La Pita

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Intento escribirte desde lo cotidiano, desde ese “a diario” en el que te desenvuelves sin que nadie más que tú sepa por lo que estás pasando, por todos esos espacios que quedan huecos y que nadie llena, que manejas de la mejor manera que sabes. Los lutos, las esperas, las incertidumbres, el estrés de no llegar aunque a veces llegas, las interferencias de sentimientos y obligaciones que no sientan bien, recuerda que las peores resacas es cuando mezclas. Intento escribirte alejándome lo más posible de trincheras ideológicas y sectáreas en las que nos colocamos, o nos colocan, sin procesar, sin escuchar, simplemente desde la reacción del conmigo o contra mi. Lo hago desde las ganas de reventar todos los algoritmos que nos separan y encontrar alguno en el que nos tropecemos y podamos saludarnos, como cuando coincidimos en el ascensor, en el portal, en la cola del supermercado, a la salida del partido de futbol, o sacudiendo las alpargatas en las escaleras de la playa. En esos lugares una mirada amable se muestra desnuda, incluso vulnerable, despreocupada, no juzga, no escudriña, simplemente vive y respira. Crea un espacio compartido como en el que cedes el turno al pedir en la barra del bar, en la fila del paro, o al tomarte una caña al salir del curro. O -este es uno de los que más me gustan-, en la cola del supermercado cuando ves que “solo llevo eso” y me dejas pasar, y después viene otro con “solo dos cosas más” y le dejas pasar también; y te vienes arriba cuando ya son tres que se te salta la risa y un poco a ellos también. A la cajera la reconcilias un poco con la humanidad después del día de mierda que lleva. La persona que está en la puerta sonríe al verte pasar y le devuelves la sonrisa (consciente de que algo no va bien).
Intento encontrarme contigo en ese lugar, desde el que ahora escribo que hace que nos encontremos desde tiempos y lugares diferentes. Y es que fíjate, en el ahora mientras escribo no tengo ni idea de donde estarás y en este ahora, mientras me lees sabes, que ya no estoy. Aún asi los dos estamos en esa península de Barataria que Quijote le dio a Sancho para que gobernara como si de una geografía del encuentro se tratara, en ese “salimos sin conocernos sabiendo que salimos para encontrarnos” que habla Cortázar en Rayuela. Desde esa Rayuela intento encontrarme contigo, aunque en mi pueblo a ese juego de tiza y carretera donde solo hacia falta saber saltar a la pata coja, una piedra lo mas plana posible y no perder demasiado el equilibrio al darte la vuelta y agacharte a recogerla sin salirte o pisar la línea, la llamamos “La pita”. Imagino que en otros sitios la nombrarán de diferentes maneras. ¿Te imaginas una novela que se titulara “La Pita” ? Bueno, porqué no, puestos a imaginar. Porque aunque se llame de diferente manera significa lo mismo, al traducirlo con el diccionario de los recuerdos, ese que te lleva a la infancia, aparecen diferentes nombres pero la misma imagen y, si los sentimientos pudieran dibujarse, sería el mismo, más allá del país, de la religión, de la cultura, de las lenguas, orientación sexual, género, de las distancias y las fronteras, si conocen el juego, lo llamen como lo llamen, se traduce igual desde esa cotidianidad en la que, por lo menos lo que dura el juego, podríamos intercambiarnos las pieles. Al hacerlo todas esas lineas divisorias que nos separaran, miradas que nos alejan, prejuicios que nos enfrentan, se difuminan.
La rayuela, también llamada sambori, golosa (en Colombia), cascayu (en asturiano), avioncito (en México), mundo (en el Perú) o infernáculo, es un juego tradicional infantil, propio de toda Europa y fue extendido posteriormente a otros continentes, principalmente a América. También está presente en otras culturas, como en India, África o el Sudeste asiático. Según el país o la región el juego se conoce con distintos nombres. Algo tan cotidiano que consideras tan tuyo, tan arraigado a tu infancia, que le da sentido, sucede que está repartido por medio mundo. Y, en ese lugar, quiero encontrarme hoy contigo, en ese lugar compartido que si tuviera forma sería la de ese juego. Habrá matices, seguro, pero recuerda que las coordenadas en las que nos movemos son otras, que las formas son idénticas si la unidad de medida que usamos es esa que comentábamos. Por otra parte ese diccionario, lo consultemos o no, nos lo sabemos de memoria, basta que con que me estés leyendo para que se haya dado una de esas traducciones simultáneas más rápida incluso que las de la Inteligencia Artificial más avanzada (lo que me hace pensar que aún hay esperanza).
Llegados hasta aquí, y con unas 40 palabras por escribir, espero habernos encontrado en ese lugar. Y me gustaría preguntarte, que nos preguntáramos ¿Que está pasando para que quien quiera jugar a la pita en Sudán, en Palestina o en Ucrania, (por poner sólo algunos ejemplos) esté saltando literalmente por los aires ¿Qué estamos haciendo mal? ¿Qué no estamos haciendo?.

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