‘Toná’: conexión con la herida, catarsis de danza, violín y voz

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Un dolor ancestral e íntimo que surge de la reconciliación con la vergüenza, con el miedo, con la ira, la cólera, la sinrazón, la amargura profunda que grita a través del cuerpo, de la voz y de las cuerdas del violín dando paso a una LIBERTAD con mayúsculas.

¡Arte salvaje en estado puro!

¡Amar es tener el cielo y ver que el cielo no tiene nada!

Una poesía que vibra en la carne, un pulso vital, baila desde lo individual a lo colectivo, de la experiencia de una a la de todas, del personaje al pueblo entero, de la muerte a la vida y así sucesiva y cíclicamente.

El pasado miércoles 11 de agosto con el escenario de fondo del Casyc de la Fundación Caja Cantabria, Luz Arcas, la bailarina y coreógrafa con su compañía La Phármaco, da rienda suelta a su espectáculo, «Toná», junto a la violinista y compositora Luz Prado y la impresionante voz de Dolores Lola que eriza la piel alzando libre el vuelo de la imaginación.

Tres mujeres que juntas liberan en colectivo a través de un inexplicable, indefinible y arte fuera de lo convencional y de lo comercial.

Aquelarre de brujas que transmiten una fuerza y poderío brutal, desgarrándonos el alma y no dejando inmune a nadie. Pura poesía en acción que despierta sentimientos y emociones inigualables del inconsciente colectivo, removiendo por dentro e incluso provocando una conexión con los miedos ancestrales que derivan en sensación de incluso querer escapar.

No es espectáculo para todos los públicos sino para el que se atreve a sentir, a vivir, a experimentar, a adentrarse en el océano interno de lo íntimo como a adentrarse en un temazcal con gran calor que purifica y sana….aunque duela.

La historia que reflejan estas tres mujeres en el escenario es una terapia en acción, porque es nuestra historia, la de una región, la de un país que ha ninguneado y silenciado deseos, anhelos, experiencias y reprimido a través de la cultura, la tradición, la política y el arte impidiendo la libre realización del ser, que dando vueltas y vueltas sobre el propio cuerpo desmadeja el ovillo de su propia historia y la de las demás descubriendo su propio poderío interno que al compartir se multiplica y alcanza un nivel impredecible y espectacular.

Juegos de luces y sombras, de misterios que se traslucen, tensiones y liberaciones, represiones, dolores, angustia, rabia contenida, derroche de energía que fluye por los poros, por la voz, por los instrumentos musicales y se convierte en magia milagrosa.

Arte que retuerce las entrañas haciendo sentir al espectador la rabia de los efectos de la cultura que oprime, el dogma que encorseta, la religión que ata y la represión femenina en una sociedad que arrastra sin sentido de la vida a la muerte y de la muerte a la vida a través de ritos, movimientos sensuales, movimientos dolorosos, movimiento introspectivos al ritmo de un violín desgarrador con múltiples facetas que provocan un vaivén desde el folclore y la tradición hasta la revolución personal, de la cordura a la locura pasando por estados intermedios de bastonazos al patriarcado, miradas desgarradoras, taconeo y rasgaduras, sonidos de golpes, movimientos y voz que traslucen el desgaste físico y psíquico hasta la extenuación más absoluta y agotadora.

‘Toná’ toca las profundidades de los infiernos del sufrimiento humano y logra transformar en arte los demonios que nos habitan para convertirlo en exquisito fuego purificador y transformador que libera al compartirse siendo deleite y auto transformación.

‘Toná’ es un acto de libertad y de resistencia contra el intento de nuestro sistema de desterrar y negar la enfermedad, la vejez y la muerte.

La voz y percusiones junto a la música y expresión corporal exquisitamente compenetradas hacen convivir y sentir con ellas dando ganas de subirse al escenario y crear junto a ellas, porque al compartirse la emoción provoca que la pena sea menos pena y la alegría se multiplica.

Escenografía minimalista, bioenergética en acción, aquelarre de lazos, palmas, cuerdas, desgarros, quejíos, banderas, banderilleros, luces, sombras, placeres, glorias, éxtasis, imaginación, saltos, exaltación, extenuación, baile sufí que da vueltas y vueltas sobre si sobre su sentir sobre la vida sobre la muerte sobre la enfermedad, sobre la locura, la sinrazón, el placer de reencontrarse uno mismo en la vuelta, en el ciclo.

Sabiendo que detrás del dolor y la amargura hay un goce absoluto de sentirse animalmente vivo, que late y siente la pulsión, sabiendo todo son momentos fugaces que se convierten en oasis para el peregrino del desierto y que el éxtasis es sabia recompensa para el que hace el amor entregándose a la profundidad de la mirada del otro, atreviéndose a bucear en los océanos propios y ajenos.

En palabras de Luz Arcas, «los materiales sobre los que trabajamos provienen del imaginario de nuestra infancia, de las canciones y de los miedos que aún nos persiguen». Este folcklore que ha sobrevivido toda domesticación.

Escarbando entre las fuentes encontramos experiencias personales de la infancia de Luz como el descubrimiento de la biografía de Trinidad Huertas, bailaora malagueña del siglo XIX que se hizo famosa en todo el mundo con un número en el que representaba a una torera en plena faena y que le dio el sobrenombre de La Valiente o la figura de la Virgen del Carmen, embarcada en procesión por el mar, en una fiesta que, como tantas otras del mundo popular, expresan un paganismo anterior al catolicismo. También recuerda cuando un amigo de su padre la llevaba de noche a esperar a que se apareciera la virgen entre los olivos. Los milagros están hechos de muchas cosas pero sobre todo, de la necesidad de que ocurran.

«Después de habernos rendido a la vergüenza quizá podamos construir.

Busco en los cuerpos el baile, no la danza sino el baile, su folclore, su herida: cuando la dignidad humana nos convoca y se atreve a pisotear el suelo con la potencia de la vergüenza.

La rabia más hermosa, la herida más abierta». Luz Arcas

Estar quieto viendo esta obra y no conmoverse es prácticamente imposible, su efecto embriagador hace conectar a una con sus neuras, con sus traumas, con sus sinsabores que son tanto individuales como colectivos y sanar o liberarlo de una vez por todas, porque sin sentir no merece la pena vivir.

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