«La gente quiere trabajar, pero muchas veces no les dejan»: Treball Solidari impulsa programas de emprendimiento y regularización
Un grupo de mujeres de distintos países acabaron en Mallorca para ganarse la vida. Ante la situación del mercado laboral, optaron por vender ellas mismas allí comida de su país. Esa apuesta se fue haciendo estable: alquilaron un local, abrieron una tienda, gracias a todo ese movimiento pudieron traerse a sus hijos y maridos, y todos ellos tienen un trabajo, una forma de ganarse la vida. Ellas mismas son ahora quienes enseñan a otras mujeres cómo emprender.
La historia, que se extiende por más de una década, la cuenta Maira Romero, experta en regularización administrativa en Treball Solidari, entidad que es miembro de la Coordinadora Cántabra de ONGDS. Y es un ejemplo del programa Confía, una de las acciones emblemáticas de esta entidad que aúna emprendimiento y cooperación, y que se base precisamente en formar a mujeres sobre cómo lanzar su proyecto de negocio personal, pero yendo más allá y sumando microcréditos que les permitan crecer.
Desde Cantabria, Juliana Constain, responsable de programas de Treball Solidari en Cantabria, suma otros casos: desde una joven peruana que comenzó en situación irregular, y ahora hace exportación e importación de lana de alpaca, a otra que está formándose ahora o el de otra mujer que hace dos meses estaba “totalmente perdida” y ahora tiene trabajo y, casi igual de importante, motivación.
TREBALL SOLIDARI: EMPRENDIMIENTO Y COOPERACIÓN
La historia de Treball Solidari es la de una organización que comienza trabajando en proyectos de cooperación al desarrollo en otros países, pero que acaba evolucionando hacia programas de apoyo a población migrante o en riesgo de exclusión en los territorios a los que se movieron.
Y ese apoyo se plasma en proyectos muy pegadas a la realidad cotidiana que vemos en barrios y pueblos, en los que comprobamos que hay cada vez más personas migrantes que han lanzado sus propios negocios, haciéndose cargo, por ejemplo, bares que estaban a punto de cerrarse, o impulsando sus propios proyectos de artesanía, de alimentación…, por citar algunos ejemplos de una realidad más amplia y que de hecho no se ciñe únicamente a estos sectores.
Iniciativas como CONFIA, el más veterano de la organización, que se basa en el trabajo con mujeres en situación de exclusión financiera para darles la alternativa de poder emprender.
A la pata personal se le suma la emocional, la del desarrollo personal, y por eso el acompañamiento en CONFÍA que se realiza está muy basado en las habilidades socioemocionales (más allá de los conocimientos técnicos para emprender), adaptadas a la propia vida, conocimientos y situaciones de cada una de ellas.
Y se complementa con el acceso a microcréditos para desarrollar la idea o hacerla crecer –que dados los perfiles, más que muy probablemente les serían negados en una banca que cada vez excluye a más perfiles de la economía real y cotidiana–, en el que el aval es el propio grupo de mujeres. La palabra grupo también es importante en este programa: las participantes se reúnen periódicamente, y eso las permite tejer lazos, construir una comunidad que no siempre se tiene cuando se viene de otros países o se tiene un perfil de vulnerabilidad.
De ahí se fue evolucionando al apoyo a otras fórmulas de autoempleo como las cooperativas en entornos rurales (RENOVA). Y de ahí a formar sobre estas figuras y las puertas que abren a la regularización de la situación administrativa de personas (REGULARIZA).
IRREGULAR Y NO ILEGAL, ACTOS Y NO PERSONAS
En este punto toca hacer didáctica sin rehuir el término que ha prendido gracias a la insistente y evidentemente malintencionada campaña de propagandística: ese “ilegal” aplicado a personas extranjeras, nacionalidades o la propia condición de migrante.
Juliana Constain lo tiene claro, porque además es así de evidente: lo que son ilegales son los actos, no las personas. Y trámites como la residencia o la nacionalidad son situaciones administrativas, como lo es haber renovado el DNI, tener todos los puntos del carné de conducir o, si lo llevamos a lo fiscal, estar al corriente de pago de impuestos con Hacienda. ¿Os imaginas hablar de un conductor ilegal –por circular sin carné–, de un empresario ilegal –por deber dinero de los impuestos- o de un constructor ilegal –por haber hecho una obra sin el trámite de la licencia?
Que esas expresiones nos suenen violentas y en cambio se hayan naturalizado respecto a las personas de otros países es, ni más ni menos, fruto de la insistencia con que se ha repetido la segunda fórmula, es decir, de propaganda, de una forma de pensar que en sí misma aboga, ya desde las palabras, por tratar distinto –y distinto es peor- a quienes viven de fuera o lo parecen, es decir, por puro racismo y xenofobia que se intenta que prenda más allá de ellos.
LA REGULARIZACIÓN DESDE EL EMPRENDIMIENTO
El 90% de los perfiles con los que se trabaja en Cantabria son madres solas que se lanzan a emprender para ayudar a sus hijos, bien porque estén aquí, bien porque estén en sus países de origen.
Es posible que haya miedo en parte de las usuarias a montar un negocio. Maira Romero explica que es fruto del “desconocimiento”, que por ejemplo muchas de ellas piensan que el negocio va ligado a tener un local para desempeñarlo.
El acompañamiento que se les hace incluye un plan de negocio a tres años –es decir un diseño y experiencia ya profesional– con el que se analiza si su idea permite cubrir sus necesidades y garantizarles una nómina. “Proyectamos su idea con su realidad”, añade, y esa realidad a veces les permite mejorar su vida: tener una jubilación, reagrupar a su familia, volver a su país.
De nuevo, la realidad de quienes conocen a las personas frente a la propaganda que presenta estereotipos prefabricados: “la gente que está regularizándose o no ha podido, quiere trabajar”, remarca Maira Romero, quien desmiente otro tópico: no, no es fácil.
De hecho desde la administración hay muchos frenos en forma de trámites sucesivos que pueden tardar años y resultar complejos (la experiencia de cualquiera en su vida diaria le hace comprobar que cada paso está marcado por una fuerte burocracia).
La consecuencia de la regularización de la situación es, aclara, positiva para el conjunto de la sociedad, porque aparte de mejorar sus condiciones económicas (con una situación regularizada se obtienen trabajos mejor pagados o se pueden lanzar negocios en los que definir sus propias condiciones), esa situación les permite meterse en el ciclo económico general, con todo lo que eso supone.
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