Está de sur…

Tiempo de lectura: 4 min

Cuidado “esta de sur”, aunque  quien tenga ese punto de locura, necesario para no volverse loco, sabe que no le afecta igual:

 “Que el viento sopla y puede ser diván donde recostarse para dejarse llevar. Y la cordura es ese ausente en la consulta donde los Martes son siempre y 13, donde la cura solo aparece en quien no  tiene nada que perder”.

En una cuna duerme el presente zarandeado por un aire cortado por mascarillas. La distancia de seguridad invita a esa Soledad a la que cuesta acostumbrarse, porque hemos crecido rodeados de compañía(s) de seguros y de certezas, de cojines por si tropiezas. Y si Soledad fuera tu nombre lo pronunciaría con cuidado, con la distancia suficiente para no quedarme a solas contigo. Es complicado manejar el tiempo perdido. Y si Soledad fuera tu nombre entendería porqué se han ido. Y porqué  yo aún sigo, aquí.

Tal vez la mascarilla provoque una reducción del oxígeno disponible y la falta de riego sea una señal de que la primavera se aleja. Tal vez las flores secas sean las venas de aceras donde caminan los ascensores que buscan el centro de la tierra, Y en ese viaje se gastan hasta el último céntimo de tu primera paga. Antes de que las huchas se convirtieran en bancos y te prestaran hasta asfixiarte los pedazos de niñez que tú metiste por su rendija a modo de sueños. Convirtieron la vejez en un desahucio.

Y en este “ahora” precipitado en “mal augurio” el espacio que queda entre nosotros se convierte en un vacío invertebrado con forma de virus gigante, como el átomo de una plegaria enterrada en la cuneta. Gigante como el columpio en el que se cuelgan la ropa seca que nadie recoge. Porque nadie va al parque.  Los niños son grietas en una pared de auxilio. Dibuja una pintada con la tiza masticada por un viejo con voz de niño, con un niño con voz de viejo. El viento sur pone las pinzas en el tendedero.

En los barrios más pobres cuelgan las mascarillas reusadas de nuevo, recortan sus flecos, para que parezcan nuevas. Hace 80 años el viento nació y se revolvió en los tejados de esta ciudad, esparciendo la ceniza de un futuro geométrico, trazado con la escuadra y el cartabón que pone el centro en la diana de los bolsillos llenos. Y a la periferia, poco a poco, con la parsimonia del verdugo, fueron “Expulsados» quienes sobran. Y siempre sobran los mismos. Parece la letanía de un viejo sentado en un banco del parque,  contando las migajas de las palomas. Mientras escucha el gorjeo, una espiral de hojas le envuelve y le viste de Vijanera. La mascarada del tiempo le recuerda lo bueno y lo malo, lo viejo y lo nuevo. La dualidad del dios Jano que abre la puerta al pasado tan incierto como un futuro sin manos.

Quizás se montó a lomos del viento que hace 80 años soplaba como el reclamo de un recién nacido, sobre ese Santander incendiado. Ahora el viejo ya no es un viejo, es un niño cogido de la mano de un adulto a quien no conoce y que le lleva en volandas entre las calles y el humo. Quiere llorar, quiere gritar, preguntar dónde están sus padres, pero no puede. El miedo le paraliza. Solo le queda dejarse llevar entre el viento y la ceniza. Con el pijama puesto y solo una zapatilla. Santander está ardiendo y no sabe quien aviva ese fuego. El reloj de la iglesia dan las 3 de la mañana. Las manos a las que se aferraba ya no están. Se ha quedado solo en mitad de la calle. Ahora si, ahora llora y grita, llama a sus padres. El ruido de las sirenas, de las bocinas, de gritos como el suyo.

Buscar un lugar seguro, agazapado entre los escombros, cubierto de hollín y temblando. Le cuesta tanto respirar, recuerda las palabras de su madre: “no olvides no agitarte cuando eso pase, intenta calmarte y respirar mas despacio; es tu asma”.  Y el silbido del viento sur resoplando. Mira a los tejados y llueve ceniza, por un momento creyó que era nieve. No puede respirar, el aire pesa demasiado y no cabe por su nariz. Una espiral de hojas secas le envuelve. Siente una mano apretando la suya. Abre los ojos, de vuelta en su banco. El gorjeo de las palomas, las migas de pan esparcidas por el suelo.  Aunque no hay nadie se coloca bien la mascarilla. Aunque no ha tocado nada, se echa el gel hidro-alcohólico. A estas horas el autobús va repleto de gente, intentaré volver a pie, se dice mientras recoge su cachava del suelo. Parece que el viento sur se ha tomado un respiro. Sabe que no debería fumar, pero enciende un cigarro, le da unas caladas y lo tira al suelo. Da dos pasos y se vuelve. Con la punta de su cachava se cerciora de que el cigarro esté bien apagado: “por si acaso” se dice mientras retoma su camino. Tengo que dame prisa, casi olvido que hoy nos vienen a vacunar

  • Este espacio es para opinar sobre las noticias y artículos de El Faradio, para comentar, enriquecer y aportar claves para su análisis.
  • No es un espacio para el insulto y la confrontación.
  • El espacio y el tiempo de nuestros lectores son limitados. Respetáis a todos si tratáis de ser concisos y directos.
  • No es el lugar desde donde difundir publicidad ni noticias. Si tienes una historia o rumor que quieras que contrastemos, contacta con el autor de las informaciones por Twitter o envíanos un correo a info@emmedios.com, y nosotros lo verificaremos para poder publicarlo.