Tomatito y los flamencos se van a quedar sordos y otros circos desnudos. Crónica semanal desde mi butaca
Tomatito Sexteto – Sala Pereda Palacio de Festivales – 14 noviembre
Un universo nuevo del Palacio de Festivales se hizo realidad: hubo “Flamencos en la Bahía”. En este ciclo planetario se pudo ver un documental sobre Paco de Lucía, la danza de Paco Losa, los bailes de un tablao madrileño y el concierto de una estrella: Tomatito.
Tomatito es el nombre artístico de José Fernández Torre (Almería, 1958), hijo del Tomate, nieto de Miguel del Tomate y sobrino del legendario tocaor Niño Miguel. Su único hijo varón, José del Tomate, acompañó al padre como segunda guitarra. El sexteto se completó con dos cantaores, percusión y el baile de José Maya. Fue una noche de homenajes a los músicos que han cantado o tocado con Tomatito: Michel Camilo, Paco de Lucia y Camarón de la Isla. Sonaron sus temas, completos o a ráfagas, después de un inicio por alegrías de un tema que el artista grabó con 33 años. Más bulerías y un momento estelar: ‘La zambra mora’, ese tema ejemplo de un palo granadino que abuelo, padre, nieto (y un bisnieto llamado Josemi -que no se nombró- y que con pocos años ya lo toca) han grabado y mamado en familia. El cierre pareció destinado al brillo del baile de José Maya que hizo emocionarse y vibrar al público con sus evoluciones y zapateados; suyo fue el protagonismo en los dos temas finales, con bis incluido.
Un sexteto con mucho arte y con mucho exceso de volumen de sonido. La sala posee una buena acústica que se malogra con invasiones sonoras que hacen perderse los matices de las guitarras y los sentidos versos de los cantaores. Tanto estruendo en un concierto flamenco parece ser algo más que habitual, presagio de sorderas futuras. El maestro Tomatito es digno de una mejor calidad de sonido.
Noche de Circo, Wilbur maestro de ceremonias – Sala Argenta – 17 noviembre
Sala a media luz en la que aparece desde las alturas un individuo con pinta de agente de seguridad apuntando con una pistola (de juguete, supongo) al público. Semeja disparar y se sube al escenario para irse desprendiendo de prendas hasta quedarse en un aparente desnudo que -tras consulta popular- muestra su falsedad: sus partes íntimas son un pegote que se despega. Estas (¿made in China?) acaban en el suelo. Noche de circo y de un personaje conocido por el programa Grand Prix que parece tener problemas con alguna parte de su cuerpo. A veces se da cuenta -“Me estoy excediendo”- después de soltar: “No soy Dios, solo su enviado”.
Este maestro de ceremonias fue Wilbur (Víctor Ortiz, Alicante, 1981); suyo fue el trabajo de clown malabarista y acróbata que su personaje intenta hacer con humor. A veces lo logra y es celebrado por la gente menuda (¡menuda gente!), pero… La noche festiva mejoró con el trabajo de cuerda de Daniel Fernández, los caminos aéreos en todas las direcciones de Ariadna Gilabert o el embrujo de la música de Zen del Sur que envuelve de poesía sus trabajos con boleadoras o aros gigantes. Fallaron los Trocos Lucos, accidentados el día anterior, compensados por otra maravilla de los andaluces del zen. Buena noche del XIII Festival ‘En la cuerda floja” con un guionista escénico que a ratos pierde -literalmente- los papeles.
“El Barbero de Sevilla” para la infancia – Teatro Concha Espina – 17 de noviembre
Sin mucha propaganda, pero con el teatro torrelaveguense Concha Espina lleno, un grupo de chicos y chicas asturianos entre los nueve y los quince años representó con entusiasmo y sapiencia escénica ‘El barbero de Sevilla’, una adaptación al castellano de la célebre ópera de Rossini. Ellos son ‘La Federica’, una compañía que dirige Maite García Heres y que apadrina la Fundación Ópera de Oviedo.
La historia sigue transcurriendo en Sevilla, ahora transformada por unos carnavales que hacen creíble la historia de enredos amorosos entre el conde de Almaviva y Rosina, con las artes de celestina de Fígaro, un barbero de calidad. Textos acortados con toda la música imprescindible del barbero rossiniano que en Torrelavega tuvo el sencillo acompañamiento de un piano. Voces blancas que se acercan a la tesitura natural de los personajes y que logran ser un coro con calidad. Destacar las voces de Teresa Rodríguez García de Albéniz (conde convincente) y Elena Fernández McLean (una interpretación de Rosina que convence vocal y artísticamente; hay futuro), junto a la eficacia y gracejo que tuvo la interpretación del barbero con acento andaluz lograda por Jorge Martínez Ferreño.. Un espectáculo que merece ser repetido y generar grupos infantiles en Cantabria. Mientras tanto, nos queda Asturias y sus temporadas de óperas con rincón para infancias sin edades.