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«Es justamente en la fase final del proceso americano de independencia cuando los españoles comienzan a aplicar el mismo término a los acontecimientos de 1808-1814”1

Como nos recuerda el profesor Alvarez Junco usando como ejemplo la conocida desde la historiografía como guerra de la independencia española, este, como tantos otros, no deja de ser un término surgido a posteriori. No olvidemos la cierta inevitabilidad de pensar el pasado desde el presente y como esa mirada acaba siendo una fotografía en movimiento, sobre todo si sus protagonistas están ahí con sus recuerdos acumulados en un presente que no deja de interrogarles. Como nos recuerda Halbwachs

(…) La historia no es todo el pasado, pero tampoco es todo lo que queda del pasado. O, si se quiere, junto a una historia escrita, se encuentra una historia viva que se perpetúa o se renueva a través del tiempo2

Y a este diálogo entre el recuerdo individual y su encaje en el relato colectivo, entre lo que sucede y como lo recordamos y como lo nombramos, un acontecimiento como el 15M no es ajeno. Mas allá de que no sea comparable su relevancia histórica, ningún hecho se puede comparar con otro puesto que tiene sus particularidades propias, siempre hay constantes que pueden ser útiles para entender la historia. En el caso del 15 M, las 80 personas que acamparon hace mas o menos diez años en la plaza del Sol en Madrid, con carteles de “democracia real ya”, “no somos mercancías en manos de políticos y banqueros”, o “no nos representan”, no se referían así mismos como perteneciente a un movimiento social llamado 15M, ni siquiera como después se  conocería internacionalmente como movimiento de los Indignados tal y como les denominó el que también sería reconocido como uno de sus intelectuales de referencia. Una Indignación compartida en palabras de Jose Luis Sampedro frente a un sistema que consideraban les había fallado: “no somos anti sistema, el sistema es anti nosotros” era quizás uno de los emblemas que mejor recogían ese sentir colectivo tan difícil de resumir en un titular de periódico. Complicado además en una sociedad posmoderna donde las redes sociales ya mostraban su hegemonía a la hora de crear opinión y destruirla a la velocidad de un tuit. Esta falta de consistencia que ya adivinaba Baumman en su concepto de modernidad líquida y que en los últimos diez años ha quemado etapas a un ritmo tan vertiginoso que muchos de sus protagonistas aún podrían formar parte de nuevos cambios en una sociedad que sigue interpelándoles como lo fueron en ese momento. Quizás esta modernidad envejezca a quien la viva a la velocidad que quema ciclos históricos que antes duraban décadas y la influencia de un movimiento así se diluya en los libros, foros o evocaciones nostálgicas de quienes dicen ser sus herederos políticos en un sistema de partidos que era incapaz de dar respuesta a esa reflexión y demanda no solo generacional. O quizás esta modernidad se construya a través de ciclos cortos de impacto social como fogonazos que se van repitiendo en el tiempo y el 15M, ese movimiento cuyo nombre solo es un fetiche mediático en el intento de etiquetar y catalogar la realidad como si de un supermercado se tratara, surja con otros rostros y denominaciones. Y en esos fogonazos convivan quienes estaban y quienes se incorporan.

El calado de los mensajes recogidos en esos meses y su potencial transformador necesita de mas tiempo, cambios y transformaciones, que una década para hacerse realidad. Si algo nos enseña la historia es la capacidad que tiene el ser humano de unirse frente a un adversario común ya sea para forjar una identidad en un momento histórico en construcción, o para poner el dedo en la llaga de las venas de un sistema incapaz de dar respuesta ni siquiera a quienes creían estar los primeros en la fila y que, de la noche a la mañana, fueron relegados al espejismo de la cola del paro, del desahucio, de la precariedad. De ese proceso y de usar conceptos como democracia, libertad, igualdad, para reivindicar necesidades propias y cuestionar el sistema surgió la necesidad de profundizar en ellos, de aprenderlos, de escucharlos, y de ver las contradicciones inherentes a una forma de vida en la que para que unos tengan con que pagar otros deben pagar con sus vidas. Y de ahí adquirir conciencia de que esos conceptos van mas allá del propio individuo y su situación particular para “atravesar la decepción, renunciar al discurso utópico, superar las buenas intenciones, desplazarse del moralismo a la estrategia.” como nos recuerda Diego Sztulwark en su serie ¿ Quién necesita una revolución ?3 Y por eso no importa tanto como lo llames, sino el porqué y para qué lo nombras así. Porque solo tenemos que mirar a nuestro alrededor para darnos cuenta que los motivos por los que surgió un movimiento así siguen intactos. Y que ese espacio de indignación sigue ahí y sino es ocupado por mas democracia y mas derechos humanos, será ocupado por todo lo contrario. Y para ver eso, también, solo tenemos que mirar a nuestro alrededor. 

Notas:

1Alvarez Junco, José. STUDIA HISTÓRICA-HISTORIA CONTEMPORÁNEA, Vol. XII (1994) pp. 75-99 La invención de la Guerra de la Independencia . Pág 10

2Maurice Halbwachs . MEMORIA COLECTIVA Y MEMORIA HISTÓRICA . Págs 209 http://ih-vm-cisreis.c.mad.interhost.com/REIS/PDF/REIS_069_12.pdf

3http://lobosuelto.com/la-travesia-de-naruto-notas-sobre-el-deseo-y-la-decepcion-diego-sztulwark/

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