¿Propósito de 2023? las preguntas adecuadas

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||por VÍCTOR GUTIÉRREZ LARRAÑAGA, de WAAHI CONCEPT||

Se acabò 2022, pudiendo decir con orgullo y satisfacción que hemos sobrevivido otro año más. Larga vida pues a la generación de cristal (cristal antibalas, porque madre mía…). 2023 promete más y mejor dependiendo del apellido, como siempre ha sido y será. Para los adictos a la adrenalina política (con minúsculas) va a ser un festival. Para los que sueñan con Política con mayúsculas, se recomienda prepararse para un año duro.  Se receta en ambos casos mucha agua, bien sea para tragar lo que viene o para soportar los rigores de campaña,  porque debe ser muy cansado tanto evento, inauguración, foro, entrevista…hidrátense con agua que luego la liamos y gritamos viva el vino.

A nivel social estamos en el año post pandemia  así que, desastres futuros mediante, hemos dedicado 2022 al disfrute en la medida del bolsillo de cada uno. Las columnas del mundial de Rajoy, hecho literario hispano del 2022, dirían al respecto que dichos desastres puede que lleguen o no,  por lo que, tanto si llegan como si no llegan, deberán llegar cuando lleguen (Rajoy,  el Confucio ibérico).  “Rajoyneando” a modo resumen, ni somos más fuertes ni más sabios que antes de la pandemia, pero estamos vivos que es lo importante. Revisar si podríamos habernos salvado más de esta pandemia o si reforzando el tenderete sanitario no haríamos agua hoy ya tal… dejaremos la tarea para cuando prescriban los delitos.  En general, nos hemos instalado en una espiral de emociones, donde nos bombardean con tragedias (reales o ficticias) y nos hacen adictos al placer inmediato. Pronóstico: se recomienda invertir en psicofármacos y drogas legales (o legalizar algunas, canallitas).

En lo económico, con parcheos varios y gasto público, de momento le hemos dado una patada al bote hasta 2023 y, mientras a nivel deuda aguante el chiringo, será lo que toca. Francamente uno ya se cansó de predecir tanta catástrofe, pasando al milenario “que sea lo que dios quiera”.

Sigue sin bajar el PIB porque estamos dando el callo todos,  con datos inéditos de inflación desde hace lustros que comen valor adquisitivo (se nos está quedando cuello de infanta) y una situación geoestratégica que parecía ya desterrada para el mundo occidental ( Fukuyama, pásate por Kiev a vender el triunfo de la democracia liberal, campeón). Esto básicamente indica dos cosas: que el PIB como medidor de la economía y el crecimiento es una patata (no mide distribución de renta ni coste ecológico, los dos indicadores claves del siglo xxi) y que intervenir en la economía y el mercado, aunque sea sólo metiendo el dedito meñique en la piscina, salva vidas (Sorry, Chicago Boys).

En resumen, de entre todas las definiciones que servidor ha leído sobre el estado actual del sistema económico, hay una que sobresale y resumen  2022 y el futuro 2023: el capitalismo es maníaco depresivo.  

Las bolsas mundiales, después de la alegría absurda de los años anteriores, han pegado un castañazo interesante, incluso provocando despidos masivos en las tecnológicas (NFT y metaverso…gracias por las risas) pero lo inmobiliario sigue batiendo records. Mejor no pregunten de donde ha salido toda la pasta que se ha perdido como lágrimas en la lluvia mientras a nivel plebe las pasábamos canutas y porque narices un bien con exceso de oferta sigue subiendo de precio…esto no lo puede explicar un economista o un gestor. Esto es carne de Freud o Skinner (y el pirata Barbarroja, supongo).

Por aterrizar a nivel tierruca, todo lo anterior aplica. A la espera de nuestros super proyectos de “futuro” (el  megapolígono de Matrix, el museo  de otros museos,  los trenes más rápidos para emigrar a Madrid o para que vengan de finde a Ferrylandia, el Jurassic Water Park de Torrelavega…)  hay que reconocer que nuestros inefables gestores ponen una vela a dios y otra al diablo. Cinismo aparte, resulta esperanzador ver como dan sus primeros pasos hacia formas de economía paralelas al gran modelo de ladrillo, cemento y pólvora del rey, aunque sea por rascar algún voto verde o fondos de la UE, ese padre adoptivo que me riñe cuando la quiero liar parda, pero al que le pido la paga con carita de cordero degollado. El pequeño problema viene cuando intentan aplicar viejos métodos a modelos nuevos…ahí queridos lectores, les patina la correa.

