“Nuestra imaginación no puede ser observada”
Reivindica los cuidados como herramienta política en una momento en que "matan a la gente que va a por alimentos"
Hay un momento de ‘La historia interminable’, la influyente novela de Michael Ende, en que uno de los villanos, que descubrimos lleva todo ese tiempo persiguiendo al protagonista, Atreyu, advierte de que en el mundo humano las personas han dejado de imaginar y tener esperanzas, «y el ser humano sin esperanzas es más fácil de controlar».
Al valor de la imaginación más allá de la propia creación de mundos o ideas se remitía en la Feria del Libro de Santander (FELISA), organizada por los libreros cántabros, en la Plaza Porticada, rebautizada como la Plaza de la Palabra, la escritora Belén Ruiz de Gopegui.
La autora presentaba ‘Nos siguen’, una novela que habla sobre el control, la vigilancia y la pérdida de intimidad, acrecentada por las nuevas tecnologías y las grandes plataformas.
En su intervención, nuevamente ante un espacio lleno, incidió en cómo vivir “siempre bajo control” puede infantilizarnos y minar la responsabilidad individual, y señaló que las plataformas digitales no operan, pese a funcionar a veces bajo la denominación de redes sociales, como redes horizontales, sino como “monopolios radicales” que imponen decisiones desde arriba y nos obligan a usar sus webs y apps.
Frente a esto, buscando los huecos, apeló a que “nuestra imaginación no puede ser observada”, afirmó Gopegui, reivindicando el derecho a lo analógico, al mismo tiempo que reivindicó la importancia de los tiempos muertos.
Otro de los huecos que encuentra para hacer frente a esta ‘lógica’ es la propia dinámica de los cuidados, a la que da una dimensión política. “Quererse y cuidarse es una actitud política, una forma de lucha”, aunque no bastante por sí misma. Y advirtió de la necesidad de huir de un patrón de “agresividad desplazada”, en el que el grito a una persona responde al grito sufrido previamente de otra distinta, generando una cadena de ira.
La autora describió con nitidez por qué rechaza la llamada inteligencia artificial, los modelos de uso del lenguaje generalizados de forma masiva a raíz de herramientas como Chat GPT, aseverando que “no es inteligencia ni es artificial”, ya que trata las palabras sin usar sus significados y consume todo tipo de recursos.
En el trato de las palabras, del lenguaje, planteó que en realidad estas herramientas “desprestigian el lenguaje” al no comprender realmente cómo funcionan las palabras y su significado, “Sólo fingen que entienden, pero no entienden”, por lo que contribuyen a que “no sepamos lo que es mentira y lo que es verdad”.
En cualquier caso, apeló a la urgencia del momento social, la sensación de un cambio de época en la que, alertó, estamos alcanzando “el máximo del máximo de la crueldad”: «No podemos vivir en un mundo en el que falta comida y a las personas que la buscan se las mata”, señaló, llamando la atención sobre la sucesión de noticias, el exceso de contenidos que se suceden, denunció. Por ello, reclamó una desobediencia política: “Estamos en un momento en que no podemos seguir esperando a que esto se arregle, cada uno dentro de sus posibilidades”.
También alertó sobre la pérdida de la intimidad, y criticó que hemos renunciado a los “ratos muertos”, aquellos momentos de aparente vacío que estaban “llenos de vida”. En este sentido, denunció la inhumanidad de quienes observan nuestros datos sin saber quiénes somos: “Ven lo que hacemos, pero no nos conocen”.
Gopegui es autora de obras como ‘La escala de los mapas’, ‘Lo real’ o ‘Deseo de ser punk’, por la que recibió el Premio Dulce Chacón. Hija del científico de la NASA Luis Ruiz de Gopegui y de Margarita Durán, fundadora de Amnistía Internacional en España, estudió Derecho en la Universidad Autónoma de Madrid antes de volcarse en la literatura y el pensamiento crítico.
Su última novela, ‘Te siguen’ (Random House, 2025), profundiza en los mecanismos de la vigilancia digital y la pérdida de la intimidad. A través de varios personajes —León, Minerva, Casilda, Jonás—, retrata a quienes rastrean y son rastreados, en un juego narrativo que explora los límites de la privacidad y la posibilidad de resistencia frente al poder algorítmico. La obra se enmarca dentro de su habitual compromiso literario con lo social y se pregunta si todavía es posible la libertad cuando todo es observado.
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