Feministas y animalistas

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||por Victoria Cedrún, presidenta de la Federación DEAN (Defensa Animal Cantabria)||

Hoy, 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, quiero hablar de las mujeres que luchan cada día por los derechos de los animales.

Según un estudio de la Universidad de Jaén, “alguien que es mujer tiene una probabilidad 3-4 veces mayor de ser voluntaria/o de una ONG animalista que si es hombre”.

Y aunque hay mujeres brillantes al frente de organizaciones, dirigiendo empresas, coordinando proyectos, dando clase en las universidades, alimentando colonias felinas o investigando, aún queda mucho por hacer en términos de igualdad. Conocemos bien las dificultades con las que nos encontramos las asociaciones (dirigidas y gestionadas en su mayoría por mujeres) para que se tomen en serio nuestras reclamaciones y peticiones cuando hablamos con ayuntamientos y administraciones, que en algunos casos nos tratan como “las locas de los animales” o “las se distraen rescatando animales porque no tienen nada mejor que hacer”.

Pero también es cierto que los movimientos sociales de defensa animal se han fortalecido, diversificado y aumentado significativamente en número y visibilidad, haciendo que la agenda política de los diferentes partidos no permanezca ajena a nuestras reivindicaciones. Los partidos van entendiendo que los animales no votan, pero las personas sí podemos tomar en consideración este tema a la hora de votar.

Muchas iniciativas feministas se encargan de rescatar, hacer visible y reconocer el trabajo de las mujeres a lo largo de la historia, pero son muy pocas las conocidas dentro del movimiento de los derechos de los animales. Algunas de esas mujeres han destacado por su gran labor animalista, por ser precursoras de un movimiento o por ser protagonistas en la protección de los animales.

Todas ellas comparten algo: trabajan desde que se levantan hasta que se acuestan; no tienen vacaciones; no perciben ayudas del Estado (se mantienen con ayuda privada de los socios, de la organización de eventos y de la venta de artículos); todas son voluntarias de asociaciones o controlan colonias felinas, en sus casas hay siempre animales (los propios y los que en algún momento necesitan acogida), todas han vivido alguna situación de machismo dentro del movimiento de derechos animales; y todas sacrifican parte de su vida y su gente para hacerse cargo de los animales olvidados por la sociedad.

Quizás la más conocida por muchos sea Jane Goodall, especialista en primates (sobre todo los chimpancés), lleva desde 1960 trabajando por el respeto de esa especie y de los animales en general. Nombres de otras dos grandes primatólogas son Dian Fossey (seguro que todos recordamos la película “Gorilas en la Niebla”) y Biruté Galdikas, especialista en orangutanes.

También podríamos hablar de Marian Dawkins, investigadora y bióloga conocida por realizar estudios que demostraron que los animales son seres que sienten y necesitan interaccionar con su entorno para poder vivir o de Ruth Harrison, una de las primeras personas en hacer visible la crueldad que había detrás de los sistemas intensivos de producción. Autora del libro “Máquinas animales” en el que hablaba de la industria alimentaria y el trato de esta hacia los animales y cuyo texto motivó la creación de las llamadas cinco libertades, que citan los derechos básicos de los animales como el acceso al agua y al alimento.

Podría seguir enumerando mujeres famosas implicadas y destacadas en este mundo, pero quiero hablar también de esas otras no menos importantes, las anónimas.

Cuando te conviertes en una defensora de los animales te conviertes en algo así como un raro espécimen. Ya no se te juzga por el resto de valores que tengas o el resto de movimientos en los que participes o porque ayudes o no en otras causas. Pasas a ser alguien que “sólo pone animalitos en Facebook” y que como justificación de aquellos que no hacen nunca nada más que ver y juzgar todo desde un sillón, escuchas muy a menudo, demasiado, aquello de que “con la cantidad de problemas que hay en el mundo y con la cantidad de niños que hay muriéndose de hambre, tú te dedicas a salvar animales”. Pues resulta que somos mujeres y podemos hacer más de una cosa y de dos a la vez, e implicarte en esta causa no te excluye de luchar por otras.

Vivo rodeada de compañeras con carreras universitarias, con trabajos, con familia, independientes, valientes, activistas en diferentes movimientos, feministas y que son también las que rescatan, las que publican en Facebook, las que se pelean con las administraciones, las que denuncian casos graves en los tribunales, las que acuden veloces a la llamada de un animal en peligro, las que lloran de impotencia ante el animal hecho un despojo que siempre ha sido humillado y maltratado…Pero su esfuerzo es un trabajo silencioso y silenciado.

Necesitamos que se trabaje en el motor de cambio más importante en este y cualquier otro tema de transformación social: la educación. Concienciar es el mejor aprendizaje.

El día de la mujer debería servir de reflexión sobre los cambios de actitud y mentalidad necesarios en ambos géneros para equilibrar la balanza. Un 77,68% de los voluntarios de las ONGs españolas animalistas son mujeres y el 21,77% restante son hombres. Queda mucho para equilibrar esa balanza porque avanzamos muy lentamente.

Yo hoy quiero celebrar que la mayor parte de las personas que están cambiando el mundo por los animales son mujeres, quiero romper una lanza a favor de todas esas voluntarias. Pedir que la empatía que sienten por los animales les sea devuelta con reconocimiento a su trabajo, con apoyo, con reflexión y con entendimiento.

Y sí, me siento orgullosa de ser uno de esos raros especímenes, una “animalista”. Y sobre todo, me siento orgullosa de estar rodeada de mujeres, compañeras que trabajan de manera incansable por los animales, que sufren fatiga por compasión, que desembolsan mucho dinero de sus bolsillos porque siempre hay algún caso urgente que atender, cuyo teléfono está disponible las 24 horas, y que trabajan al día muchísimas horas, porque sí, es un trabajo y agotador, con la única diferencia de que es altruista. Aquí no hay sueldo, ni se cobra el salario mínimo, ni recibes ayudas.

Somos animalistas y feministas y lo decimos con orgullo y con fuerza.

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