El Rubicón reabre sus puertas entre abrazos, palomitas y sonrisas
Dicen que no hay que hacer caso a los rumores, pero hay veces que merece la pena escucharlos, (sobre todo si son buenos) «por si acaso». Y en esta ocasión, el río sonaba… porque llegaba cargado de agua. El Rubicón reabrió ayer sus puertas. Lo hizo sin hacer ruido, sin grandes anuncios, porque así es este bar de la calle del Sol.
Dicen que cuando Miguel de Unamuno regresó a la universidad siete años después de haber sido expulsado por escribir críticas contra la Dictadura de Primo de Rivera, comenzó su clase con la frase «como decíamos ayer» y algo así se vivió ayer en el Rubicón, donde volvieron a encontrarse «los de siempre», los que antes del cierre ya encontraron en ese espacio un lugar de encuentro en la noche santanderina y que desde el mes de mayo llevaban un poco «andando como vaca sin cencerro», que dijo Chus Lampreave en ‘La flor de mi secreto».
Entre cervezas y palomitas se sucedían los abrazos, las caras sonrientes, las conversaciones animadas, los saltos de un grupo a otro, los reencuentros. Detrás de la barra, Pablo e Iván, que serán quienes a partir de ahora reciban con un cuenco de palomitas con pimienta a todo aquel que pase por el local.
El Rubicón vuelve, con ausencias imposibles de sustituir, pero manteniendo esa esencia que siempre tuvo. Se recuperarán los conciertos y se organizarán otras actividades. En realidad nada está confirmado, pero ayer ya pudimos comprobar que «cuando el río suena…..»
¡Gracias a todos los que lo han hecho posible!