Se trata de un proyecto de colaboración que cumple su tercer año. Primero fue el Barrio Pesquero y después la zona centro que contiene el Barrio Obrero del Rey, Entrehuertas, el Grupo San Francisco. Ahora es Tetuán y El Sardinero, dos zonas conectadas por un túnel, pero llenos de historias que ayudan a entender una ciudad donde las diferencias son palpables.

En el primer capítulo, nos sentamos a charlar con tres trabajadores de lo que fueron los Astilleros San Martín. Se trata de Paulo Armengod, que en 2021 publicó un libro sobre la historia que vivió allí y que se llama ‘Historia gráfica de Astilleros de San Martín 1878-1989’, publicado por Ediciones Tantín, y también Carlos Vidal y Antonio Piney. Los tres cuentan cómo era trabajar en unos astilleros urbanos, que estaban en plena ciudad, y cómo terminó aquella historia.

En la zona de Tetuán, una de las personas que mejor conoce la zona, lo que se mueve allí, que ha participado siempre, y hasta liderado, en la asociación de vecinos del barrio, es Mora. Cree que sigue funcionando bien, con buen ambiente en sus bares, clásicos y modernos, y con las fiestas de San Fermín como una de las señas de identidad desde 1977. Es verdad que no todo sigue igual, se echan en falta determinadas cosas, pero ahí sigue Mora para ver y contar cómo pasa el tiempo.

Maite Saiz de la Fuente regenta el restaurante Marucho. Ya es un local centenario, aunque la familia de Maite lleva ‘sólo’ 20 años al frente. Ya tenían relación con los antiguos dueños, porque su hermano, pescador, acudía allí a vender género. Cuando se jubilaron, vieron que era el momento de hacerse con un clásico de la hostelería santanderina. Hasta la IA conduce a los visitantes hasta este sitio. Recogidito, amable y delicioso.

Los bares dicen mucho de un barrio, pero también otro tipo de comercios y las costumbres que marcaban al barrio. José Luis Ochoa tiene muchas cosas que contar, de su vida y de las cosas que definen Tetuán. Echa de menos lo que se cantaba en los bares y forma parte del coro que sigue haciéndolo habitualmente. Su familia tiene relación con otro elemento característico de esta zona como era la gasolinera en la que repostaban los barcos.

Del Mercado de Puertochico se habla mucho ahora por los cambios que van a incluir un McDonalds, pero antiguamente ni siquiera estaba ahí, sino enfrente, y ahí trabajaba La Cruza, un personaje emblemático del mercado y del barrio. Julia Llorente, actriz conocida también como María de los Nervios, nos cuenta esta historia tan conocida para quienes vivieron mucho tiempo allí, pero no tanto para las generaciones recientes. Llorente la define como «una raquera, pero en el buen sentido».

Juan Calor Flores-Gispert es un periodista ya retirado, pero consta como un cronista fundamental del barrio de Tetuán, donde vive «de casi toda la vida», y de los veranos de El Sardinero. Tiene varios libros publicados en los que refleja cómo ha sido la vida de esta zona playera, desde las estancias de la realeza hasta el Casino, pasando por los baños de ola o el Palacio de la Magdalena, de quien recuerda a Lola Sáinz, la que fuera directora del Palacio y que falleció hace poco más de cuatro años.

Si nos movemos hasta El Sardinero, contactamos con Eduardo Zúñiga, cuya familia fue crucial en la construcción de toda la zona de El Sardinero tal como se ha conocido durante décadas. Su tatarabuelo, Juan Pombo, el primer marqués de Casa Pombo, fue quien estuvo detrás del proyecto. Una zona que estaba muy alejada del centro de la ciudad, pero que después se ha convertido en una de las referencias para conocer la capital de Cantabria.

Pilar de la Hera es abogada y escritora. Es madrileña, pero lleva desde 1993 viviendo en El Sardinero. Por eso es un testimonio interesante. Cuenta cómo le cambió la vida, lo que le atrapó de esa zona de la capital, pero también lo que echa de menos y los cambios que no le han gustado tanto en estas décadas. Que sea un sitio donde la gente va a practicar actividades de ocio sin tener en cuenta a los vecinos que viven allí lo ve como algo negativo, y reivindica a los sardinerinos por ser como una especie distinta dentro de Santander.

Un poco en la misma línea va la Asociación de Vecinos de El Sardinero. Antonio Bello y Álvaro Blasco son dos miembros de esta nueva asociación vecinal que recuerdan los tiempos en que crecieron en este barrio y ven que hay demasiadas cosas que se van perdiendo. El ambiente familiar, algunos de los comercios más significativos… Y ahora creen que se concentran demasiados eventos en El Sardinero, lo que hace que los vecinos pasen los veranos con más incomodidades.

Para el final queda otro testimonio bastante curioso. Lino Javier Palacios es hijo y hermano de guardeses del Palacio de La Magdalena. Ha tenido una vida fuera de lo común por haber nacido y haber crecido en la Península de La Magdalena. Por supuesto, tiene muchas historias acumuladas, aunque no todas se pueden contar. Es alguien que se conoce todos los rincones de la península en la que está el Palacio, uno de los lugares con más encanto de Santander, y refleja sus vivencias en un libro titulado ‘Un Palacio para mí’.