Una poética de la memoria, a escena

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Como una suerte de minería existencial, tengo escrito que “los recuerdos son fósiles de tiempo que la memoria recoge en los yacimientos del vivir, y el corazón selecciona y ordena”. El tiempo va dejando por las trochas del alma un reguero de vivencias, a su paso por nuestra existencia, que la memoria transustancia en recuerdos en carne viva. Un acopio de remembranzas trajeron  al escenario de La Teatrería de Ábrego, el pasado día 30 de abril, Juan Muñoz e Inés Maroto, de la Tartana Teatro, autores de la obra, con el título explícito de “Recuerda”, que interpreta él, y ella, dirige.

«Recuerda” es el ejercicio de una memoria, transida por una poética, que toma cuerpo en el escenario. Por mejor decir, cuerpos, a los que Juan Muñoz insufla almas, que rezuman poesía. Comienza la función con el recuerdo doloroso de los 40 años de dictadura –“demasiada religión, demasiada represión”- y de una dramática realidad, que será recuerdo, el de una pandemia, dictadura viral que, como la franquista no lo fue, esta tampoco está siendo propicia a que la cultura, en cualquiera de sus formas, se exprese sin más de una dificultad.

Pero enseguida se repone el ánimo artístico, y el espectáculo, como si no hubiera existido el franquismo y no existiera pandemia alguna, sigue con un recuerdo que viene de lejos, en forma de proyección, el de la secuencia de la película “Lilí” (1953), en la que la protagonista, interpretada por Leslie Caron, canta a coro con unas marionetas el “Hi Lili hi lo”.

Este gozoso canto con unas marionetas, que mueve un titiritero, al que da vida Mel Ferrer, alegra y expande el corazón de la joven, huérfana, casi niña, del que expulsa  la negra intención de suicidarse, víctima de abandono y desengaño amoroso (“Lili” fue la primera película que vi en mi vida, a la edad de 10 años, en el cine Alameda, de Santander. Pero ese es otro recuerdo, mío, traído de la mano de otras marionetas, que se recuerdan a sí mismas).

Las marionetas y su alegría compartida salvaron la vida de “Lilí”, y la música formó parte de su vida. Y marionetas son las que han venido a recordarnos que el teatro está muy vivo, a pesar de dictaduras y pandemias, o precisamente por ellas.

Y son ellas, las marionetas, integrantes esenciales de La Tartana, las que nos invitan a seguir una trayectoria, jalonada de momentos ilusionados, compartidos con el titiritero, con cuya biografía mantienen una suerte de relaciones humanas, a lo largo de un proceso de mutua humanización.

Porque en manos de Juan Muñoz, el titiritero, las marionetas son depositarias de todos los sentimientos y emociones que un corazón puede albergar y, así, vivirlas. Con apenas palabras, Juan Muñoz y las marionetas componen un hermoso y hondo poema visual, en el que se suceden las estrofas vivas de la niñez, la juventud, el amor, el desamor, el trabajo, la ilusión, el desengaño, la tristeza…en fin, las vicisitudes, que ocupan la vida, y de las que se ocupa el teatro.

La música, que abrió una salida en el callejón, en el que se vio atrapada la vida de “Lilí”, sustituye a las palabras en “Recuerda”, cantando la juventud perenne del teatro, por más largo que sea su pasado, y celebrando el arte del titiriteo, por más corto que pueda ser su futuro, pues teatro, marionetas y titiritero son tres palabras distintas y una sola realidad verdadera: la vida. Y las luces que, compadecidas con las músicas abundan, con sus colores, su tibieza o su brillo, en la índole de cada situación, que la memoria recorre: exaltación, melancolía, despedida, sensualidad, recibimientos, despedidas…

El actor ralentiza el paso del  tiempo, con una actuación de movimientos lentos, como si quisiera contener la rapidez, con la que el tiempo va quitando lo que ha ido dando, como las marionetas, portadoras de vicisitudes  felices y desdichadas, que alguien o algo, -seguramente el azar, representado por Gonzalo Muñoz- saca de unas maletas, distribuidas por el escenario, y que el mismo misterioso agente vuelve a meterlas en ellas, para un viaje a no se sabe dónde, pero que quedan para siempre en la memoria de quien las vivió. Y lo cuenta.

Juan Muñoz es, en escena, persona y personaje, el titiritero que articula las marionetas y actúa con ellas, dándoles vida, para mantener viva la suya. Al final de la función, frente a una marioneta, que reproduce -¿o es al revés, es él el que reproduce a la marioneta, de tan identificados?, mantiene un diálogo callado, con una copa de vino en la mano.

Un diálogo de miradas y gestos consigo mismo. Un diálogo en el ámbito de una memoria, hecha poesía, y puesta en escena. Emocionante.

Con “Recuerda” concluyó en La Teatrería de Ábrego la VII Muestra  Internacional de Teatro Unipersonal SOLO TÚ, que ha ofrecido ocho espectáculos teatrales de muy variadas sensibilidades estéticas, que mantuvieron a lo largo de su desarrollo una calidad artística -escenográfica. Interpretativa…-, que merecieron ocho sesiones de prolongados aplausos. Para recordar.

 

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