I Festival de (anti) Navidad de Smolny

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¿Cuál fue el origen de la Navidad tal y como la conocemos hoy?

Si nos remontamos un poco al pasado, concretamente a la época romana y el gobierno del emperador Constantino que, con la ayuda del papa Julio I, colocó el 25 de diciembre como la fecha del nacimiento de Jesus de Nazaret, el mesías o salvador para la religión cristiana que, desde el años 313 con el edicto de Milán dejaría de ser perseguida permitiendo la libertad de culto en el imperio romano. Sería unos años después, en el 380 con el edicto de Tesalónica y bajo el gobierno de Teodosio, en el que esa misma religión se convertiría en la religión oficial del Imperio Romano.

Atrás quedaban el Olimpo de dioses griegos reconvertidos a romanos bajo el rayo fulminador de Júpiter (antes conocido como Zeus). Quizás la imagen de un dios poderoso y de barba poblada ayudaba a los nuevos conversos a la hora de aceptar como dogma de fe lo que antes veían como herejía. Tal vez, como sabemos, las efemérides, cultos y lugares no son elegidas al azar y todas guardan rasgos comunes con quienes estuvieron antes y celebraban en las mismas fechas sus propias creencias. En el caso de Roma eran varias las festividades que tenían lugar a finales de diciembre en territorio romano, coexistiendo durante los inicios del Cristianismo; celebraciones de la antigua religión romana, judías, del mazdeísmo persa y también nórdicas, mayoritariamente vinculadas al solsticio de invierno del hemisferio norte.

Pero para entender la Navidad, tal y como la conocemos hoy en día, tuvieron que pasar mas de 1500 años cuando Charles Dickens, el universal escritor inglés, lograra con su obra “cuento de Navidad” (1843) sentar las bases de una forma de vivir ese “espíritu navideño” que hoy nos acompaña y que hace de la navidad toda una liturgia para creyentes y no creyentes; en la que los fantasmas de las navidades presentes, pasadas y futuras se presentaban ante el malvado Scrunch y su corazón de piedra cuyo único objetivo en la vida era atesorar una moneda sobre otra, en una torre de Babel donde el dinero se convertía en ese esperanto o lenguaje universal que lograba que todo el mundo se entendiera, aunque el entendimiento fuera bajo las bases del “cuanto mas tengo, mas siento que valgo y menos siento que vales tú”, dejando como única opción la caridad.

Quizás por eso el mismo Karl Marx explicó en una ocasión a Friedrich Engels que Charles Dickens “había proclamado más verdades de calado social y político que todos los discursos de los profesionales de la política, agitadores y moralistas juntos”. En “Dickens: El observador solitario” de Peter Ackroyd. Pocos como el novelista inglés han hecho una fotografía así de la Inglaterra de la época, de las consecuencias desgarradoras de ese primer capitalismo, de las condiciones de trabajo, de vida del s.XIX. No es casual que el filósofo alemán viera en él ese potencial revolucionario, de concienciación y denuncia que tantas veces necesitan las retóricas rebuscadas y sesudas para conectar con la gente que vive esas circunstancias, pero que ve a quien dice hablar en su nombre tan alejado.

Así el arte se convierte quizás en ese arma revolucionaria que, como el Dickens con sus cuentos navideños, es capaz de ser mucha más que una fábula sobre la redención, sino convertirse en denuncia,en crítica a un sistema que los prostituye y que confunde valor y precio, tanto que ya ni Machado se pregunta sobre la necedad. Quizás por eso como decía Sociedad Alcohólica en su canción “feliz falsedad” : -“Venga idiota! a comprar, el consumo es el espíritu de la Navidad.”

Conscientes de todo esto, (y de que nadie es inmune a la idiotez), de que hay gente que intenta que esos principios de solidaridad, justicia social, empatía, apoyo mutuo, crear barrio y comunidad -y que nada tienen que ver con creer en un dios o en otro, o en ninguno-, no pueden quedar encarcelados, empaquetados en un bonito regalo, con un bonito lazo, al precio del mejor postor, en una casilla del calendario. Conscientes de que lo que verdaderamente importa y vale la pena no se compra con dinero, (o si eres un poco neo romántico y crees en la verdadera navidad antes de que el portal de Belén se convirtiera en un gran centro comercial con su escaparate virtual).

Conscientes de que el arte puede ser ese “regalo”, esa forma de visibilizar, de apoyar a quienes hacen de cada día un ejemplo de todas esas cosas buenas a las que en estas fechas se le pone precio y fecha de caducidad, este sábado 16 de Diciembre a partir de las 19 hrs, alumnos de la Escuela Nouveau Columbier junto a Concha Juana, Enrique Riv, Romario, Montse Barrero, Isidro Ayestarán, Juanjo Galindez, Myriam Ríos, Marta Fernández, Fran Palacio,Mío Sharp Von Kader, Mar Pajarón, Alma Cuétara y Jose Elizondo participarán en el I Festival de (anti) Navidad organizado por el Centro Social Smolny (c/ Santa Teresa de Jesús nº1)

Y, como no podía ser de otro modo, con entrada gratuita hasta completar aforo. Estáis todxs invitadxs. Quizás porque no «somos anti navidad, sino que la Navidad (esta Navidad) es anti muchos nosotros»

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