«Corriendo todo el tiempo» por «pasillos inmensos»: las limpiadoras de Valdecilla alzan la voz contra el deterioro de sus condiciones

La economista Nekane Jurado llama la atención de la contribución "oculta" de las mujeres a la economía
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La jornada normal de una limpiadora empieza antes de que comience a funcionar todo: las oficinas, las comunidades de vecinos, y el día a día del Hospital Universitario Marqués de Valdecilla.

A partir de ahí, comienza el recorrido por unos pasillos “inmensos” y con un montón de detalles que, es un hospital, no sólo hay que limpiar, sino desinfectar, según relataba a EL FARADIO  Eva Ruiz Alonso, delegada CCOO en la empresa que gestiona la limpieza de Valdecilla, es decir, Serveo, la división de servicios de Ferrovial, controlada a su vez por el fondo financiero Portobello. Junto a CSIF y SCAS, los tres sindicatos han dado el paso de denunciar la continua degradación de la jornada de trabajo de un colectivo que suma 400 trabajadoras, más que muchas fábricas de la comunidad.

Siguen por partes del hospital que no todo el mundo conoce: desde los huecos de las salas donde se hacen los cursos, el ecógrafo, los baños, o los lugares donde se hace el control de Enfermería.

Todo empezó a ir a peor desde que llegó Ferrovial, que concentró de golpe decenas de contratos no sanitarios del hospital, un engranaje complejo en el que lo no sanitario (alimentación, la propia limpieza) tiene su efecto en el conjunto.

Y, por supuesto, las habitaciones, que tienen que desinfectar, a un ritmo que marcan las altas, cuando el paciente la abandona, y muy ligado también al incremento del ritmo quirúrgico.

El otro día, en un curso sobre salud laboral, la técnico de riesgos les explicaba que en un trabajo en general, y en el suyo tampoco, “no se puede correr”. Algo que choca con un día a día, el de las limpiadoras de Valdecilla, en el que para tachar todo lo que hay que hacer de la lista, “vamos corriendo todo el tiempo”.

Porque el trabajo se incrementa cada vez más: lo que debería hacerse en 45 minutos se exige que se haga en 15 ó 20, “no hay tiempo material” para que se haga como se debe pese al “empeño” que ponen las limpiadoras que saben que trabajar para Valdecilla es trabajar para todas, un lugar en el que al final siempre acabará yendo cualquiera de la amplia red que forma nuestro –y su- día a día.

Fueron esenciales en la pandemia, cuando eso significaba algo más que una palabra, sino que no nos podíamos permitir que dejaran de trabajar, como los médicos, como los supermercados.

Recibían, aunque no se pensara en ellas, los aplausos, y Eva sube un poco el tono de voz para reivindicar el “orgullo” por lo que hicieron sus compañeras esos días, cubriendo fines de semana sin mirar horarios ni tablas porque hacía falta, y todo pese a que después “ni se les haya agradecido”, sino que todo haya ido a peor: bajas que no se cubren, aumento de la carga de trabajo, incluso contratos “basura” de un día para sábados o domingos, y todo cobrando lo mismo que hace 12-13 años.

Siguen siendo esenciales: “si no desinfectamos, el médico no pasa consulta”, enfatiza, advirtiendo de que, ahora que han dado el paso de contarlo, “no vamos a parar” e irán «hasta el final».

«NO SE LAS VE, NO LAS VEN»

A esa invisibilidad de su trabajo, ese que todo está limpio cuando el día arranca y no se ve ni el rastro de quien lo hace, se refería Nekane Jurado, experta en economía y género, que estará este viernes a las 19.00 horas en la Biblioteca Central para hablar de ‘Mirando a la economía con ojos de mujer’, uno de los actos que sirven de antesala a la reivindicación del 8 de Marzo, Día Internacional de la Mujer.

“No se las ve, peor aún, no las ven: cuando entra un hombre a una oficina, no las saludan, son parte del mobiliario”, señalaba en conversación con EL FARADIO, en lo que no deja de formar parte de una “constante” de un modelo económico capitalista y patriarcal, en el que “la mujer es expulsada” de todo aquello que había dominado antes en lo que aunaba economía y vida.

Áreas de las que el hombre “empezó a apropiarse” a través de guerras y luchas de género en cuanto se comprobó la repercusión económica que podían tener.

A partir de ahí, todo se convierte en una “aportación oculta” a la economía que late bajo “cada revolución industrial”, donde la acumulación del capital es sostenida por labores no remuneradas, mujeres cosiendo zapatos, etc.

Nekane Jurado va más allá y apunta al conjunto del modelo económico, alertando de que la precariedad, que antes se nutría fundamentalmente de ellas, “ahora abarca a todos” y se extiende a los hombres, empezando por los jóvenes.

“Es un tema de modelo económico profundo que no estamos corrigiendo y que está más fuerte que nunca”, por lo que insta a reflexionar sobre la posibilidad de un modelo distinto. Pasar de la eco-no-mía a la, desmenuzando las palabras para darles la vuelta, la eco-sí-nuestra.

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