La Vorágine, espacio cultural y asociativo de Santander, acoge esta semana dos citas que giran en torno a la memoria, entre ellas una sesión del cic Cine sin Niebla.

El martes 26 de agosto, a las 20:00 horas, se presenta el libro Los bajorrelieves de Jesús Otero, un volumen que rescata y analiza las dieciocho piezas que el escultor cántabro realizó en 1961 para la fachada del edificio de los juzgados de Santander. El miércoles 27, también a las 20:00 horas, será el turno del cortometraje Els buits / Los vacíos, dirigido por Sofia Esteve, Isa Luengo y Marina Freixa Roca, que se acompaña de un coloquio online con esta última.

Jesús Otero, el preso republicano que llevó a sus esculturas su ansia de justicia

Jesús Otero (1908-1994) fue uno de los escultores más reconocidos de Cantabria en el siglo XX. En 1961 recibió el encargo de elaborar dieciocho bajorrelieves sobre la justicia para el nuevo edificio judicial de Santander. Su biografía da un significado añadido a la obra, ni siempre destacado: dos décadas antes había pasado por la cárcel tras ser condenado a muerte en dos ocasiones por su defensa de la II República. Ese compromiso con la justicia se plasmó en esa obra.

El libro, firmado por Javier Gómez-Acebo y Jesús Ortiz, indaga en las referencias literarias y míticas de las piezas, así como en las personas reales que sirvieron de modelos. Ambos autores presentan en La Vorágine un trabajo que busca iluminar una parte poco estudiada de la producción de Otero.

Javier Gómez-Acebo es abogado. Ha escrito centenares de artículos en revistas profesionales y en prensa diaria, algunos de los cuales se han recogido en un libro, Reflexiones puntuales y algunas inquietudes. También ha publicado cuatro novelas donde vuelca parte de lo aprendido en su ejercicio profesional: El caso del concejal desaparecido, El caso del secuestro de la abogada, El caso de las escolleras y El caso de las identidades falsas. Forma parte de la asociación cultural Grupo Alceda. Toca el saxofón y canta en un coro.

Jesús Ortiz es técnico de artes gráficas y editor. Ha leído miles de libros, participado en la edición o impresión de centenares, traducido docenas y escrito tres: Migue hace un libro (ilustrado por Kike Ibáñez), ¿Sueñan los androides con tarifas eléctricas?, y Escritura. La pequeña historia de un invento enorme (ilustrado por Sara Fernández Sainz). Tiene un oído pésimo, colecciona lápices japoneses.

Jesús Otero Oreña (Santillana del Mar, 6 de febrero de 1908 – 26 de agosto de 1994) es considerado uno de los grandes escultores cántabros del siglo XX. Su vínculo con el arte comenzó de niño, con retratos familiares y trabajos en piedra. Tras formarse en la Escuela de Artes y Oficios de Santander, obtuvo en 1929 una beca de la Diputación para estudiar en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en Madrid.

En 1936, durante la Segunda República, fue nombrado delegado de Bellas Artes en Santillana del Mar para proteger el patrimonio artístico. Ese mismo año se alistó voluntariamente en el frente republicano durante la Guerra Civil. Al finalizar la contienda fue encarcelado por el bando franquista, pasando por prisiones en Santander, Burgos, Alcalá de Henares, El Dueso y Bilbao. Sobrevivió a dos condenas a muerte y recuperó la libertad en 1941. En 1955 volvió a ser investigado por presuntos vínculos con guerrilleros antifranquistas.

Su trayectoria artística se consolidó con reconocimientos como la medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1957 por la obra Toro. Trabajó sobre todo la piedra, el bronce y la madera, con inspiración en la naturaleza, el románico y las formas populares. En 1988 fue nombrado hijo predilecto de Cantabria y, poco antes de morir, donó su obra al municipio de Santillana, lo que permitió crear el Museo Jesús Otero, inaugurado en marzo de 1994. También es autor de un monumento en el cementerio de Ciriego en memoria de las víctimas de la represión franquista.

‘Los vacíos’: memoria de mujeres internadas

La segunda cita será la proyección de Els buits / Los vacíos (2023), un cortometraje de 20 minutos que narra la historia de Mariona, internada a los 17 años en un correccional del Patronato de Protección a la Mujer, institución franquista creada en 1941 para “reeducar” a las llamadas “mujeres caídas”.

Estos patronatos, que se mantuvieron hasta 1985, funcionaban como espacios de control social y moral sobre las mujeres, en muchos casos gestionados por órdenes religiosas. Bastaba con haber mantenido relaciones prematrimoniales, fugarse del hogar o ser señalada como “díscola” para ser recluida en ellos.

Las Oblatas piden perdón por las rapadas, pero no ofrecen reparación

La película muestra cómo, en 2023, Mariona y su hija intentan recomponer las piezas de esa memoria fragmentada y preguntarse si la palabra puede romper silencios heredados entre generaciones. Tras la proyección, la directora Marina Freixa Roca conversará en línea con el público.

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