Cada año un poco menos solo
Poco a poco se va rompiendo el cerco de a soledad que durante muchos años fue, junto al rugido del mar, la única compañía de Rafael Rodríguez Rapún: la dictadura cuya llegada combatió, los años de plomo en torno a la memoria histórica y otros factores, como la naturaleza de su relación amorosa con Lorca en tiempos en que no se quería tocar el tema y su papel discreto pero imprescindible en La Barraca hicieron que muchos cántabros desconocieran que enterrado en Ciriego estaba una pieza clave de una pieza clave de la historia de la memoria democrática, colectiva y cultural.
Decimos que un papel discreto e imprescindible porque dentro de La Barraca Rafael no era el que más se ocupara de las cuestiones artísticas, pero sí de las que permitían que todo aquello –la compañía de teatro universitario que, auspiciada por La República, llevó por los pueblos de España los clásicos del teatro-: es decir, cerrar las giras, contactar con alcaldes, resolver marrones y estar pendiente de las cuentas.
Un legado que durante años opacó el propio carisma de Lorca, en vida y muerte, incluso que quedó de alguna forma postergado por ser inspirador de algunos de los Sonetos del Amor Oscuro, publicados décadas después de la ejecución de Federico en su Granada.
Hubo voces, del imprescindible Saiz Viadero a Javier Menéndez Llamazares, pasando por la asociación Héroes de la República y la Libertad o algún profesor de Literatura que lo mantuvieron vivo, hasta la eclosión que supuso la obra de teatro ‘La piedra oscura’, de Alberto Conejero, en la que –con ciertas licencias- Rapún era el protagonista y trataba de rescatar, en prisión, las obras perdidas de quien fue su pareja. ´
Decíamos también que Rafael ha estado muy sólo porque está enterrado en Ciriego, en Santander, lejos de su familia: él era madrileño, pero su caso es un ejemplo de alguien que llevó su compromiso político hasta el final.
No sólo por aportar su trabajo a La Barraca –si bien dentro hubo personas de distintas ideologías, fue un proyecto eminentemente republicano, fruto de la apuesta por la extensión de la cultura al pueblo y con el apoyo firme del referente que fue Fernando de los Ríos, el ministro de educación que también estuvo detrás del nacimiento de la Universidad Internacional de Verano, germen de la actual UIMP-, sino porque cuando el clima de violencia política se agudizaba, centró sus esfuerzos en la defensa de sus valores y la legalidad democrática frente al golpismo, hasta el punto de alistarse en el Ejército.
Cayó durante los bombardeos en Bárcena, que le causaron heridas de las que fue tratado en un hospital militar –en la zona de Reina Victoria, en Santander-, donde moriría, justo el mismo día, un año después, que Federico García Lorca. Eso fue tal día como hoy, un 18 de agosto –la lápida refleja por error el 19–: Federico en el 36 y Rafael en el 37.
Fue enterrado lejos de casa y unas flores le han ido acompañando cada año en este aniversario compartido, este año con llamamiento expreso de la asociación Héroes de la República y la Libertad, que subraya su compromiso y coherencia.
La entidad este año ya había distribuido un mapa para localizar su sobria sepultura, a la derecha del cementerio, o en línea recta desde las fosas que rescató del olvido Ontañón.
El llamamiento, pese a la lluvia, pese al agosto, pese a los atascos –y pese al intento de boicot de quien quitó de allí el ramo tricolor que había dejado la asociación—ha encontrado eco con flores que han depositado, en su honor, ciudadanos a título particular, la propia asociación, o políticos, desde el coordinador de Izquierda Unida en Cantabria, Israel Ruiz Salmón, o, desde el PSOE, partido en cuya federación madrileña militó, la secretaria de Memoria Democrática, Zoraida Hijosa –con responsabilidades en el Gobierno central-, el secretario de Organización, Agustín Molleda, y el secretario de Política Autonómica y portavoz parlamentario, Mario Iglesias.