15F, el día de Santander: del silencio al grito

La muerte de Amparo Pérez se produjo en la misma fecha que el incendio de Santander.
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Es 15 de febrero, que si lo dices abreviado suena 15F, como el 23F, y no deja de ser nuestro pequeño y local golpe de estado urbanístico.

Decimos pequeño por no sumarnos a la moda del tremendismo retórico que criticamos.

Pero eso no quiere decir que lo que sucedió el 15 de febrero de 1941, el día en que parte del centro de Santander ardió, y, sobre todo, después, no fuera grave.

No fueron las llamas, sino la codicia de las élites las que se llevaron por delante la ciudad medieval, artesana y pescadora que era Santander, es decir, la ciudad y su historia.

Cierto es que se ganaron espacios más amplios, pero también que se hizo a costa de sacrificar amplias capas de población, porque hay más gente en las capas populares que en las élites, que les impusieron la distancia social.

No sólo se expulsó de sus casas a gente que nunca volvió.

No sólo se despersonalizó el centro, no sólo se hizo una experiencia por desgracia pionera de gentrificación.

Es que además se crearon nuevos problemas urbanísticos, generando focos de aislamiento, insalubridad, y exclusión social.

Es que fue el comienzo de un modelo de ciudad en el que en lo económico se apostó por el mundo de los servicios y luego su derivada, el turismo.

Sobre todo, se consagró en el corazón de la ciudad, tan en sus entrañas que décadas después cuesta arrancarlo, un modelo en el que las élites que luego poblaron la ciudad de eternas cadenas de apellidos con guiones, hacían y deshacían a su antojo, a costa de lo que fuera, aunque ese lo que fuera fuera la historia, el patrimonio y los vecinos.

Lo llamaron ciudad orgánica, en consonancia con una democracia orgánica, como se denominaba a si mismo el régimen que no era una democracia como aquello no era un modelo de ciudad.

Fue posible gracias a que había dictadura: es decir, a que las élites no sólo tenían poder y dinero, sino armas y censura.

Y porque la población que había salido de la guerra tenía bastante con sobrevivir, con conseguir comida, con que no les detuvieran por cualquier capricho.

Y, porque, muchas veces, cuando estás abajo, más aún entonces, estás tan hecho a los abusos que cuesta hasta distinguirlos.

EL OTRO 15-F

Pasaron las décadas y cambiaron muchas cosas, aunque en el plano urbanístico, no tanto.

Una vecina saluda a Amparo Pérez

Santander S.A. seguía avanzando, a costa de quien fuera. Los vecinos del Cabildo gritaron y el eco les devolvió sus palabras. Estuvieron muy solos, y nosotros, ahora, no podemos más que reconocerlo para corregirlo.

Y llegó otro 15 de febrero. En 2015, parece otra vida, la era precovid, una mujer, una señora mayor, dijo Basta, hasta aquí hemos llegado y esta es mi casa, esta es mi ciudad.

Se llamaba Amparo Pérez, levantó su casa en Las Llamas cuando aquello era un pueblo con huertas y gallinas. Y al levantarse, contra ese redundante vial de bajas, sobrecostes y alcaldes-constructores-compañerosdepartido, levantó también a la ciudad.

El vial se hizo, las élites político-constructoras consiguieron lo que querían.Ella falleció.

Pero algo cambió: no les resultó fácil, y se había roto el silencio.

Santander, para entonces, era sí, la ciudad de los baños de ola y los toros, pero también la ciudad de la PAH, el Pilón, el Prado San Roque, La Marga o la senda costera. Y todavía quedaba por ser la del Metrotus, la de las escolleras. La de las mayorías absolutas, poder absoluto, en retroceso.

La mujer que vivía en un pueblo, la familia que regentaba un supermercado de barrio, se rebelaron en defensa de una ciudad que todavía hoy se resiste a ser engullida.

Seguramente Amparo hubiera salido a aplaudir a su finca.

Y estos meses hemos aprendido, hemos recuperado, la importancia de la comunidad, de la cercanía, de los lazos, que ella y su familia tejieron en vida. Y en muerte.

LOS PRESUPUESTOS ORGÁNICOS

Lo sabemos: rebelarse no es suficiente, y no cambia las cosas de un día para otro.

El modelo de la ciudad orgánica sigue enraizado, es una tentacion demasiado fuerte. Algunas elites simplemente no saben hacerlo de otro modo.

Este año, en Santander, tenemos presupuestos orgánicos.

En el pacto con los seguramente mayores defensores de la democracia orgánica se ve quien sobra.

Sobran las mujeres, sobran los gitanos, sobran los migrantes, sobra el comercio tradicional, sobran los que pierden las guerras, sobran hasta los hijos de los españoles del Sahara.

Se sigue expulsando, ahora con tablas de Excel, a quien sobra en la ciudad porque no entra ni en sus planes ni en sus cabezas.

Pero las ciudades ya no las hacen sólo las élites.

Las ciudades están vivas, y los santanderinos las hacen suyas.

Y las recuperan, como hicimos en la desescalada, cuando volvimos a vernos o ahora mismo, mientras redescubrimos la ciudad.

El 15 de febrero es ya para muchos el Día de Santander, o de sus víctimas, si queréis: la fecha que une el silencio del incendio con el alzar la voz de Amparo.

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