Fotografía: Pedro Gato

 La Regenta – Teatro – 13 y 14 de junio – Sala Pereda Palacio de Festivales

El cierre de la larga temporada artística del Palacio de Festivales tenía un atrayente espectáculo: ‘La Regenta’ de Leopoldo Alas Clarín en una versión teatral de Eduardo Galán y la dirección de Helena Pimenta. Estrenada el pasado 2024 en el teatro Fernán Gómez de Madrid, las dos sesiones santanderinas fueron la despedida: se bajó el telón de esta producción en Santander.

Llevar al escenario una obra clásica (1884) implica resolver las dificultades que plantea un libro con más de mil páginas (988 en la edición del centenario), ambientado a finales del siglo XIX en una ciudad disfrazada de Oviedo (Clarín habla de Vetusta. El futbol moderno une todo: existe el Real Oviedo Vetusta), saltos temporales, infinidad de personajes y un ambiente cada vez más angustioso para la joven protagonista Ana Ozores. ¿Se resuelven las dificultades? Más o menos.

La escenografía -lo primero que se ve- resulta sorprendente: alguien ha diseñado un minimalista apartamento turístico con unas paredes blancas que sirven de pantalla de proyecciones gigantes. Los diversos escenarios ovetenses (vetustenses) son recreados con una iluminación certera -Nicolas Fichstel- y fondos en blanco y negro (lógico: en 1884 no había fotografía en color). Acertado vestuario de época, chocante con la casa-apartamento, donde predominan vestimentas oscuras salvo para la protagonista: su blancura es un primer reto.

La adaptación de Eduardo Galán opta por enfocar la historia desde el punto de vista de la protagonista, utilizando recursos teatrales modernos como el flashback y fragmentos narrativos que revelan su mundo interior. Este enfoque intenta conectar al público emocionalmente con Ana, una mujer atrapada entre sus deseos y las rígidas normas sociales de la época.  La adaptación moderniza el lenguaje para hacerlo accesible al público actual, lo que no siempre es un acierto. Muchos echamos en falta la frase -y escena final- que resume el dolor y la ansiedad de la protagonista: “Había creído sentir sobre la boca el vientre viscoso y frío de un sapo”. Un sapo que refleja el rechazo de una mujer hacia un entorno humillante y maltratador.

La dirección de Helena Pimenta quiere llevar la riqueza narrativa de la novela a la escena, utilizando elementos como la voz del narrador (de los narradores, varios personajes relatan lo que sucede ataviados con negras gafas) y el estilo indirecto referido para explorar los deseos y contradicciones de los personajes. Los 140 minutos de la obra trascurren con interés (a pesar del desaliento de unas butacas en modo avión, a lo ancho y a lo largo).

El elenco -cinco actores, tres actrices, diez papeles- estuvo encabezado por Ana Ruiz como Ana Ozores (un papel que exige un esfuerzo emocional grande), con algunas interpretaciones sólidas que destacaron como las de Joaquín Notario como Don Víctor Quintanar (marido de la Regenta) o Pepa Pedroche como Doña Paula.

Resumiendo: una producción de ‘La Regenta’ que revive las esencias de la obra de Clarín, ofreciendo una crítica social relevante y una exploración profunda de los personajes. Aunque, inevitablemente, se pierden algunos matices de la novela y su final con sapo. Gustó, aunque no entusiasmó (cosas de ver todo a través de en un apartamento turístico ovetense con vistas a la catedral).

Fotografía: Pedro Gato

Mi flauta y la luna / hacen la espuma – Ciclo poético musical – 13 y 14 de junio – Fundación Gerardo Diego

La Fundación Gerardo Diego (G.D.) lleva uniendo la palabra de G. D. con la música que rodeó su vida dos temporadas ya. Son ciclos con el título de ‘Imagen múltiple’. El pasado fin de semana comenzó el tercero con los versos de su poemario ‘Manual de espumas’ escrito en otoño de 1922 (publicado en 1924): “Mi flauta y la luna / hacen la espuma”.

Sobre el escenario la pintora y poeta Ana Melgosa, la flautista Lara Manzano y el presentador y diseñador de la velada Esteban Sanz Vélez. Salón pequeño, rodeado de los dibujos de Melgosa, público animado a participar y primeras palabras que recordaban la estancia de G. D . en París en el verano de 1922 y su vuelta con versos “espumosos”. Se comentaron episodios de su vida y se leyeron ocho poemas en las voces variadas de los “voluntarios” espectadores/as, respondidos por otros poemas homónimos de Ana. Doble placer poético al que seguía siempre una breve pieza interpretada con la flauta travesera de Lara. Un desfile de temas y variaciones de los siglos XVII, XVIII (espléndidos e intensos momentos de las Folies d’Espagne de Marin Marais), XIX (Satie) y el XX: Debussy y las emociones de Syrinx, Hindemith, Ferroud y su mundo oriental y un descubrimiento conmovedor en el tema Aubade -Alborada- de Marius Flothuis, escrito en un campo de concentración holandés.

Una velada (dos, una la tarde de viernes y otra de mañana sabatina) que recuerdan aquellas que hace 100 años se hacían por una generación de artistas llenos de modernidad

y ganas de comprender el mundo. No fueron años fáciles entre guerras y depresiones, pero sí muy creativos. Una excelente idea de la Fundación y de su promotor Esteban Sanz. Sentirse en paz con los versos de Diego, la música de Lara, los textos de Ana y la ambientación histórica de una época cultural fascinante es algo muy conveniente. Aunque ya avisaba G.D. algo críptico hace 121 años: “El próximo naufragio hoy a las seis”.