«Necesitamos muchos ciudadanos impertinentes que rompan el relato y el discurso oficial»

Peio Riaño estará este sábado en la librería Gil presentando su libro 'Decapitados'. El historiador defiende en El Faradio de la Mañana que las protestas contra el cambio climático realizadas en el Museo del Prado no se pueden considerar actos vandálicos "porque sus protagonistas son plenamente conscientes de que no pueden poner en peligro el patrimonio artístico".
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Historiador, divulgador, periodista cultural, escritor…. Peio H. Riaño estará este sábado a las 12:00 horas en la librería Gil de la Plaza de Pombo clausurando con la presentación de su último libro, ‘Decapitados’ el proyecto DeLasCallesunMUSEO, puesto en marcha por Didacart.

Un libro en el que argumenta sobre si es lícito acabar con la propaganda de genocidas, dictadores, esclavistas, invasores y otros personajes similares en espacios públicos. «No se trata de iniciativas populares, son estatuas que el poder erige sin que haya un consenso cívico social que determine qué estatuas o qué monumento debe representarnos y eso no solo es gravoso para la sociedad contemporánea, que tiene que ver cómo aparece una estatua en su ciudad, sino para las generaciones venideras que heredan este tipo de representaciones en la vía pública», afirmaba Peio Riaño en El Faradio de la Mañana, para proseguir diciendo que la sociedad tiene que tener potestad  para cuestionar en cualquier monumento su retirada.

Riaño considera que es en los museos donde muchas estatuas tendrían algún sentido, y no en las calles y plazas de las ciudades. Ha citado el caso de la estatua de Antonio López, Marques de Comillas, retirada de Barcelona. Mientras hay quien solicita que se traiga a Cantabria, el historiador recuerda que «esos nacionalismos locales no pueden impedirnos ver la historia, aprender y no repetirla. Hay que cuestionar los valores que hicieron que alguien fuese importante en su momento. no creo que nadie defienda hoy valores como el esclavismo». Por eso, considera que es en un museo, con una cartela y una buena explicación sobre la persona, donde esculturas así pueden encontrar su lugar. «Esa propaganda que está activa en la calle, queda desarticulada al entrar en un museo, donde un historiador pone en contexto y explica por qué a esta persona se le rinde homenaje con esa estatua».

«NECESITAMOS MUCHOS IMPERTINENTES QUE ROMPAN EL RELATO»

Dejando claro que él es un defensor del arte que escribe contra las barbaridades y tropelías, Riaño considera que las protestas que hemos visto recientemente en museos, concretamente la del Museo del Prado, son «un hecho importante para los museos, dejando claro que el patrimonio debe de quedar impacto, pero, a partir de ahí, cualquier manifestación que vincule el museo al debate contemporáneo, es un bien para el propio museo».

Reconoce que son acciones arriesgadas, pero pone en valor la impertinencia de un gesto protagonizado por gente joven para llamar la atención sobre una causa tan grave como es el cambio climático. Está convencido de que los protagonistas de las acciones saben a lo que se exponen, saben que van a quedar marcados de por vida y saben también que no pueden poner en peligro el arte. De hecho, los marcos en los que pegaron sus manos, no están reconocidos como BIC y el museo ha informado de que los daños han sido mínimos. «Antes de protestar en museos, lo han hecho en centrales nucleares o aeropuertos y hemos hecho tan poco caso que ahora han encontrado esa vía de los museos, que es válida siempre y cuando respeten el patrimonio como lo están haciendo. Necesitamos muchos impertinentes como ellos que rompan el relato y el discurso que esperan de los ciudadanos porque estamos aquí para desmontar todo lo previsible y ahora hay que desmontar el camino hacia la destrucción del planeta».

«LA SOBERANÍA DE LA MIRADA»

Considera especialmente preocupante lo ocurrido esta semana en Madrid, donde se ha colocado, en La Castellana, una estatua que recuerda a los legionarios de 1920, cuerpo creado por Millán Astray, en cuya inauguración se escucharon vivas a Franco y al propio Millán Astray. «Es un momento delicado y extraño, de reconquista de un pasado que no nos lleva hacia ningún lugar progresista ni amable y que puede interpretarse como una acción política de búsqueda de votos».

Peio Riaño ha reinvindicado «la soberanía de la mirada» a la hora de entender que cualquier gesto es político, ya venga de un museo, «que es un aparato cultural, no natural. Con unas intenciones y unos intereses» o de la instalación de una escultura en la vía pública. Según ha recordado, igual que los anuncios de comida no presentan el producto tal y como es, tampoco el arte lo hace «pero esa sacralización del arte nos ha impedido ver que es también un acto de propaganda. no tenemos que verlo con desprecio ni desdén. Tenemos que seguir emocionándonos, pero siendo conscientes de que esa emoción intenta contarnos algo».

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