‘La Naumon’ de la Fura dels Baus llevará por todo el mundo la tecnología de Cantabria y la figura de Torres Quevedo

Revilla y Marcano asisten a la presentación de este buque teatro que tiene instalada una vela de succión de 22 metros diseñada por la empresa cántabra Bound4blue
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‘La Naumon’, el nuevo buque teatro de La Fura dels Baus, zarpará en los próximos días de Santander en una travesía por todo el mundo que, además de los espectáculos de la compañía teatral, permitirá exhibir la tecnología de Cantabria y la figura del gran inventor de Santa Cruz de Iguña Leonardo Torres Quevedo.

El presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, y el consejero de Industria e Innovación, Javier López Marcano, han asistido hoy a la presentación de esta nave que lleva instalada una vela de succión de 22 metros de altura diseñada por la empresa cántabra Bound4blue y dedicada al ilustre ingeniero e investigador cántabro. Pero no solo el diseño de esta turbovela se ha realizado aquí, sino que, además, ha sido fabricada en las instalaciones de Degima, en Camargo, y colocada en Astander, en El Astillero.

El Gobierno de Cantabria ha participado en la financiación a través de diferentes convocatorias de concurrencia competitiva tanto de Sodercan como de la Consejería de Industria e Innovación. En total, Bound4Blue ha presentado proyectos por valor de 1,5 millones de euros y ha conseguido una subvención autonómica de alrededor de 600.000 euros, el 40%.

Revilla ha calificado de “muy ilusionante” esta iniciativa que sitúa a Cantabria “a la vanguardia” de la tecnología aplicada al sector náutico y permite, a su vez, dar a conocer la obra de este “genio universal” cántabro, “el inventor más importante que tuvo España”.

Asimismo, ha felicitado a La Fura dels Baus por convertir su nuevo barco en un “embajador de Cantabria” en el mundo y ha rememorado la importante aportación de la región a la historia naval de la mano de personajes como Juan de la Cosa o Juan de Santander, que formó parte de la expedición de Magallanes y Elcano que logró la primera circunnavegación de la Tierra.

Por su parte, el codirector de la compañía Carlus Pedrissa ha agradecido la acogida del proyecto en Cantabria y ha explicado que ‘La Naumon’ (La Nave del Mundo) es una metáfora pensada para que el público que embarque en ella asuma el rol de “tripulantes” y se implique en el cuidado, en este caso, del planeta.

En una primera etapa, la nave recorrerá diferentes puntos de España y Portugal antes de cruzar los océanos del mundo para ofrecer a bordo los espectáculos de La Fura dels Baus. Es posible, incluso, que esa travesía devuelva en algún momento a ‘La Naumón’ a Cantabria para acoger algún evento gratuito, tal y como ha dicho Pedrissa.

La puesta de largo del barco ha tenido lugar en el muelle del Barrio Pesquero y ha contado también con la asistencia, entre otros, de los directores generales de Industria, Daniel Alvear, y de Innovación, Jorge Muyo; el presidente de la Autoridad Portuaria, Francisco Martín; el capitán del barco, Javier Hernández; representantes de Bound4blue y Francisco González, divulgador de la figura de Torres Quevedo, que ha realizado una semblanza sobre el afamado inventor cántabro.

En el transcurso del acto se ha realizado una demostración del funcionamiento de la vela, que está equipada con un mecanismo de abatimiento y un sistema de control autónomo que posibilita ahorros de combustible de entre el 15 y el 30% y mayor eficiencia energética.

EL PROYECTO

La ‘eSAIL’, el nombre técnico de la turbovela, se enmarca en el proyecto Greening the Blue, cuenta también con financiación europea y está basada en la vela del barco Alcyone, creada en los años 80 por el investigador francés Jacques Cousteau y su equipo a partir de los proyectos elaborados por el alemán Anton Flettner en la década de 1920.

Es una iniciativa pionera que aúna ciencia y teatro con el fin de concienciar a la sociedad sobre los retos medioambientales y el desarrollo sostenible. De esta forma, La Naumon se convierte en el segundo barco que incorpora esta tecnología, tras la primera experiencia de un pesquero gallego en aguas de Panamá.

El barco tiene capacidad para 300 personas e, inspirado en viajes náuticos como los de Magallanes y Elcano, navegará por puertos de España y Portugal –en una primera fase– para concienciar a los ciudadanos sobre el cuidado del planeta con espectáculos, conferencias, talleres, muestras de arte y otras actividades, y divulgar viajes náuticos como los de Magallanes y Elcano.

Bound4blue, fundada en 2014, tiene su sede en Cantabria y cuenta con oficinas en Barcelona y Singapur. La firma cántabra se ha consolidado en estos años como empresa de ingeniería referente en la fabricación de sistemas automatizados de propulsión asistida por viento.

TORRES QUEVEDO

Torres Quevedo nació en 1852 en Santa Cruz de Iguña, Molledo, en Cantabria. De ascendencia bilbaína por parte de padre y cántabra por su madre, vivió y estudió en la capital vizcaína los primeros años de su vida y, más tarde, marchó a París y Madrid para completar sus estudios como ingeniero de Caminos. Un largo viaje por Europa que pudo realizar gracias a una herencia le sirvió para conocer los últimos avances científicos y técnicos de un mundo que estaba en plena transformación y que cada día se despertaba con una nueva invención.

