Cañadío. Silencio a las once

Desconocida. Así está la plaza de Cañadío a partir de las once de la noche con todos sus bares cerrados justo en lo que antes era la hora punta de las terrazas y los establecimientos.
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Hace ya muchos años que Cañadio es el referente del ocio en Santander a última hora del día.

Un lugar donde siempre está garantizado encontrar un buen ambiente, con animadas terrazas y, los martes en el Canela, música en directo, después de los lunes de cine, claro.

Lo que ha cambiado es tanto, en tan poco tiempo, que de todo eso hay que hablar ya en pasado, porque ese ambiente  ya no es el que era.

Del cine y los conciertos ya ni se habla. Tito, uno de los veteranos de la plaza, al mando del Canela, ni se plantea recuperar los tradicionales conciertos de los martes en el bar. “No hay manera porque a las once tiene que estar cerrado el bar, no se puede servir en la barra, el aforo es el 50%,…” , explica a EL FARADIO.

Las terrazas siguen funcionando, pero lo hacen con todas las limitaciones exigidas y alguna más que se autoimponen para no ser multados, algo que ya les ha pasado a todos.

“Con la superficie que tenemos permitida, la reducción de las mesas al 75% no garantiza la distancia de metro y medio entre las sillas de una y otra mesa, con lo que tenemos que reducir todavía más la capacidad para no ser multados. Creo que el ayuntamiento podía permitir ampliar los metros cuadrados de ocupación de las terrazas”·, afirma Juan Ruiz, del Bar Cachalote.

Otra de las características de la plaza, hasta ahora, era la convivencia de distintas generaciones. En general, los más jóvenes no elegían este punto de encuentro, pero si lo hacían los que ya acumulaban algunos años más.

Y muchas jóvenes  familias que aprovechaban la plaza para que sus hijos jugasen mientras ellos se tomaban una cerveza en compañía. Guste más o guste menos a la iglesia, la puerta lateral de Santa Lucía lleva  años usándose como portería por los partidos improvisados por los más pequeños.

Y entre los habituales de la plaza, otra generación que es la ahora casi ha desaparecido, la de clientes algo mayores que, según reconocen ahora los hosteleros, hacían más gasto. Pero esos son también los que con la alerta sanitaria, han dejado de frecuentar tanto esta zona.

En general, los hosteleros dicen que los clientes se muestran dispuestos a guardar las medidas de protección exigidas. «los clientes se muestran dispuestos a colaborar, lo que pasa es que la gente mayor ya no sale  como antes; los que salen son más jóvenes y esos son un poco más despreocupados, pero nosotros les recordamos las normas cuando hace falta», afirma el responsable del bar Cachalote.

Y  es que en siete meses, mucho han cambiado las cosas en Cañadío.

SIETE MESES DE CAMBIOS

En menos de un año han pasado de cerrar sus puertas con el anterior estado de alarma a abrir tímidamente a lo largo de mayo y junio con aforos reducidos y respetando las normas de lo que se dio en llamar ‘nueva normalidad’.

Confiaron en que la situación iría mejorando y sacaron de los ERTEs a los trabajadores para ponerse en marcha e intentar sacar adelante sus negocios con la llegada de la temporada alta que, en Cantabria, dicen los hosteleros que dura de mediados de julio a finales de agosto.

CIERRE EN AGOSTO

Pero la situación sanitaria se fue complicando y, a mediados de agosto, el Gobierno central, tras una conferencia interregional imponía nuevos límites y cierres de determinados establecimientos, en función de sus licencias.

Las salas de fiesta, discotecas, whiskerías, pubs y bares especiales volvieron a cerrar sus puertas y sus empleados volvieron a entrar en ERTEs. En ese grupo estaban algunos de los bares de la plaza que volvieron a recoger sus terrazas, a solicitar para sus empleados expedientes de regulación de empleo y a echar las persianas sin saber hasta cuando.

LA CRUZ DE LOS ‘BARES ESPECIALES’

Para Tito, del bar Canela en Cañadío, eso fue una medida que, en el caso de Cantabria no se supo gestionar bien, obligando al cierre a bares cuya única peculiaridad es tener lo que en Santander se llama ‘licencia especial’ que permite abrir una hora y media más por la noche y poner música ambiental por reunir los requisitos establecidos para ello.

“Esto ha sido, tal vez, lo más injusto de todo. Porque si a nosotros nos dicen que tenemos que cerrar como todos a la una de la madrugada, pues lo hacemos, pero por lo menos salvamos unas horas y no tenemos que pedir otra vez expedientes de regulación temporal de empleo para nuestros trabajadores. El Estado se podía haber ahorrado un montón de dinero, pero el gobierno regional no quiso escuchar nuestras propuestas y así hemos estado cerrados casi dos meses”, lamenta el veterano empresario hostelero.

A principios de octubre, el Gobierno autonómico cambiaba la consideración de ‘bar especial’ a ‘bar mixto’ y permitía abrir hasta la una a los establecimientos que tenían esa consideración.

En Cañadío la plaza volvió a estar llena de terrazas. Eso sí, con menos gente,  cerrando mucho antes y vigilados muy de cerca por la Policía Local, algo que los hosteleros no critican, porque ayuda también a que los clientes recuerden que hay que cumplir ciertas normas, advierten.

CIERRE A LAS ONCE

Poco duró eso: la última modificación, ya en vigor, es el nuevo adelanto de la hora de cierre de todos estos establecimientos, que se establece a las once de la noche.

Otro de los cambios que se han visto en la plaza es el descenso de la media de edad de los clientes. Ahora hay gente más joven, con un nivel de gasto inferior  y con más ganas de fiesta que la clientela tradicional de la zona.

“Las perspectivas son muy negras. Para mi estas medidas son un despropósito total que lo que van a conseguir es crear un nuevo problema, porque la gente se va a ir de las terrazas, pero se van a ir a garajes y a casas a seguir con la fiesta y ahí es donde se están encontrando los principales focos de contagios”, añade Juan Ruiz.

FUNERAL POR LA HOSTELERÍA CÁNTABRA

En la madrugada del domingo, varios cientos de personas asistían  a un simbólico funeral por la hostelería cántabra.

La convocatoria se lanzó a través de las redes sociales y, tras concentrarse en la Plaza de Cañadío a las doce y media, cuando ya todos los establecimientos habían cerrado sus puertas, los asistentes caminaron en procesión hasta sede del Gobierno autonómico, en Peña Herbosa.

Un recorrido habitual dentro del ocio nocturno, pero al paso de la comitiva fúnebre, el paisaje en nada se parecía al de antes de que el Covid cambiase nuestras vidas.

Bares y restaurantes ya tenían las puertas cerradas y nada quedaba del habitual bullicio de las terrazas en otros tiempos por estas fechas y a esas horas.

La hostelería no vive sus mejores momentos y, tal vez lo peor sea la incertidumbre por no saber qué pasará mañana.

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