, en castigo por aquel efímero episodio feliz, que aún la mantiene en la vida, por más que se esté desvaneciendo en el recuerdo. Marta López Mazorra interpreta a la mujer, cuya trayectoria existencial ha estado marcada por las agresiones de toda índole, con factura masculina, hasta conducirla a un estado de desesperación inducida, que es tenido por locura, desde la que clama ante un profesional de la salud mental que no se deja ver, sin que su queja llegue a los culpables.

Porque una y otra mujeres hablan de quienes son beneficiarios de su desgracia. En un escenario con objetos para el trabajo doméstico de metacrilato, signo de un cierto estatus, no exento de sofisticación, la interpretación de Lydia Ruiz, sabe mostrar un desenfado, casi un desparpajo, en cualquier caso engañosos, que rezuman un profundo estado de insatisfacción resignada.

Marta López Mazorra, atado su personaje, de pies y manos, a una silla, y el cerebro enchufado a una máquina, transmite con la veracidad del sentimiento ultrajado, la angustia, cargada de desesperanza, de quien está, no solo privada de libertad física, sino además encerrada en sí misma, sin atisbar una salida. Al menos, la ama de casa sabe quién tiene la llave.

Y, mientras, los culpables en libertad sin cargos, ni siquiera de conciencia. Las dos se complementan en su trabajo actoral. En tanto una consigue esbozar una sonrisa, por más que amarga, en el espectador, la otra mantiene en el espectador un gesto tenso, reacio a la sonrisa. Espectador compadecido con unos estados vitales, que ellas han acertado a transmitirle.

El único defecto que tienen estos monólogos de Franca Rame y Darío Fo es que no han dejado de tener más que algo de actualidad. Lydia Ruiz y Marta López Mazorra han ofrecido un cumplido trabajo sobre el escenario, por si algún día pudiera ser cosa del pasado.

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