Isabel Tejerina: un compendio de luchas sin retroceso
No hubo sorpresa este jueves en La Vorágine, el espacio de cultura crítica al que Isabel Tejerina estaba tan unida. La librería estaba llena de gente que podría contar bastantes historias de esta luchadora, una activista a tiempo completo, profesora, actriz, escritora… Las vidas son tan complicadas y ocupadas que hubo gente que no pudo acercarse, pero muchas personas querían ir, escuchar, comentar…
Con Paco Gómez Nadal como maestro de ceremonias, pero también con Mila Gárate y Juan Manuel Freire como contadores. Porque de Isabel Tejerina se pueden contar muchas cosas. Varias las ha contado ella misma en esta autobiografía que no tuvo tiempo de terminar. A veces la salud se topa con complicaciones que no logra sortear, y este sábado se cumple un año del fallecimiento de una persona con carácter, pero instructiva e inspiradora.
‘Al cabo de los años’ trata de ser un manual para la reflexión. Eso es lo que hacía ella constantemente, pensar y repensar sobre cosas con sentido, cosas por las que merecía la pena poner el cuerpo.
«Isabel Tejerina lo hacía todo en una lógica social y colectiva»
Mila, gran amiga de Isabel, reflejó en la presentación ese carácter luchador. La infatigable necesidad de conseguir cosas, de visibilizar luchas, de estar donde tenía que estar. Por ejemplo, en su faceta como profesora universitaria. Se puede decir que una profesora está para enseñar, para educar. Pero eso, tratándose de Isabel, no podía contenerse entre las cuatro paredes de un aula. La Universidad puede hacer más que instruir. Puede animar a participar, puede escuchar las voces con menos altavoz o puede buscar otros caminos un poco menos académicos y más artísticos.
Con las vidas que tenemos hoy, donde cuesta encontrar un hueco para añadir algo más a las tareas que hacer, Isabel siempre podía encender otra antorcha, abrir el siguiente camino y dejar un rastro para que la siguieran. Y su tiempo en la Universidad debía servir para eso. Sobre todo, para fomentar el espíritu crítico. Y hacerlo con plena energía.
Mila recordó como una «hazaña conjunta» que se creara un espacio llamado ‘Universidad y solidaridad’ que pretendía llamar la atención sobre el hambre en el mundo. ¿Cómo puede ser que una especie como la humana, capaz de aprovechar la tierra para tantas cosas, tenga a cientos de millones de personas muriéndose de hambre? Isabel se empeñó en pedir que el 0,7% del presupuesto de la Universidad de Cantabria (UC) se destinara a paliar algo tan terrible. Tira y afloja con la institución, pero los propios docentes podían hacerlo por su cuenta, donando ese porcentaje de sus nóminas. Y se consiguió que la UC donara también, aunque fuera un porcentaje más bajo, a partir de 2004.
Se podía hacer más. Se podían organizar seminarios todas las semanas en la UC para hablar sobre temas de interés, también con un foco puesto en la reducción de las desigualdades, en la educación como principio supremo para alcanzar ese objetivo. Y se podía tejer alianzas con asociaciones de la sociedad civil que tratan de fomentar la solidaridad entre los pueblos, como Amnistía Internacional o Cantabria por el Sáhara.
Isabel abrió hasta una campaña para proteger los derechos de la infancia, y para ello no dudaba en molestarse en contactar con autoridades competentes para lograr que se implicaran en algo así, hasta el punto de conseguir que hubiera teatro para docentes y alumnos en el Palacio de Festivales. Algo que parecía imposible de conseguir, pero que acabó con tres funciones con la Sala Pereda llena hasta arriba. O promover una acción en la UC en contra de ese espacio lleno de horrores como la cárcel de Guantánamo. Una acción con trajes naranjas, para visibilizar lo que tenían que padecer los presos en ese lugar.
Un compendio de luchas en las que ella no conocía el verbo retroceder. Tanto Mila como Juan Manuel expusieron varios ejemplos para darle un fondo a una figura que no se nos debe de olvidar.
La autobiografía “incompleta” de Isabel Tejerina aflora en ‘Al cabo de los años’
Lo tuyo es puro teatro
Y el teatro. Otra pata de su vida, otro amor incondicional. Porque la expresión artística era algo irrenunciable para Isabel. Ya fuera con el grupo teatral que abrió en la Universidad, y la extensión de ella misma en la Agrupación Escénica Unos Cuantos, que presidió desde el principio.
Juan Manuel, su compañero más teatral, alguien que ha compartido tanto con ella, que los detalles que contó en la presentación sólo son una pequeña parte de experiencias vividas, proyectos desarrollados y darle a la cultura todo el sentido dentro de lo que es el camino de la vida. Su visión de Isabel cristalizó en cuanto se refirió a ella como un «modelo de comportamiento».
Resulta un poco más fácil no perderse por el camino cuando tienes cerca a alguien que lidera, que identifica por dónde hay que ir y entonces sólo cabe seguir por ahí, en compañía de ella, embarcándose en las acciones que propone. En las teatrales, también.
Juan Manuel la identificó con el color rojo, porque ella misma lo quería así, pero no un rojo agresivo, sino un rojo con ternura. Un rojo que significa escucha y atención, que accede a las sugerencias de los demás y que busca construir, pero siempre desde un espíritu crítico. Por eso La Vorágine es un espacio perfecto para hablar de Isabel, aunque el libro acabará siendo presentado en muchos más lugares, tanto en Cantabria como en su Asturias natal.
En la vertiente de actriz, Juan Manuel destacaba todas las facetas que afloraban en Isabel, desde escribir hasta dirigir, pero pasando por interpretar papeles muy variados y que, en muchas ocasiones, no tenían nada que ver con su auténtica forma de ser. Versatilidad a raudales, algo que ha quedado impregnado en Unos Cuantos y que seguirá marcando su camino.
Esas eran las dos intervenciones principales del acto, pero quedaron otras dos para el final. La primera la de Anjana, la hija menor de Isabel, que habló brevemente, y muy emocionada, de su madre. Cuando dijo que leer esta autobiografía interrumpida ha sido «como volver a escuchar su voz», no flotaba solamente silencio en la librería. Fue un mensaje desde sus entrañas a las nuestras, a las de todos los asistentes. Un discurso para que el ejemplo de Isabel se quede fijado. Una personalidad que no debe caer nunca en el olvido.
El último turno fue para Lorenzo, el hermano menor de Isabel. También fue un turno donde reír con las anécdotas que contaba, porque también la risa es necesaria. Ayuda a recordar con más cariño a alguien que sigue muy presente, aunque nos dejara hace un año. El contar que eran 11 hermanos, primero seis chicos, después cuatro chicas, y Lorenzo en último lugar, y que todos esos chicos fueran incapaces de frenar el ímpetu de esas cuatro mujeres, feministas antes de tiempo.
Paco estimó que era mejor no abrir más turnos, porque nos hubieran dado todas las campanadas del mundo, porque cada persona allí presente se podría haber puesto a contar muchos más detalles, historias que llenan todas las vidas. La de Isabel, por supuesto, pero también las demás que compartieron algo con ella.
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