De Lola Lavín a Fidela Gutiérrez: las mujeres que sostuvieron la guerrilla antifranquista en Cantabria
Este viernes, 3 de octubre, en Candás (Asturias) a las 18.30 horas Mari Sol González, delegada de la Asociación Guerra y Exilio (AGE) en Cantabria, impartirá una charla sobre Mujeres en la guerrilla.
La actividad forma parte de las Jornadas de Memoria organizadas por la CNT, que incluyen actividades como la proyección de documentales (‘Cántabros en Mauthausen’, ‘Granadas y Delgado, sin crimen legal’), la presentación del libro de Dolors Marín sobre anarquismo y memoria histórica o un acto popular en recuerdo del bombardeo del 20 de octubre de 1937 en el puerto de Candás.
La guerrilla antifranquista continuó la lucha y resistencia contra el fascismo que inició la Guerra Civil tras perder el golpe de Estado, pero vencer en combate con el apoyo de los fascismos italiano y alemán frente al abandono del resto del mundo a la República. Y continuó incluso cuando la contienda había terminado, cuando el fascismo ya se había organizado como régimen.
En Cantabria, la guerrilla antifranquista contó con figuras destacadas como Jesús de Cos; los míticos Juanín (Juan Fernández Ayala) y Bedoya (Francisco Bedoya Gutiérrez), activos en los Picos de Europa hasta su muerte en los años cincuenta; o José Lavín Cobo, (Pin El Cariñoso), ejecutado en 1941 y cuya figura dio nombre a una de las primeras agrupaciones guerrilleras en la región. También participaron guerrilleros y enlaces como Félix Adiego, de Torrelavega, o Pedro Fernández Cuevas ‘Pedrucu’, de Rionansa. Entre las principales agrupaciones en Cantabria estuvieron la Agrupación Guerrillera del Cariñoso, la Brigada Machado y la Agrupación Guerrillera de Santander, con conexiones con redes de resistencia de Asturias, León y Palencia.
La historiografía más reciente ha subrayado la labor de las mujeres en la guerrilla antifranquista, muchas veces invisibilizado en los relatos por el poco peso que en esos años se daba al papel de la mujer y la posterior invisibilización a la hora de contarlo, que se suma a las propias dificultades de abordar los fenómenos de combate al franquismo y la losa de silencio que trató de imponerse tras la Transición.
Pero el papel de las mujeres fue clave en distintas partes, muchas veces actuando como enlaces, transportando comida, medicamentos, mensajes o sirviendo de contacto en pueblos y ciudades. Esa labor resultaba imprescindible para la supervivencia de los grupos, aunque con frecuencia quedó oculta tras relatos centrados en figuras masculinas.
Una de las figuras más conocidas, es Lola Lavín, fusilada por su relación con la Agrupación Guerrillera del Cariñoso, que operó en Cantabria tras la Guerra Civil, según repasa Marisol González.
Pero no fue la única. En la misma fosa reposan otras mujeres ejecutadas en esos años, cuyos nombres y fechas figuran grabados como testigos de una violencia estructural ejercida sobre quienes fueron consideradas amenazas por su apoyo a la resistencia.
Entre ellas está María Oti, suegra del Cariñoso, fusilada tres meses después de la muerte de su yerno.
O María Solano, novia del mismo, que pasó doce años en prisión y evitó el paredón por estar embarazada. Su condena se enmarca en la lógica represiva que castigaba con especial dureza a las mujeres vinculadas a guerrilleros, como forma de escarmiento y desarticulación de sus redes.
El 20 de octubre de 1952, en Tama, se produjo una de las matanzas más cruentas de la posguerra en Cantabria. Ese día fueron asesinadas Carmen de Miguel y su hija menor de edad Carmen Gómez, por dar cobijo a los guerrilleros de la Brigada Machado, activa en la zona occidental. El caso evidencia la brutalidad ejercida también sobre civiles no armados y menores.
Otra figura significativa es la de Fidela Gutiérrez Gómez, vecina de Caranceja, cuya casa fue punto de apoyo para los guerrilleros. Allí fue atendido de una herida Jesús de Cos, uno de los guerrilleros más conocidos, antes de exiliarse a Francia con su pareja Agapita González, también enlace de la guerrilla. De Cos falleció en 2012, dejando un legado de lucha que reivindicaba siempre el papel de sus compañeras.
En Torrelavega, Carmen Manrique Santamaría fue detenida en 1950 por su labor como enlace. Fue torturada y encarcelada en el convento-prisión de las Oblatas –que se encontraba en la calle del Monte, siendo la parroquia de San Pablo, ahora en demolición, su último vestigio–, de donde logró fugarse y huir a Francia. Allí continuó su militancia en favor de la República, y en 1963 fue nombrada sargento del Ejército republicano en el exilio.
Estas historias son solo una parte de una represión más amplia. En el resto del Estado, figuras como Alida González, Ángela Losada, Alpidia García “Maruxa” o Consuelo Rodríguez “Chelo” han sido citadas por Quico Martínez, guerrillero de la Agrupación León-Galicia, que este 1 de octubre ha cumplido 100 años y ha dedicado parte de su vida a recordar a quienes compartieron lucha y exilio.
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