Un azar en la vida de un notario

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El azar diseña destinos, que el Destino desconoce. Y, si no, que se lo digan a un tal Señor X, cuya incógnita puede despejarse con los nombres y apellidos de todos, incluidos los del actor catalán Albert Requena, de Xucrut Teatre, quien el pasado día 9 de abril interpretó en el escenario de La Teatrería de Ábrego, dentro de la VII Muestra Internacional de Teatro Unipersonal SOLO TÚ, la obra “El asesino imprevisto”, de Francecs Mari, que dirige Montse Bonet.

Los caminos del azar son inescrutables, no se sabe de dónde viene ni por dónde pasa, tampoco cuándo ha llegado, pues puede actuar en nuestras vidas sin darse a conocer hasta que ya no es fácil deshacerse el él.

Además, adopta las formas más insospechadas. Por ejemplo, al Señor X -que, como digo podríamos ser usted o yo, o los dos- se le presentó, sibilinamente, con la forma de la vocal “i”, que se situó en el principio de la palabra “legal”, sin que el Señor X se diera cuenta, pues si se la hubiera dado, habría sido un fracaso para el azar. El caso es que marcó el rumbo de su vida, vamos que, paradójicamente, se la enderezó, torciéndosela. ¿cómo?, poniéndole en el camino del crimen.

No es que el Señor X fuera un asesino, sino que el azar le hizo un asesino, como se lo podría haber hecho a cualquiera, pues todos somos, potencialmente cualquier cosa. Que alguna de esas cosas se realice, depende muchas veces de un azar, que los hay felices o infelices, “legales” e “ilegales”, por simplificar sus infinitas variables.

El Señor X ejerce de notario, algo que no le exime de ser persona mediocre, pusilánime, anodina, insignificante, lo que le impide brillar en su profesión. Un amigo le propone, para sacarle de su fracaso, que abra una App, ofreciendo sus servicios notariales a domicilio. Así lo hace, y recibe su primer encargo, que nada tiene que ver con testamentarias, impuestos de sociedades o compra-venta de inmuebles. El resultado de su presencia en el domicilio del primer cliente es de muerte, en realidad, de muertes (los porqués y las circunstancias no los voy a contar aquí.

Solo diré que aquella “i” le convirtió en un asesino. Si lo cuento todo, pierde, no solo su gracia, sino que, sobre todo, se descubre el secreto que todo asesinato requiere, y que corresponde a la policía investigar y a los jueces sancionar, si tienen clara la diferencia entre “legal” e “ilegal”. En cualquier caso, pueden ustedes ir a ver la función, si tienen ocasión, claro, pues lo malo de estas Muestras es que solo ofrecen una, todo lo más, dos)-

“El asesino imprevisto” es un monólogo con muchos interlocutores: a todos les pone voz Albert Requena -desde al policía que interroga y maltrata, hasta a los clientes y al amigo de la App, pasando por el notario Señor X, elegido por un azar con aspecto de vocal. Y no solo les da voz, sino que interpreta a cada uno de ellos caracterizándolos caricaturescamente, haciendo del drama del Señor X, una comedia para el espectador. En el actor de “El asesino imprevisto” hay más de un actor, que cambia de registro interpretativo, con la difícil facilidad que es resultado de un trabajo exhaustivo, para interpretar situaciones distintas en tiempo distintos, que dan lugar a una estructura no lineal de la obra, pero de un fácil seguimiento y entendimiento.

Como viene siendo habitual, por razones obvias, los recursos escénicos materiales son escasos, no exentos de tanta ironía, como encanto, en el caso de “El asesino…”, por ese minimalismo de un hotel con una habitación, que es de muñecas, o esas armas que, no por diminutas dejan de matar. Hay un momento que este espectador quiere señalar: el de conseguir hacer ver una acampada, en la noche, con solo dos linternas, una en cada mano, enfocando el suelo.

Dicho sea sin menoscabo de otros, como el de la hilarante comida con sus primeros clientes a domicilio, hilaridad que termina en tragedia.

Descubierto el azar, esa “i”, el Señor X se pregunta “por lo que es legal e ilegal”, pregunta que contiene la sospecha de que política y económicamente son muchas las actuaciones, que pasan por legales, solo porque están legisladas por quienes las quieren legales, por más que maten o, cuando menos, dejen muchas vidas maltrechas. ¿”Quién decide lo que es legal”, se pregunta, también el Señor X. Pues, eso

Así, el Señor X, notario frustrado, devenido vengador de injusticias, por más que legales, se despide del público diciendo: “tengo mucho trabajo”. El triunfo del azar, que el Señor X, aficionado a los juegos de magia para hacer desaparecer un bolígrafo, por ejemplo, no supo ver venir el azar. Se coló en su vida.

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