Los salmones no pican en el Nansa

La primera etapa del Camino Lebaniego es un continuo caminar a contracorriente rumiando pensamientos.
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Día 1. San Vicente de la Barquera-Cades

A Pedro no le salen las cuentas. Un mes lleva abierta la temporada de pesca del salmón en el río Nansa y en el Coto de los Pobres -zona de pesca libre- siguen sin picar. «Quizás río arriba, en el de ‘los ricos’ -el área de pesca deportiva para socios- es posible que caiga alguno», apostilla cabizbajo justo antes de dejarme fotografiarlo en su paciente espera.

El Nansa es, en esta primera etapa del Camino Lebaniego, el compañero constante. Y luce bravo a pesar de estar en momento de aguas bajas, lo que permite caminar junto a su orilla buena parte de la etapa. Por eso, resulta imposible no solidarizarse con los salmones que remontan el río doblegando la impetuosidad de sus aguas para volver al lugar donde nacieron después de haber pasado años nadando en el mar. Que digo yo que si son capaces de encontrar el camino de vuelta desde miles de kilómetros Atlántico adentro ¡cómo para caer en la trampa de los pescadores! Cierto que el esfuerzo del Gobierno cántabro por recuperar el ecosistema fluvial para volver a ser una de las regiones salmoneras europeas es ímprobo. Un cuarto de siglo lleva activo el plan de recuperación del salmón en los ríos de la cornisa cantábrica. Quizás si logra el éxito del programa del lobo acabemos viendo una versión nueva del cartel de ayer: «Cantabria se muere. No al salmón».

Pero hasta que llegue semejante pintada, los pescadores siguen siendo las únicas figuras que aparecen en el camino. Bueno, hasta que lleguen las pintadas o los veraneantes.

SOLEDAD

En este regreso al peregrinaje, la soledad es tendencia. Las calles de San Vicente y el primer tramo del camino son un desierto a primera hora de la mañana. De hecho, salvo la aparición fantasmal de uno de los vecinos del apartamento junto al que he dormido antes de iniciar el camino -el chaval ha salido a la puerta a coger aire con el calimocho en la mano antes de volver a la comuna-cueva- no nos hemos cruzado con nadie en los primeros 10 kilómetros.

Las posadas, los hoteles y las cafeterías siguen cerradas a cal y canto, como si Santo Toribio hubiera decretado la abstinencia y el ayuno como penitencia a los peregrinos. Sin café ni tostada hasta alcanzar ‘La Gloria’ en Serdio. No es metáfora, es el nombre de la única cafetería que hemos encontrado abierta en 29 kilómetros de camino.

LAS METÁFORAS DEL CAMINO

El asunto es que esta primera etapa daría para hacer metáforas hasta aburrir: caminar río arriba, a contracorriente como los salmones y, como ellos, tratando de reencontrarme con la versión más auténtica de mi misma: la que parió mi madre hace 45 años como una hembra de salmón desovaría al alevín que ahora, crecido y curtido en los mares del norte, esquiva a Pedro riéndose de los planes de conservación autonómicos.

Rumiando pensamientos puedes acabar asomada al precipicio

En realidad creo que los salmones no son los únicos que se ríen estos días en el Camino Lebaniego.

9752 también parece tener algo de sorna cuando se acerca a la valla a posar. Ella y sus compañeras posan coquetas para contentar al peregrino cuando saca la cámara. Y digo bien: el peregrino, así en masculino singular, porque en este domingo postconfinado un joven madrileño es el único compañero que recorre el Camino Lebaniego con nosotros, aunque lleva otro ritmo. Él no pide tostadas en La Gloria. A esas horas ya va por tercio y bocata de jamón. Mejor gasolina porque anda mucho más rápido, así que no nos volvemos a ver hasta Cades, donde compartimos alojamiento en la Casona de Nansa.

SER VACA EN CANTABRIA

9752

Quienes peregrinan cuentan que lo mejor del camino son las conversaciones con otras personas, pero dada la escasa afluencia estos días he decidido disfrutar de la conversación inventada con los rumiantes. Tanto, que me he propuesto imitarlas y digerir rumiando los pensamientos que el silencio del camino deja fluir por mi cabeza. Podría decirse que hoy me he sentido vaca. Sentirse vaca en Cantabria no es cualquier cosa. Y ¿qué es la introspección de quien camina sino un puro rumiar espiritual?

Aquí manda quien rumia. Por eso cuando 9752 viene a saludarme le presento mis respetos, pido permiso y disparo la cámara. Ahora que lo pienso debería haberme hecho un selfie. Quizás así lanzáramos Camijanes al estrellato de las redes sociales, aunque me temo que 9752 iba a tener una dura competencia como influencer en Túa, la labradora negra que vive junto a Chabela en el complejo ‘El solaz de los cerezos’ y enamora a cada peregrino que pasa por su puerta.

UNA CERVEZA, POR FAVOR

Hoy ha almorzado con nosotros después de que suplicáramos unas cervezas a Chabela.

La venta de bebidas no es su negocio, pero la empatía con el peregrino sediento la supera y accede a vendérnoslas después de que le expliquemos que desde Muñorrodero venimos pensado en el descanso regado con cerveza (Santo Toribio nos perdone). Le extraña que no hayamos parado en ‘La cabaña de Javier’ al final del primer tramo fluvial de la etapa. Aclaramos que lo hemos hecho.

Túa y yo

Hemos picado como salmones despistados en los carteles que anunciaban bebidas frescas durante los últimos 4 kilómetros del tramo. Hemos entrado en la cabaña, leído las instrucciones para sellar nuestro paso por la etapa, para coger la bebida y dejar el pago en depósito. Hemos dedicado el libro de recuerdos y hemos abierto la nevera… Vacía, más vacía que nuestras gargantas.

Si me lees, Javier, pasa por la cabaña y recarga. Santo Toribio te lo agradezca.

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