Una lección de realismo mágico
Crónica por Sara Pelaz
Fotografias: Curro Gallego-Preciados
Rufus T. Firefly llevan quince años compartiendo cosas buenas con el mundo. Dos ejemplos brillantes son sus ocho discos y los conciertos que han ofrecido en Cantabria hasta ahora. El pasado viernes 17, Víctor Cabezuelo, Julia Martín-Maestro y el resto de su banda regresaron al Escenario Santander para obsequiarnos con un directo que fue mucho más que un concierto: fue una inmersión en su universo sonoro, donde la psicodelia se mezcla con el realismo mágico, y donde cada canción parece una puerta abierta a un sueño del que no queremos despertar.
Desde que comenzaron a sonar los acordes de la primera canción —Torre de marfil, que abría El largo mañana (2021)— quedó claro que sabían cómo mantener al público expectante y atento a los detalles que nos regalaba cada uno de los seis músicos que estaban en el escenario. El primer bloque incluyó tres temas de ese mismo disco, completado con Lafayette y Polvo de diamantes. Entre ellas, como segundo tema de la noche, se coló El coro del amanecer, una de las joyas del nuevo álbum, Todas las cosas buenas (2025), que sirvió como introducción a su trabajo más reciente, publicado en el mes de abril.
El todo lo formaban, junto a Víctor y Julia, los sonidos de Marc Sastre, Manola, Miguel de Lucas y Juan Feo, cada uno aportando su matiz a ese cuadro sonoro que la banda pinta con gran precisión. La puesta en escena, cuidada con detalle, se completaba con un trabajo impecable de luces y sonido, orquestado por un equipo técnico que entiende que la psicodelia también se construye con sombras, destellos y silencios.
Presentaban su octavo disco, con ese título que parece una invitación a detenerse, a mirar con otros ojos lo cotidiano. Las canciones del grupo, por lo general, suelen dejar entrever ecos de otros artistas que han influido en su trayectoria o que han compartido algún vínculo creativo con ellos. Trueno azul, por ejemplo, se desarrolla con la suavidad atmosférica de Tycho pero evoluciona con elegancia hasta alcanzar un desenlace Daft Punkiano. En El principio de todo, la energía contenida y el ritmo creciente evocan (conscientemente o no) a LCD Soundsystem, sin perder en ningún momento su timbre propio. Las nuevas canciones, recibidas con entusiasmo, se entrelazaban con otros ya clásicos de su repertorio que también emocionaron al público, como Magnolia o Río Wolf (Magnolia, 2017)
Entre canción y canción, Víctor Cabezuelo compartía recuerdos: su primera vez en el escenario pequeño del Escenario Santander, su regreso a Torrelavega en el festival Soundcity tras la pandemia, y ahora, este reencuentro con un público que los ha acompañado con cariño. La cercanía con quienes estábamos frente al escenario era constante, incluido el momento en que sonó El problemático Winston Smith (Nueve, 2024), favorita del técnico de sonido Ángel Luján y dedicada a él.
En la parte intermedia del directo también hubo espacio para una versión, perfectamente encajada con el resto del repertorio, cuando Julia interpretó Canta por mí, de El Último de la Fila.
Hay algo profundamente literario en Rufus T. Firefly. Sus letras, sus títulos, sus arreglos… Todo parece esconder referencias o guiños que invitan a escuchar sus canciones en bucle hasta descubrir cada detalle. Dron sobrevolando Castilla-La Mancha podría ser el título de un cuento de ciencia ficción costumbrista; Nebulosa Jade, una declaración de amor escrita en clave astronómica.
El concierto cerró con Canción de paz, iniciada por Víctor junto a la percusión de Juan. A medida que avanzaba el tema, el resto de la banda se fue incorporando progresivamente hasta completar el repertorio. Y cuando las luces se encendieron y comenzó a sonar Como yo te amo, de Rocío Jurado, supimos que el hechizo había terminado, pero que algo de la magia de esa noche seguirá flotando cada vez que volvamos a escuchar sus discos.