El que ha leído (o sufrido) al que escribe sabe que la palabra futuro le aterra, básicamente porque en boca de inversores o del sector público ha equivalido a tocomocho pagado por los de siempre desde…bueno, desde siempre también. Dicho esto, 2023 debería ser el año de hablar del FUTURO (Con mayúsculas).

Resulta obvio que a 20-30 años vista a esta región no la va a reconocer ni la madre que la parió, como diría el filósofo Guerra. Esto no va a suceder ni por la pericia ni por la mente estratégica de élite y gobernantes locales, sino simplemente porque la constante  de la humanidad es el cambio y vivimos en un mundo más grande que nuestra Cantabria Infinita (que cuajo tenemos, dios santo).

Ahora bien, el cambio puede ir basado en la inequidad y el agotamiento de recursos (económicos, naturales, humanos) o en la palabra que debería estar en la boca de toda persona con dos dedos de frente: EQUILIBRIO. Está en manos de las partes implicadas (Sector Público, Sector Privado) ir dando paso a una tercera pata que haga de contrapeso.  Esa tercera pata (movimientos sociales, sindicatos, ONG´s, asociaciones, cooperativas, etc.) es el balance entre los intereses del político y el empresario, que ven el corto plazo de las encuestas y la cuenta de resultados, con el largo plazo de pensar en un FUTURO, que es la Cantabria de nuestras nietas.

Esas tres patas deben estar balanceadas,  sometidas a la voluntad popular y con nosotros como sociedad ejerciendo nuestro deber con nuestro voto, nuestra  responsabilidad cívica y nuestra cartera. Es en definitiva, un nuevo contrato social que más pronto que tarde deberemos firmar. ¿Alternativa a esto? Servidor se remite a la ortodoxia en análisis estratégico y las tres preguntas clave: ¿Lo puedes Predecir? ¿Lo puedes Cambiar? ¿Lo puedes SOBREVIVIR? Pues eso, que cada uno se haga las preguntas Adecuadas.

El paso 0 para esto es más simple de lo que parece, es simplemente un cambio de hábitos. Lo primero, aparcar los roles de sumisión y electoralismo barato. Esto exige al político dejar de hablar y empezar a ESCUCHAR, al empresario a reconocer el interés general y a la tercera pata a romper sus dogmas. El segundo hábito es aún más importante y va a nivel general para los tres sectores. Que vivimos en un mundo con respuestas para todo es obvio, así que lo verdaderamente certero es hacerse las preguntas adecuadas a nivel particular.  La preguntas del millón no son las que a servidor le toca contestar siempre (¿Es arriesgado vender sostenibilidad en Cantabria? ¿La gente entiende vuestra propuesta? ¿Pagas mucho de alquiler en la tienda?).

Lo pasivo agresivo ante esto sería contestar con un «¿No es más arriesgado seguir haciendo lo mismo esperando diferente resultado?», el cortante «¿Crees que la gente pobre es tonta?» o el más suave pero irrebatible «¿Si pongo la tienda en Argoños vas a venir a verla desde Santander o tengo que dejarme tropecientos mil euros que no tengo en publicidad en Google o Instagram?» Como no hemos venido a esta vida a sufrir, os comparto las que nos hicimos hace años en casa.

  • ¿En qué voy a trabajar los próximos 30 años? ¿Sirve para algo lo que hago? ¿Me jubilaré?
  • ¿Dónde va el dinero de lo que compro y dónde iría si pudiera hacer más aquí? ¿En qué se gastaría ese dinero extra?
  • ¿Cómo lo haríamos para que dure y no tengamos que tirarlo a los 4 años? ¿Cuánto nos ahorraríamos a largo plazo? ¿Se podría reutilizar?
  • ¿A qué edad se emanciparán nuestras hijas? ¿Les podré ayudar a salir adelante? ¿En que trabajarán y cuanto ganarán?
  • ¿Dónde vivirán y cuanto pagarán de vivienda?
  • ¿Qué comerán?

Sonarán lejanas, pero exigen empezar a currarlas desde ya.  Como propósito de buen año es tan bueno como los de siempre (y cansa menos que ir al gimnasio). ¿Quién se apunta? Suerte y ánimo para 2023.

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