Leonardo Torres Quevedo junto a un modelo de su dirigible en 1913.

A su regreso a España se instaló en su localidad natal, donde, llevado por la curiosidad y espoleado por todos los prodigios que había visto, empezó a centrar su trabajo en la investigación, algo que ya nunca abandonaría.

Allí, en Molledo, inventó y patentó su sistema de transbordador en 1887, en principio destinado al transporte de cargas. Ya en el nuevo siglo, en 1907, cuando Torres Quevedo era un ingeniero e inventor de reconocido prestigio, instaló en el monte Ulía de San Sebastián el primer teleférico abierto en el mundo capaz de transportar personas.

De hecho, el famoso Transbordador del Niágara, abierto nueve años después, es una evolución de este primer ingenio de Torres Quevedo, basado en un sistema de cables soporte y tractores que se auto equilibra, trabajando a tensión constante soportada por los contrapesos situados en uno de sus extremos. Esto es, su patente de 1887, que fue la base, y aún sigue siéndolo, para todos los teleféricos construidos desde entonces a lo largo y ancho del mundo.

El Transbordador del Niágara, conocido como Niagara Spanish Aerocar, que cumple 100 años de funcionamiento con pequeñas modificaciones y sin haber sufrido accidentes dignos de mención, es una de las atracciones turísticas imprescindibles del lugar, junto a las famosas cataratas.

Hablamos de un teleférico, de 580 metros de longitud, que comunica dos puntos en la orilla canadiense (allí donde se produce el famoso remolino, whirlpool) y que posee otra particularidad: no sólo es el primer teleférico para pasajeros de toda Norteamérica, sino que se trata de un proyecto español de principio a final.

Está basado en una patente española, es obra de un ingeniero constructor español, fue construido -con material transportado desde España en plena Primera Guerra Mundial- por una empresa española (The Niagara Spanish Aerocar Co. Limited), constituida en Canadá con capital español, con administradores españoles y explotación comercial inicial española.

En 1902 creó el Telekino, un invento considerado desde hace diez años por el IEEE (Instituto de Ingenieros Eléctricos y Electrónicos, por sus siglas en inglés) un hito para la ingeniería mundial. Se trataba de un autómata que ejecutaba órdenes transmitidas por ondas hertzianas, lo que de facto era el primer aparato de radiodirección del mundo, pionero en el campo del mando a distancia. Torres Quevedo lo concibió tanto para gobernar los torpedos submarinos de la Armada española como para maniobrar dirigibles, sin necesidad de arriesgar vidas humanas.

Torres Quevedo también desvió su atención hacia los cielos. Y, de esa manera, patentó entre 1902 y 1909 numerosos sistemas para el diseño y construcción de dirigibles autorrígidos, que recogían las ventajas de los sistemas precedentes pero eliminaban todos sus inconvenientes.

Infatigable creador, en 1914 presentó en España y Francia la considerada primera manifestación de inteligencia artificial de la historia: el «Ajedrecista”. Se trataba de un autómata con el que se podía jugar un final de partida de ajedrez: torre y rey contra rey. La máquina analizaba en cada movimiento la posición del rey que manejaba el humano, pensaba e iba moviendo inteligentemente su torre o su rey, dentro de las reglas del ajedrez y de acuerdo con el programa introducido en la máquina por su constructor hasta, indefectiblemente, dar el jaque mate.

Y hay más, mucho más. Patentes sobre máquinas de escribir, un puntero proyectable para ayudar a los profesores en sus explicaciones, la llamada binave -el primer bimarán de casco metálico de la historia, cuyo uso no se haría común hasta finales del siglo XX- o las denominadas máquinas algébricas, artefactos de cálculo analógico en los que una determinada ecuación algébrica se resolvía mediante un modelo físico. Más tarde presentaría en Argentina su concepción teórica de nuevas máquinas de calcular digitales de tecnología electromecánica, adelantándose nuevamente a su época.

Con todo, el año verdaderamente crucial para la figura de Torres Quevedo fue 1920, cuando presentó en París su aritmómetro electromecánico, materialización de las ideas teóricas sobre las máquinas analíticas avanzadas ya años antes. Esta nueva creación contenía las diferentes unidades que constituyen hoy una computadora (unidad aritmética, unidad de control, pequeña memoria y una máquina de escribir como órgano de salida y para imprimir el resultado final), convirtiéndole en el inventor del primer ordenador de la historia.

En torno a su figura, que despertó admiración a uno y otro lado del Atlántico, se sitúa asimismo un hecho tan destacado como los orígenes de la I+D+i. En 1906, un grupo de empresarios vascos creó la Sociedad de Estudios y Obras de Ingeniería, cuyo objeto, fijado en su primera base, era esclarecedor: “Estudiar experimentalmente los proyectos o inventos que le sean presentados por don Leonardo Torres Quevedo y llevarlos a la práctica”.

Torres Quevedo murió en Madrid en 1936, habiendo dedicado los últimos años de su vida a recoger por todo el mundo reconocimientos a su creatividad, labor investigadora e ingenio.

 

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