Memoria democrática

Tiempo de lectura: 5 min

Puede ser que, como decía Sócrates, “el pasado tiene sus propios códigos y costumbres”. Tal vez por es es tan importante “contextualizar” y no caer en anacronismos o presentismos que nos lleven a elaborar juicios rápidos sobre la historia. Pero contextualizar no significa olvidar, o enterrar la memoria, no significa establecer equidistancias sobre la naturaleza de los hechos sucedidos y el papel que como sociedad hemos tenido en ellos. Contextualizar el nazismo en los años 30, de efervescencia del nacionalismo racial, supremacista e identitario inspirados en al volksgeist Herderiano o en construcción sociológica del pueblo elegido a costa de la criminalización y deshumanización de otros, no nos impide ver y menos justificar de ningún modo la atrocidad de los crímenes ocurridos.

Esa contextualización, sin embargo, nos ofrece las herramientas para comprender como personas aparentemente normales formaron parte de una maquinaria de eliminación y exterminación masiva. A quienes sobrevivieron en el lado de los verdugos les puede incluso ofrecer algunas respuestas para entender el porqué miraron a otro lado, el porqué, consciente o inconscientemente se colocaron en el lado equivocado de la historia. No se trata de pasar facturas, se trata de entender lo que ocurrió, como ocurrió, para no repetirlo de nuevo. Porque si obviamos el pasado o establecemos leyes de punto final, de no mirar atrás para seguir avanzando, es más que probable que la historia se repita, con diferentes protagonistas y con el drama de que algunos de ellos estén convencidos de la necesidad inherente a la naturaleza moral de sus decisiones.

Está claro que no es lo mismo ser alguien que sale de su pueblo a luchar por lo(s) suyo(s) frente a la imagen demonizadora que le llega del enemigo, es decir, con un imaginario parcial y hasta cierto punto predeterminado, a ser quien lo haga en el ejercicio del poder y privilegio con lo que eso supone. De la misma manera el no conocimiento nunca justificará ningún crimen o violación que se haga, se de en el bando que se de. La historia tiene sobradas pruebas de personas que han reivindicado la humanidad por encima de todo, estuvieran en el bando que estuvieran. Y por desgracia también existen sobrados ejemplos de los contrario. Son diferentes planos de análisis, que pueden converger en determinados puntos, pero que no deben mezclarse, pues quien lo hace, no lo hace por el rigor histórico, sino que los pone al servicio de la manipulación sectárea.

Por eso en lo referido a la guerra civil española y posterior dictadura, es obvio que se puede decir, porque es cierto, que se cometieron atrocidades por ambos bandos (hubo mas de dos), pero esa realidad no puede obviar las otras, es decir, ese plano de análisis no puede ser utilizado para justificar la equidistancia y equiparar la naturaleza política y el momento histórico vivido. De la misma manera que ponemos contexto a nuestro abuelo que luchó en uno u otro bando por motivos tan diferentes como que “luchó donde le tocó y no pudo elegir” y esa afirmación viene acompañada de reivindicar su humanidad en una guerra no elegida, no lo es menos que hay otro plano de análisis que ofrece un marco objetivo en el análisis histórico: Una república, un régimen democrática, legítimamente instaurado que se ve subvertido por un golpe de estado, de corte nazi fascista, con las peculiaridades y particularidades propias de devenir histórico, pero con claras concomitancias como el apoyo declarado al nazismo.

El desarrollo de la guerra civil, la victoria del bando franquista apoyado por las potencias nazi-fascistas que vieron en España su particular laboratorio militar, político e ideológico de lo que luego sería la segunda guerra mundial, ponen de manifiesto que no se puede equiparar ambos bandos. Las cuatro décadas de dictadura, de represión y persecución de quienes estaban del mismo lado que aquellos que liberaban París «La Nueve» (también conocida como División Leclerc) formada casi íntegramente por unos 150 republicanos españoles, la figura de los “topos” o perseguidos y escondidos durante décadas por temor a las represalias, las miles de personas enterradas en las cunetas y de las que aún no sabemos nada, la no reparación, son solo algunos ejemplos de la importancia de explicar a nuestros jóvenes, y no tan jóvenes, que más allá del bando en el que estuvieran sus padres o abuelos, (yo tuve a uno en cada bando, como muchas familias, y reivindico la humanidad de ambos), existen otros planos de análisis que no podemos, ni debemos obviar, con los que también tenemos un compromiso político, ético e histórico ineludible  como sujeto colectivo que aspira a vivir y reivindicar unos valores democráticos, no sólo desde el punto de vista individual, sino desde el modelo de sociedad que deseamos construir.

Qué entre muchas cosas conozcan (conozcamos) la importancia, el valor y el significado de los símbolos en el espacio público, de caminar por calles cuyas placas fueron puestas para homenajear a criminales franquistas. Y para ser capaces de reconocer discursos de odio envueltos en una bandera, construidos mediante la manipulación histórica, creando interesados contrafactuales de “qué hubiera sucedido si” que acaban viendo en la dictadura “un mal menor” dándole una coartada histórica y política, negando a quienes piensan diferente, o bajo lemas como “primero los de aquí”; como si hubiera seres humanos de primera y de segunda y ellos deciden quienes. ¿Nos suena de algo?.

La memoria democrática es tan necesaria como siempre, más necesaria que nunca.

  • Este espacio es para opinar sobre las noticias y artículos de El Faradio, para comentar, enriquecer y aportar claves para su análisis.
  • No es un espacio para el insulto y la confrontación.
  • El espacio y el tiempo de nuestros lectores son limitados. Respetáis a todos si tratáis de ser concisos y directos.
  • No es el lugar desde donde difundir publicidad ni noticias. Si tienes una historia o rumor que quieras que contrastemos, contacta con el autor de las informaciones por Twitter o envíanos un correo a info@emmedios.com, y nosotros lo verificaremos para poder publicarlo.