Hay veces…

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No sabes cuando, pero hay veces que sientes que todo es posible. Quizás sea la forma que tienen de sobrevivir quienes son demasiado conscientes de la realidad, quienes sienten demasiado y eso les revienta literalmente el alma. Y no es fácil recomponer los pedazos. Al alma le cuesta encontrar su cara cuando el espejo se rompe.

La pureza es el primero de los caídos en este campo de batalla regado de guerras, de catástrofes, de epidemias, de naufragios, de injusticias, de miedos y de fronteras, de quemaduras y de hogueras. De demonios propios y ajenos en infiernos compartidos. Ya es la hostia salir con vida, no me pidas que además salga indemne, es imposible.

Pequeñas penínsulas sobreviven entre tempestades, se mantienen a flote lidiando con sus propias contradicciones. Y quien mira demasiado acaba con el iris fracturado o desbordado. No hay tierra a la vista solo un horizonte precipitado de vacíos. Y no sabes porqué, sientes el impulso de saltar, y necesitas contenerte. La gaviota del alféizar te mira desconcertada. Por un momento parece haberte reconocido.

Manejar el miedo, la incertidumbre, la herida abierta que supura, se puede convertir en una tarea de titanes. El umbral del dolor en el nervio que asoma es demasiada exposición. No hay armaduras, ni disfraces que lo contengan y sucede lo inevitable. Aparece como un paisaje desolador donde personas buenas se hacen daño unas a otras, o así mismas, o todo a la vez, sin hacer prisioneros, ante la mirada estupefacta del recién nacido que no sabe que modelo debe seguir, ni que palabra elegir para bautizar a su verbo.

Mientras, otra guerra se va devaluando como el papel moneda, los oleoductos se infectan de Covid y las bolsas de valores se apropian de la única palabra que podría acabar con su incuestionable hegemonía del todo vale si salen las cuentas. Y si no salen, tampoco pasa nada, se escucha decir a una voz que siempre ha estado ahí. Incluso antes que la de tu propia conciencia.

Menudo panorama se dice “uno de tantos” mientras pasa rápido a la siguiente imagen de Instagram. Demasiado tiempo en un mismo lugar es peligroso para el “homo sentimientus” y debe evolucionar hasta el “homo olvidus”.

Ante semejante escenario no queda otra opción que rendirse. Sin embargo, aunque hayas transitado los infiernos, o precisamente por eso, aunque hayas dejado cadáveres por el camino, o precisamente por eso, aunque no sepas cerrar heridas, ni sentir esa pureza heredada del ancestro, aunque seas “descorazonadoramente” humano, hay algo que te interpela desde muy dentro. Que hace que necesites reencontrarte con el ideal maltratado, prostituido o que tú mismo has reventado. Con ese instante antes de ser palabra. Justo antes de ese primer balbuceo. Quizás en esa tierra de Nadie habita la poesía. Incluso antes de poeta.

Porque nadie sale indemne del infierno, de ningún infierno. Y tal vez por eso te niegas a dejar que las llamas arrasen con todo. Aunque el incendio lo has provocado tú, o precisamente por eso. Y reconoces la verdad que hay en la pierna gangrenada, porque te niegas a mirar a otra parte. O porque ya no queda otro lugar donde mirar, o porque te has cansado de mirarte a ti mismo. Y, al hacerlo, te reconoces en quien te mira. Y es justo ahí donde sientes que todo es posible.

He visto como personas recién salidas del infierno sembraban futuro, vida, esperanza en forma de documental al ser querido fallecido hace tiempo y recordado, en forma de libro con tapa de caracol y recuerdo a un padre fallecido de repente, con la huella aún presente y el adiós inacabado, con forma de versos de ceniza recitados a la amiga que luchó hasta el final como una jodida valkiria, con un corazón que aún late entre nosotros porque no le cabía en el pecho. Con forma de libro que late de poesía en boca de jóvenes que reivindican por derecho propio el espacio de su voz y a quienes han luchado junto a ellos para que eso fuera posible en las aulas y más allá. He visto sombras anónimas que acogen en hogares sin contrato de alquiler, sin nada mas que su buena voluntad y una humanidad revolucionaria. A héroes cotidianos convertidos en héroes de cómic por sus amigos que se niegan a olvidarle y lo reivindican en cada momento, porque ese tipo de héroes no nacen todos los días. También he visto a quienes llevan el infierno a cuestas y reivindican sus pedazos de cielo en instantes de coraje y CandELA, de soñadores con duermevELA que se rebELAn y se niegan a rendirse. Esa poesía la he visto en las cicatrices del pecho de una madre, de una hermana, de una hija, hacer de ellas los versos mas hermosos. En forma de compañera que al día siguiente de perder a su madre te están preguntando cómo estás o echándote un cable en el curro.

Todo eso sucede ahora, aquí. Eso y mucho más. Haciendo que esas “veces”, que sientes que todo es posible, sean tantas que te lo acabes hasta creyendo1. Gracias.

 

Nota: Y no cabrían notas a pie de página para poner a todos y todas a quienes me dejo

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