Deconstrucción y reconstrucción de un clásico

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Ya hace tiempo que Sandro Cordero tiene tomada la medida a la obra de dos clásicos, Cervantes y Shakespeare, que se creía ya tomada para toda la eternidad. Pero, no. Sandro Cordero las ha vuelto a tomar, mediante procesos de deconstrucción, para reconstruirlas de otra manera, la suya, que ya es seña de identidad de Hilo Producciones, la Compañía Teatral por él fundada.

Ahora le ha tocado a Shakespeare -otra vez. Sandro Cordero ha escogido situaciones de dos tragedias, Hamlet y Otelo, y una comedia, El mercader de Venecia, pasando de refilón por Macbeth, para poner la función en suertes. El criterio de selección de situaciones está guiado, sobre otros, por la presencia y los papeles de los personajes femeninos, sin perjuicio de los masculinos, sin los que no se entenderían aquellos.

Y el resultado de deconstrucción+reconstrucción es ”Tal vez soñar”, función escrita, dirigida y coprotagonizada por Sandro Cordero, con las actrices Rita Cofiño y Laura Orduña, y de la que, quien suscribe, después de varios intentos fallidos, por motivos propios y ajenos, al fin ha podido ser espectador, el pasado 7 de abril, en el Palacio de Festivales de Santander, que, así, ha dado comienzo a la celebración de su 30 aniversario.

La representación comienza con un canto en verso de las brujas de Macbeth, una de las cuales es el propio Macbeth, metido a bruja. Y es víctima de su nombre propio, cuando las otras dos lo pronuncian, y le producen temblores, espasmos y otros retorcimientos. Por algo será, porque este comienzo, de apariencia jocoso, puede tenerse como una declaración de intenciones, las de que el tratamiento, que se les va a dar a las mujeres en el desarrollo de la función no va a ser exactamente el mismo que el que les da Shakespeare. No del todo.

Se trata de empoderar -¡vaya palabro!- a la mujer como persona, bien cambiando personajes, en origen masculinos, pot femeninos -Hamleta, por Hamlet-, bien convirtiendo al usurero de El Mercader de Venecia en usurera, , incluso dejando a Otel0o como asesino por celos.

Se suceden las escenas elegidas, tras la deconstrucción, articuladas por breves momentos de música y baile, que a la vez obran de contrapunto a otros momentos de una cierta tensión argumental. Sandro Cordero suele decir que pierde el respeto a Shakespeare, porque parece que se lo toma a broma, pero lo que en realidad hace, en especial en esta ocasión, es reprenderle con el cariño con el que se reprende a alguien a quien se quiere. A veces, con sus propios argumentos, como con el de la irracionalidad de Otelo.

Siempre es fiel a la poética, que rezuma en la obra del dramaturgo inglés, llevando sus aguas, con frecuencia turbulentas, por los cauces de la reivindicación de la condición femenina, salpicadas por gotas de fino humor -made in Sandro Cordero-, cuando un supuesto potentado árabe o un presunto rey de Galicia se presentan como aspirantes al amor de Portia (El Mercader de Venecia), y así aliviar la gravedad de la situación por la que la propia Portia salva de las garras de la usurera al elegido por su corazón, Bassanio.

Como todos los trabajos escénicos de Hilo Producciones, escritos y dirigidos por Sandro Cordero, son garantía de entretenimiento, con alguna incursión en la diversión. Esa es su forma de enseñanza, no tanto porque contengan moralejas -no so, con fábulas., como porque suelen mostrar y tomar partido por causas humanas, que deberían estar resueltas, y no lo están. Y es así en “Tal vez soñar”, a ratos de manera indirecta, al hilo de las escenas; a ratos, con breves y directos monólogos, que ponen a la mujer en el lugar que le corresponde, en la sociedad y en el mundo, como persona. Así, la función contiene un carácter didáctico, para aprender en esa escuela, que también es el teatro.

Distintos son los caracteres de los varios personajes que Rita Cofiño, Laura Orduña y Sandro Cordero interpretan con la solvencia de quienes saben llenar un escenario, tan grande como casi exento, y saben poner la picardía, el cinismo, la candidez, la ofuscación, la ternura, la ambición…en sus gestos y palabras, que sus personajes requieren.

Todo ello, entre una escenografía, tan austera como delicada, para un espacio escénico cálida o tibia o fríamente iluminado, según situaciones, por Pancho V. Saro. LUCES, que también contribuyen a la reconstrucción de lo previamente deconstruido. Como, tal vez, se deconstruyen y reconstruyen los sueños.

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