Un tanque con límites estructurales y un discurso institucional que generó expectativas sobredimensionadas
El tanque de tormentas construido bajo la Plaza de Italia, en El Sardinero, fue presentado por el Ayuntamiento de Santander como una actuación clave para mejorar el saneamiento y reducir los vertidos al mar durante episodios de lluvia.
Sin embargo, la realidad técnica de la infraestructura —con una capacidad limitada y un diseño que contempla expresamente el vertido al emisario— contrasta con el tono expansivo del discurso institucional, que llegó a presentar la obra como una solución integral a los problemas de escorrentía en la zona, que ha presentado ya varias inundaciones en superficie en circunstancias de lluvia normal –por otro lado, frecuentes en el clima de Santander–
Un sistema con capacidad reducida frente a la superficie que recoge
Según la documentación técnica facilitada por el propio Ayuntamiento, el tanque tiene una capacidad total de 176 metros cúbicos, es decir, 176.000 litros. Se trata de una estructura de hormigón de 19 metros de largo por 11 de ancho, ubicada bajo la mediana y los viales de la Plaza de Italia.
Este volumen permite retener el equivalente a 17,6 mm de lluvia sobre una hectárea ó 35 mm sobre media hectárea.
Sin embargo, la cuenca que aporta aguas al sistema es mucho mayor. En El Sardinero confluyen colectores de zonas densamente urbanizadas como la Avenida de Reina Victoria o Joaquín Costa, lo que genera escorrentías muy superiores a la capacidad del tanque incluso con precipitaciones moderadas.
Un diseño que asume vertidos como parte del funcionamiento
El propio proyecto técnico reconoce que el tanque no está diseñado para retener la totalidad del caudal generado durante una tormenta, sino para laminar los picos iniciales y actuar sobre las primeras aguas, más contaminadas. Es decir, su objertivo real fue que el vertido al emisario del Camello, que se presenta como inevitable, reduzca su impacto.
Lluvias habituales que desbordan la capacidad del sistema
El análisis de precipitaciones registradas ayuda a entender las limitaciones del tanque. El viernes 12 de diciembre, por ejemplo, las estaciones meteorológicas de Santander recogieron entre 1,5 y 2 mm de precipitación acumulada, una lluvia débil que no representa ningún problema para el sistema.
Sin embargo, episodios de entre 30 y 50 mm en un sólo día son habituales en Santander, especialmente en otoño e invierno. Esas cifras —documentadas en los temporales del otoño de 2021— generan volúmenes de agua muy por encima de los 176 m³ que puede contener el tanque: ya que 30 mm de lluvia sobre una hectárea suponen 300 m³ y 50 mm suponen 500 m³.
En esos casos, el sistema entra en régimen de alivio, tal y como contempla el diseño, provocando vertidos y balsas, sin que exista capacidad para evitarlo.
Del mensaje técnico a un relato político de mayor alcance
Esta limitación de diseño fue verbalizada inicialmente por los responsables municipales durante la presentación de las obras, cuando explicaron que el tanque “parará el primer golpe de agua que se produce por las lluvias intensas y que lleva la mayor cantidad de suciedad”, y que, una vez lleno, “se aliviará por el emisario un agua que ya se ha decantado”.
Sin embargo, el tratamiento comunicativo del proyecto por parte del Ayuntamiento acabó contagiándose del sesgo ingenieril que marca la gestión del equipo de Gobierno del PP, elevada a cotas de devoción, y fue evolucionando desde una narrativa técnica inicial a un discurso institucional más optimista, en el que la obra se presentaba como una transformación estructural del saneamiento en El Sardinero.
Si en el anuncio inicial de febrero de 2020 el mensaje fue relativamente prudente. en el que se describió el tanque como una “caja de zapatos de hormigón” orientada a retener el primer golpe de agua, a la finalización del proyecto, el discurso se amplió. La alcaldesa, Gema Igual, afirmó que la infraestructura “ha permitido modernizar las instalaciones actuales y mejorar todo el saneamiento de la zona de El Sardinero”, y que iba a mejorar “sustancialmente las condiciones ambientales de los vertidos preexistentes”.
También se aseguró que se evitarían “vertidos al mar de agua procedente del primer lavado” y que el sistema realizaría una “labor de depuración”.
Estas afirmaciones omiten los límites técnicos del sistema y no aclaran que el alivio al mar sigue produciéndose cuando se superan los 176 m³, algo que ocurre con lluvias que no son excepcionales en la climatología local.
Desde el punto de vista técnico, la infraestructura cumple su función limitada: retiene parte de las primeras aguas y mejora la calidad del vertido. Pero no puede evitar los alivios ni las acumulaciones cuando las lluvias superan los umbrales previstos, algo que sucede con frecuencia.
SIN DEBATE PÚBLICO NI TRANSPARENCIA EN LA ADJUDICACIÓN
Al no contextualizar el alcance de la obra ni informar con precisión sobre los umbrales de saturación, el discurso institucional ha contribuido a construir una percepción pública errónea: que la obra resolvería por completo los problemas de vertido y escorrentía en la zona.
Una falta de transparencia y debate sobre esta infraestructura que tiene mucho que ver con su diseño, adjudicación y concepción: en lugar de ser una obra que se saque a concurso –lo que implica un pliego que es público y el sometimiento a la competencia entre empresas–, la asumió Aqualia, la empresa privada a la que el Ayuntamiento adjudicó el abastecimiento de agua, dentro de las inversiones que le corresponden por la concesión.
En consecuencia, el método fue distinto, sin sacarse a concurso , de forma que no se pudieron conocer los detalles técnicos de partida ni las propuestas de las empresas aspirantes. Además, al sincronizarse la obra con la reforma de lo que hay arriba, la Plaza de Italia –el movimiento se vendió como una forma de optimizar trabajos, si bien el anuncio del tanque fue posterior al inicio de los trabajos arriba–, el intenso debate que hubo sobre la ruptura de la estética tradicional de la estampa del entorno del Casino por un nuevo episodio de losetismo de algún modo tapó el debate, más técnico y complejo, sobre lo que estaba pasando en sus tripas.
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