
«Era un sueño poder producir mi propia energía»
Mohamed Nassiri nació en las montañas del Atlas, en Marruecos, en un lugar donde no tenían electricidad y, siendo adolescente, empezó a conocer cómo funcionan las baterías. Entonces empezó a pensar en tener su propia instalación. Una vez en Cantabria, compró una casa. «Era un sueño poder producir mi propia energía», dice en una entrevista concedida a EL FARADIO. Y el sueño se cumplió. De hecho, hasta miembros de la cooperativa Solabria se acercaron a su casa, hace tiempo, para ver cómo lo tenía montado.
Nassiri reconoce que lo que hace él no lo puede hacer cualquiera. Se requieren determinados conocimientos para poder tener una instalación de energía solar en casa. Se puede hacer en cualquier sitio, pero hay que tenerlo claro y lidiar con los vecinos, por si quieren hacer uso también de esa otra energía, algo que requiere ponerse de acuerdo para poder usarla todos. Y las baterías tampoco son baratas, pueden requerir una inversión por encima de los 20.000 euros.
Ahora vive en casa independiente y no tiene que contar con nadie. El sistema que tiene funciona con dos baterías, una principal y otra de respaldo, por si falla la primera. Como un hospital o un aeropuerto durante el apagón del pasado 28 de abril. España se fue a cero, pero Nassiri contaba con luz en casa. El apagón le afectó porque le pilló trabajando, igual que a su mujer. Y le afectó en cuanto a las comunicaciones, porque la telefonía también cayó. Pero estar al margen de la red eléctrica sí le hubiera permitido tener luz en casa si el apagón se hubiese alargado hasta la noche. Lo que no le está funcionando del todo bien desde el apagón es la conexión a Internet.
Tener dos baterías en casa es porque «tampoco vamos a decir que una instalación solar no tiene fallos, técnicamente puede que cualquier día te falle, entonces opté por poner otra alternativa», dice. Durante la mayoría de los meses del año puede consumir energía sin problemas, pero admite que en los dos meses de menos luz tiene que calcular mejor lo que gasta y lo que no.
«En el norte es imposible dimensionar una instalación, porque las condiciones cambian muchísimo». Si viene un mes de días nublados, hay cosas que va a tener que usar mucho menos. Por ejemplo, la lavadora, que gasta 1,6 o 1,7 kilowatios y para eso es necesario el aporte del sol. Si el día es soleado, podría usar ese electrodoméstico cuando o cinco veces.
De todos modos, Nassiri sí consigue acumular energía en las baterías. Tanto como para permitirse tener una o dos semanas sin sol, «pero tampoco hay que derrochar», dice, por si acaso viene una racha larga de las que ocurren en el norte de España. Y la instalación la comenzó a base de baterías recicladas. No sólo es consumidor de energía renovable, sino que trata de aprovechar el material para no tener que derrochar más. Sabe la manera de regenerar una batería y conoce sus ciclos. Es una de sus aficiones, y le ayuda a cuidar del planeta gastando sólo lo necesario.
Cuenta que, cuando vivían en un núcleo urbano más grande, «me decían que estaba loco» por querer funcionar al margen de la red eléctrica. Es tan infrecuente que provoca sorpresa. Sin embargo, Nassiri piensa que lo «ideal» es que funcionáramos con instalaciones en cada casa o bloque de pisos. No necesariamente desenganchados de la red eléctrica, pero sí buscando esa autosuficiencia en el consumo, en lugar de proyectar grandes proyectos eólicos o fotovoltaicos. Él mismo dice que podría aportar energía a dos o tres vecinos, pero insiste en que «es un poco complicado el tema de la gestión», por tener que ponerse todos de acuerdo. Resume diciendo que «tenemos que estar enganchados a la red eléctrica siempre que nos salgan las cuentas. Yo si estoy enganchado a la red eléctrica y me puedo permitir unas baterías y el día de mañana se va la luz o pasa cualquier cosa, pues tengo que tener una alternativa».
Sin embargo, el capitalismo siempre piensa más a lo grande, en una forma de consumir más masiva. Como el día del apagón, donde había gente que salía a comprar con la idea de acumular productos. «Un día que se ha ido la luz y ya es el caos», refleja Nassiri, que comenta, jocosamente, que conoce casos de personas que todavía tienen una parte del stock de papel higiénico que compraron durante la pandemia.