La hoja roja

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“Tendrás estorbo por poco tiempo, hija. A mí me ha salido ya la hoja roja en el librillo de papel de fumar» (Los estragos del tiempo, ed. definitiva de El camino, La mortaja y La hoja roja, col. Mis libros preferidos, vol. i, prólogo de Giuseppe Bellini, Barcelona, Ediciones Destino, 1999, p. 474).”

No se llama Eloy aunque si tuviera asistenta bien podría llamarse Desi, No sé si cuando Delibes construyó el personaje de la joven criada de un médico jubilado tuvo en mente  a “la Desi” de la actualidad; una  “poligonera” que se está quitando  tras dejar lo mejor de su precoz adolescencia en naves industriales reconvertidas en macro-discotecas de extrarradio. Aunque nuestra Desi también posee su propia jerga o vocabulario para manejar el mundo en el que se mueve. Hasta no hace mucho tenía sus sueños intactos y cabían en un pedazo de madrugada alargada hasta empalmar un día con el siguiente en un fin de semana que solo se acababa cunado lo habías dado todo y no te quedaba más.

La Desi piensa, mientras recoge la ropa tirada por el suelo, que ella jamás fue una “come-bolsas” como se conocían a aquellas chicas que se enrollaban con chicos solo para que les invitaran a unas rayas gratis. Cada una ponía el límite, aunque cuando pierdes la cuenta de las rayas lo haces también de los límites y nadie se fija en las señales de prohibido, y hay quien lo hace para saltárselas como si no existieran. Y tras cerrar la puerta del baño un  “aquí no ha pasado nada”, una raya más y las gafas de sol para combatir el solo y refugiar la mirada. El espejo no es buena compañía a determinadas horas y solo sirve para lo que sirve.

A la Desi le asoma una mueca de regusto amargo al recordar esas cosas. Le cuesta encajar el rompecabezas hecho de anfetas, excesos y días sin dormir, es como si formara parte de una realidad paralela, o de otra vida. Ve las imágenes en su mente pero le cuesta reconocerse en ellas, por eso las pasa rápidas como la pantalla táctil de un móvil. Que suerte que en mi época no existieran los móviles, madre mía….La Desi prefiere los recuerdos construidos  a la medida de sobrellevar el día a día sin pararse a pensar en cada detalle. Sabe, en el fondo, que muchas de las cosas que vivió eran mucho más que detalles, las buenas y las menos buenas. Al principio hablaban de ellas de forma frívola para quitarle importancia, pero dejaron de hacerlo y si alguna vez se encuentran cierran la conversación con un “joder, que locura de años, ¿eh?”_

-Yo no sé porque este viejo es tan desordenado, seguro que en su consulta no era tan desastre pero, claro, si tiene a una que le vaya por detrás recogiendo…éste es de los que se creerán que son perfectos. Y, mientras pone una lavadora, se enciende otro cigarro. Asomada en la ventana se libera de la mascarilla y respira hondo. -Estos días de sur me vuelven loca, y sonríe por el juego de palabras. La Desi se siente feliz; por un momento consigue esa sensación de plenitud que te la da no pensar absolutamente en nada. Ha decidido que quizás casarse con “El picaza” no sea tan buena idea. Una cosa era ayudarle a trapichear “los findes” para sacarse unas pelas, o darle alguna coartada cuando la poli se acercaba demasiado  y otra ya entrar en ese juego que la podría llevar directamente a la cárcel. Demasiados actos de amor incondicional han llevado a  demasiadas de sus antiguas conocidas de correrías al talego. Que si guárdame que son solo unos gramos, que si no digas nada y no preguntes, que si lleva esto a este lugar y recoge esto otro. Vamos, que al final han sido ellas las que han pagado el pato y luego en el juicio “chitón”. En algunos casos era por amor, en otros el miedo ganaba a la amor y en otros tantos venía todo tan mezclado,  como cuando cortaban las metanfetaminas con aspirina, o sea, que no merece romperse la cabeza.

La Desi lo tiene claro, pasa de esas movidas. Además el viejo es muy amable con ella, y, aunque sea un desastre, también son los años y joder, dentro de lo que hay es con diferencia lo menos malo se dice la Desi mientras apura el cigarrillo al tiempo que la lavadora da su última vuelta. Al  viejo le quedan dos telediarios y sería un trato justo para ambos. Aunque la Desi intenta hacerse la dura reconoce para sí que le ha cogido cariño al jodido viejo y que, si no fuera por él, por como la cogió si juzgar sus tatus y sus piercings , o esa forma de hablar tan choni según había oído decir por el hueco del patio a algunas de las vecinas. No, si a esas les encanta darle a la sin hueso con tal de despellejar a alguien le oía decir al viejo médico.

Antes de irse La Desi riega las macetas. Qué curioso, es Otoño y una hoja roja ha brotado en una de ellas.

 

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