“La identidad y el arraigo evitan que las ciudades sean fotocopias”

El colectivo artístico Boa Mistura presenta este martes en Santander las tres propuestas finales del mural que transformará los silos del puerto, un proyecto que busca conectar ciudad y Bahía a través del arte y la participación vecinal
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Que alguien quitara el mural de Roberto Orallo de la torre del Rhin (incluso el nombre cuesta adaptarlo a los cambios) sería para muchos santanderinos equiparable a que del paisaje de la Bahía de Santander desapareciera una de sus montañas.

Cuando vemos un cuadro de Gloria Torner, lo reconocemos enseguida porque, pese a que pinta un paisaje repetido a veces hasta la saciedad, aporta algo propio –muchos críticos dicen que proyecta sus emociones sobre la Bahía– que lo hace reconocible.

El paisaje es identidad, y la conjunción con el arte, su representación, lo es. El colectivo artístico Boa Mistura –de quienes recordamos su mural del corazón en un edificio en PeñaHerbosa, que acabó sepultado por un edificio y por una estéticamente cuestionable representación naval– trabaja estos días en un proceso participativo con vecinos de Santander ligado al Puerto que finalizará con la pintura de unos silos, en un proyecto en colaboración con Cantabria Labs, en torno al cual conversamos en EL FARADIO.

 

 

El proceso arrancó con un taller el pasado 10 de abril en la sede de la Fundación de Cantabria Labs. Participaron cerca de 70 personas de perfiles diversos: estudiantes, vecinos de distintas edades y orígenes. El taller combinó dinámicas artísticas con sesiones de recogida de ideas, historias y sensaciones sobre el mar, el puerto y Santander.

Este martes 24 de junio, el equipo presentará en la capital cántabra las tres propuestas surgidas del proceso participativo.

El objetivo, tal y como resume Pablo Ferreiro, de Boa Mistura, es “reconectar el puerto con la ciudad mediante una intervención cultural y artística” en un entorno que, pese a su presencia constante en el horizonte santanderino, sigue resultando ajeno para muchos vecinos. “Los silos son un elemento identitario, visibles desde buena parte de la ciudad”, señala, insistiendo en que «queremos que la gente vea la obra desde cerca, que el puerto se convierta en un lugar de paseo y no solo de paso”.

“Preguntamos directamente: ¿Qué significa el mar para Santander?”, cuenta Ferreiro. Las respuestas, según el artista, fueron «muy sinceras, muy honestas y llenas de amor hacia la bahía». En esa fase surgieron conceptos clave como «alma», «vida», «calma» e «identidad», que alimentaron el proceso creativo del colectivo.

Además de la recogida de relatos, el grupo impulsó dinámicas como encuestas sobre el color. “El azul fue predominante, pero también salieron mucho el gris y el verde”, explica. Curiosamente, al preguntar a los asistentes de qué color se sentían ese día, las respuestas fueron colores vibrantes como “rosa, amarillo, rojo”. “Ese contraste entre lo apagado de la paleta urbana y lo vivo del sentir de la gente nos pareció muy interesante”, apunta Ferreiro.

La metodología de Boa Mistura se basa en la escucha activa, el diálogo con el vecindario y la implicación directa en todas las fases del proyecto. “Nos apropiamos de una porción del espacio público, así que lo mínimo es preguntar primero: ¿quiénes sois? ¿qué hacéis? ¿qué hacer y qué no hacer?”, señala. Tras la recogida de ideas, el equipo desarrolla varias propuestas y vuelve a compartirlas con la comunidad para que esta elija cuál ejecutar.

“La participación está en nuestro ADN”, insiste Ferreiro, para quien este tipo de procesos son también una forma de “dignificar” el entorno urbano. “Las ciudades tienden a la deshumanización. Nos pertenecen, pero a veces parece que nos ponemos palos en las ruedas al diseñarlas”, reflexiona.

El equipo de Boa Mistura defiende que la única forma de evitar que las ciudades pierdan su singularidad es a través de procesos con «arraigo e identidad», también en las propuestas artísticas- “El resultado final es importante, pero el proceso lo es aún más. Es lo que permite que una obra se quede en el recuerdo colectivo”, afirma Ferreiro. En este sentido, aspiran a que los futuros murales de los silos no solo embellezcan, sino que se conviertan en parte del imaginario local.

“Nos gustaría que esto fuera creciendo, que ese sentimiento de pertenencia se extendiera más allá de los que participaron directamente. Que la gente diga ‘yo estuve ahí’”, concluye.


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